domingo, 28 de diciembre de 2008

FULCIO BATRACIO



En esta época tan bíblica, de belenes, pastorcillos, centuriones y emperadores romanos, presentamos hoy una figurita que tal vez falte en su colección: se trata de Fulcio Batracio "El César", personaje poco conocido de Francisco Ibáñez.

Nuestro escaso conocimiento sobre el mismo puede deberse a que la serie apenas duró un número, o bien a que se encuadra dentro de su época pre-Bruguera. Concretamente, fue publicado en La Risa, número 121, allá por el año 1956, con un Ibáñez que oscilaría entre los 19 y 20 años.

A través de las viñetas seleccionadas, pueden deducir fácilmente el argumento de esta historieta, basada en la confusión lingüística clásica, que tanto explotará nuestro autor cuando llegue a Bruguera y que tanto habían usado ya hasta la fecha los autores de la mítica editorial. Del mismo modo, los choques entre la jerarquía y los subordinados, que tanto marcarán la trayectoria de nuestro dibujante, ya están presentes en esta serie primitiva.

Desde el punto de vista gráfico, vemos a un Ibáñez hábil aunque todavía poco suelto en el dibujo y el movimiento de las figuras, que parecen algo encorsetadas. Será el influjo decisivo de Vázquez (ya presente, no obstante), el que dé agilidad al estilo definitivo de nuestro autor.

No obstante, constatamos ya algunos rasgos interesantes, como la expresividad de los personajes (que no hará sino aumentar con los años), el uso de tramas (que crean la ilusión de texturas o incluso los albores del cielo), y unos decorados ligeramente más suntuosos que los que veremos en sus realizaciones inmediatamente posteriores (esculturas, cortinas decoradas, vasijas, escudos, etc.). Sin duda, este detallismo se debe tanto a la ilusión emergente del autor como al mayor tiempo de realización para cada página, tiempo del que no dispondrá en los años siguientes.


Como nota interesante, nótese también el uso de las metáforas visuales, claro precedente de los disfraces de Mortadelo, utilizadas inteligentemente, esto es, dotadas de sentido. Así, los aduladores que rodean a Fulcio Batracio aparecen transformados en gusanos, dejando bien clara la diferencia entre ellos y el César que tanto los desprecia.




Definitivamente, una historieta interesante que, por desgracia, no tuvo continuidad, pero que nos permite vislumbrar la semilla del Ibáñez venidero.

domingo, 21 de diciembre de 2008

NAVIDADES CON CRISIS

Y así, sin esperarlo apenas, llegamos a nuestra segunda Navidad juntos. Esta vez, aportamos unas viñetas que reflejan la crisis esa, que, por lo visto, se hace más patente en estas fechas, como bien saben nuestros Mortadelo y Filemón.


Para los españolitos quejosos y autocompasivos, sirva de consuelo recordar que los personajes de Bruguera siempre estuvieron en crisis, y que en su vida vieron más de dos duros juntos (y cuando los vieron una catástrofe los acechaba indefectiblemente).

Tal es el caso de Mortadelo y Filemón en esta historieta navideña de mediados de los sesenta, en la que reflejan, de manera profética, una situación más que actual en estos días tan especiales.








Sin embargo, con eso de que en estas fechas buscamos ser positivos, les vamos a dejar con una viñeta en la que nuestros personajes, a pesar de sus estrecheces, consiguen comer en Nochebuena.

Evidentemente, como habrán deducido los lectores asiduos de las aventuras de los dos detectives, la cosa en esta historieta no acabará bien. Cuando ambos creen haber dado con un pavo comprado por el otro, aparece el vecino bestiajo de turno reclamando al animalito que se le había escapado e introduciendo a nuestros personajes en un horno.

Pero no queremos quedarnos hoy con esto, sino con la ilusión. Sí, la ilusión que demuestran nuestros dos calvorotas pensando que su compañero del alma es el que ha conseguido el pavo para disfrutar en tan señaladas fechas. Aunque el lector avizor se habrá percatado desde primera hora de que algo falla ahí, nuestros ingenuos personajes se dejan llevar por el optimismo, por la confianza en su compañero, por la fe en el que tienen a su lado.

Y es que, aunque no se den cuenta, el verdadero regalo para Mortadelo y Filemón es que nunca estarán solos. Siempre se tendrán, para bien o para mal, el uno al otro.

Obviemos, pues, el verdadero final de esta historieta y contagiémonos de esta esperanza tontorrona aunque sea durante unos días, antes de que la realidad nos meta en el horno.

Por tanto, desde Corra, jefe, corra, deseamos a todos nuestros lectores y amigos una Feliz Navidad.

domingo, 14 de diciembre de 2008

ROBERTO SEGURA HA MUERTO

Diez días hace ya que nos dejó Roberto Segura, uno de los autores más característicos de la Escuela Bruguera. Nació en Badalona en 1927 y murió el 4 de diciembre de 2008, en Premia de Mar, a los 81 años de edad.


Si en lugar de hablar de cómics nos estuviéramos refiriendo al mundillo cinematográfico, diríamos que Roberto Segura fue lo que se suele llamar un "secundario de lujo". Entró en la editorial en la misma hornada que Ibáñez, Raf o Gin, para cubrir el hueco dejado por "los cinco grandes" (Escobar, Cifré, Peñarroya, Conti y Giner) tras ese intento de emancipación llamado Tio vivo.



Una vez dentro, Segura se convirtió en "uno de los indispensables". Creaciones como Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte ( 1957), Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón (1959), El capitán Serafín y el grumete Diabolín (1963), La alegre Pandilla (1963), La Panda (1969) o Pepe Barrena (1970) son tan solo algunas de las series más populares que este autor incorporó a la vida cotidiana de millones de españoles durante varias décadas.



Dentro de la editorial se especializó en series de temática juvenil, protagonizadas por jóvenes pecosos y con granos y por muchachas estilizadas y, por qué no decirlo, bastante monas. Y es que ese era otro de los campos donde nuestro autor destacaba, de ahí que se hicieran conocidas las "chicas de Segura", quien dibujó como nadie a la mujer joven de los sesenta y setenta en nuestro país: pizpireta, soñadora, no totalmente rompedora pero sí con un peso específico dentro de una sociedad que ya iba tomando nota de aquello de que "las chicas son guerreras". Esta identificación con el público femenio permitió a Roberto Segura ser una de las bazas de las portadas de revistas tan populares en el momento como Lyly.


Aunque populares, sus personajes nunca llegaron a tener el tirón de los de Ibáñez, Escobar o Vázquez, quizá porque tal vez los guiones no fueron el punto fuerte de nuestro autor, quizás porque su trazo no era el más comercial del momento. No obstante, existieron álbumes monográficos dedicados a algunas de sus series más populares, como Rigoberto Picaporte, Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón o La panda. A pesar de la discreta acogida que estos tuvieron, su firma era una de las que uno siempre esperaba encontrar en las revistas de tebeos de los años sesenta, setenta y ochenta.




Tras el cierre de Bruguera, fue repescado por Grijalbo, formando parte de un elenco de lujo, capitaneado por Ibáñez,que forjó la revista Guai! (junto con Raf, Martz-Schmidtz, etc.).Allí, como hicieron algunos de sus compañeros, y se plagió a sí mismo con Los Muchamarcha´s, que combinaba los logros conseguidos en sus series juveniles con la personalidad del holgazán de Pepón, reconvertido en Keke.



La aventura de Grijalbo, como sabemos, duró relativamente poco, por lo que Segura llegó, como el resto de sus compañeros en Ediciones B, heredera del patrimonio Bruguera. Allí continuó con algunas de sus series clásicas y sacó su lado más desenfadado y atrevido colaborando en el mítico TBO, donde endureció ocasionalmente el suave erotismo que siempre habían destilado sus delicadas figuras femeninas.



En los últimos años, Segura apenas publicó historietas con una auténtica repercusión popular. Recientemente, pocos años de su muerte, pudo disfrutar de una reedición de algunas de sus páginas antiguas en el número 4 de la colección Super Humor Clásicos, de Ediciones B, donde escribió un epílogo que, visto hoy, resultó ser una despedida pública a sus seguidores desde hacía cincuenta años.

En relación con el Universo Ibáñez, no fue Segura el autor que más interconexiones estableció con el mismo. Tampoco fue del que Ibáñez hablaba más en sus entrevistas, pues siempre se refirió con más frecuencia al éxito de Escobar, la maestría de Raf o a su admiración por Vázquez.

Sería en 1983 cuando los personajes de ambos se cruzaran en las historietas que realizaron los autores de Bruguera para celebrar el 25º aniversario de Mortadelo y Filemón; como muestra de la cual aportamos esta curiosa viñeta, en la que los agentes de la TIA aparecen junto a algunos de los chicos de La panda.



Segura se ha ido sin que nos diéramos cuenta, sin que los medios se hayan hecho apenas eco de su desaparición, como ese actor de reparto sin el cual la función nunca sería la misma...


Con la misma discreción de aquel que ha alegrado la vida de tantos sin que nos percatáramos.

Con la discreción de todo lo indispensable.


Descanse en paz, Roberto Segura.

domingo, 7 de diciembre de 2008

CHICHA, TATO Y CLODOVEO: PERO...¿QUIÉNES SON ESTOS TIPOS? (1986)


Pero…¿Quiénes son estos tipos? (1986) es el segundo álbum de Chicha, Tato y Clodoveo, tras su debut para Grijalbo con Una vida perruna (1986). Supone la presentación de los antecedentes de los personajes, pues a través de un curioso procedimiento argumental, como es la entrevista para “El Majara de la colina”, los tres protagonistas van contando su historia personal. Parece ser que Ibáñez prefirió que el público conociera primero una historieta estándar de la serie para, en la siguiente, ahondar en los orígenes del trío. Este hecho es índice de que los viejos tiempos en que los personajes Bruguerianos no tenían pasado alguno habían quedado atrás.

Por otra parte, el planteamiento mismo del álbum hace que esta sea una historieta “sin aventura”, pues no hay una trama argumental en la que los protagonistas se vean envueltos. De hecho, la acción se desarrollaría casi “en tiempo real”, pues duraría tanto como los personajes tardaran en narrar sus respectivas historias. Una de las mayores bazas de este recurso radica en el contraste entre lo que cuenta la voz narradora y las escenas que evocan el pasado, procedimiento narrativo que ya tanteó Ibáñez en una serie heredada de Vázquez: La historia esa vista por Hollywood. Del mismo modo, lo encontramos en La historia de Mortadelo y Filemón, que apareció publicada en Gran Pulgarcito, Almanaque para 1970 y, años después, en El 35 aniversario (1992). Las viñetas netamente narrativas, como es costumbre en el autor, se ven amenizadas con recursos cómicos, como el tedio manifiesto que provocan las declaraciones en el entrevistador, o con los comentarios de la cola del paro, tan característicos de la serie.






El primer episodio de seis páginas comienza con una introducción sobre las tipologías sociales y sobre las manifestaciones que recuerda, respectivamente, a las páginas temáticas y a los carteles de Los verdes (1997) y Okupas(2001). La presentación de los personajes se hace mediante una atractiva viñeta con el título, que los presenta de espaldas (Salmoneto incluido, aunque de inmediato se eclipse) que va seguida de una caricatura de Reagan, uno de los “famosos” preferidos del autor por esa época. Tras hacer la barrabasada de turno a Joro, dueño del Snack-bar, será Chicha la primera en contar su historia, en la que descubrimos sus orígenes, de manera que se inicia una serie continua de flashbacks o analepsis.

Así, conocemos que Chicharra es hija de la marquesa del Rebote y del duque del Remeneo y asistimos a sus primeros flirteos con la música. En el segundo episodio observamos su afición por los pendientes raros y su paso por el colegio, con una directora y una profesora que recuerdan en algo a las de ¡A por el niño! (1979), lo cual nos hace sospechar que llegados a esta parte, Ibáñez ya no intervino demasiado en el dibujo del álbum. Tras la desastrosa presentación de su novio en sociedad, vemos cómo se independiza de sus padres y busca sus primeros trabajos. Las promesas de un jovencísimo Felipe González (en una de las primeras caricaturas del autor) acerca de los ochocientos mil puestos de trabajo resultan, todavía hoy, jocosamente irónicas. Esta imagen del entonces presidente del gobierno hará converger, a su tiempo, las historias de los tres protagonistas que simbolizan, así, a una buena parte de los españoles que se sintieron ilusionados y después decepcionados por la situación política del momento.

El tercer episodio comienza con la historia de Tato, nacido, al contrario que su amiga, en una vivienda humilde. Los gags se basan en el tamaño de la cabeza del niño, sus dientes, sus dificultades de crecimiento y su fracaso escolar. A partir de ahí, Ibáñez lo dota de una miopía galopante que lo emparienta directamente con Rompetechos, aunque esto no se mencione en el álbum anterior. Tanto sus meteduras de pata como sus quejas a la “justicia” o sus devaneos carcelarios recuerdan al cegatón eterno de Ibáñez. Probablemente, esta característica se le ocurrió al autor en esta aventura, en la que ha ido explotando cada uno de los rasgos físicos notables del personaje. Siguiendo con su política de “reutilización”, Ibáñez decidió convertir a Tato en un nuevo Rompetechos. El capítulo se cierra anunciando la temática del siguiente: los tanteos del personaje con el mundo del boxeo, algo que sí se había apuntado ya en Una vida perruna.

El cuarto capítulo se centra en sus entrenamientos como boxeador, siguiendo aún la estela de Rompetechos y enfureciendo a la limpiadora del gimnasio, que hace el papel ocasional de Ofelia en los álbumes de los agentes de la TIA. Finalmente, la pelea en el ring nos recuerdan al Mortadelo cegato de Operación ¡bomba! (1972) y de Moscú 80 (1980). A pesar de la autocopia, los resultados son humorísticamente eficaces. Tras el paso por la “Mili” de Tato (que recuerda al de Ibáñez en El 35 aniversario por el tipo de gag), nuestro segundo protagonista acaba viendo al entonces presidente del gobierno prometiendo la consabida cifra de puestos de trabajo. Cierra el capítulo una irónica alusión tanto a Rumasa como a Bruguera, antigua editorial de Ibáñez, ya cerrada por quiebra.



El siguiente episodio es estelarizado por Clodoveo, que se convierte así en el gran protagonista de la historieta, con casi el doble de páginas que sus compañeros. Descubrimos que es hijo de Fadrique Melapego y Medila Trompada, artistas de circo. De hecho, será el circo es escenario de este último tramo, escenario utilizado ya en álbumes como Operación ¡Bomba!, El otro “yo” del profesor Bacterio (1973) y, especialmente, en El circo (1973). Durante sus primeros años, Clodo se dedica a fastidiar números ajenos por su afición a los nuditos y se inicia como trapecista, lo que dará pie a numerosos gags en el siguiente episodio, en el que ayuda a preparar números circenses a sus padres. Especialmente con el padre, Clodoveo forma una interesante pareja de payaso listo y payaso tonto, que tan buen resultado ha dado siempre a Ibáñez, en un apartado realmente divertido.

En el octavo capítulo, las jocosas e irónicas transformaciones que provoca en Bautista, el Transformista, para el que trabaja como ayudante, lo llevan a interesarse por cambiar continuamente de aspecto, provocando gags similares a los que antes motivaba Mortadelo. Sus desastres, lo llevan a ser abandonado por el circo y a buscar empleos como transformista y prestidigitador, con tan malos resultados como en su aventura anterior.





La octava parte, de cuatro páginas (el álbum tiene cuarenta y seis), vemos a Clodoveo fastidiando al periodista con sus trucos (¿empezaba a agotarse ya el recurso de las historias biográficas?), antes de contar su incursión como artista en Villacardo del Melonar, pueblo bestiajo como el de La caja de los diez cerrojos (1971), Lo que el viento se dejó (1980), En marcha el Mundial 82 (1981) y El balón catastrófico (1982). Allí, padece tanto la burrería innata de sus habitantes como las iras del alcalde, que reaparecerá en la última viñeta para darle su merecido al protagonista. Finalmente, el entrevistador despide la historieta dirigiéndose directamente a los lectores, tras haber presentado a “estos tipos”.


Se trata de un álbum de buena factura, aunque la presencia de Ibáñez como dibujante apenas se puede constatar en páginas aisladas, como la primera, la cuarta, la quinta y la sexta. Que no nos engañe el recargamiento de la página ni el atractivo coloreado a acuarela, pues la mayor parte del álbum recae en manos ajenas que, aunque hacen un trabajo notablemente bueno, se dejan caer con viñetas con desproporciones (la cuarta de la página 27) o secundarios poco elaborados. El cameo estelar de Mortadelo, Filemón, Pepe Gotera, Otilio y Rompetechos en la página 31 evidencia aún más que no es Ibáñez el artífice de la misma.



No obstante, decimos, el álbum en general no se resiente de esta delegación en otras manos, pues incluso se permite algunas originalidades como el uso de las letras al revés para caracterizar el habla de un cajero de imprenta o bien el bocadillo-huevo del que sale un buitre. Algún fallo gramatical de poca importancia, como el “hubieron sus más y sus menos” de la viñeta cuarta de la página 14 no es necesariamente achacable a un guionista ajeno, pues no sería la primera vez que Ibáñez incurre en un error de ese tipo. Sea como fuere, Pero…¿Quiénes son estos tipos? es una historieta simpática, bien resuelta que presenta la trastienda de unos personajes emergentes, todo lo contrario que ocurrió con Su vida privada (1998), que nos desvela los entresijos de la vida íntima de Mortadelo y Filemón pero no para presentar a los personajes, sino a modo de consagración por su cuarenta aniversario.