domingo, 25 de mayo de 2008

REIVINDICACIÓN DEL BOTONES SACARINO

El presente tema ha venido motivado por el creciente menosprecio que he podido advertir hacia la figura de uno de los grandes personajes de Ibáñez: El botones Sacarino.
Curiosamente, parece que en los últimos años la imagen del botones ha caído bastante hasta el punto de ser una de las series populares de Ibáñez que más críticas recibe por parte de los lectores.

No obstante, una revisión histórica mínima nos permite comprobar que esto no siempre ha sido así. De hecho, Sacarino fue, después de Mortadelo, el segundo personaje de Ibáñez en obtener una revista propia: la revista Sacarino, que vio la luz en 1975. Esto hace que nuestro botones sea, después de los agentes secretos y de los gemelos de Escobar, el tercer personaje de humor brugueriano en ostentar una cabecera con su nombre. El escaso éxito de la misma no impidió una derivación: Super Sacarino, también de desigual fortuna. Sin embargo, lo realmente relevante es el hecho de que en pleno mercantilismo editorial, Bruguera eligiera a Sacarino como personaje-reclamo de una nueva publicación, lo cual nos hace pensar en que su índice de popularidad estaría ligeramente por encima del resto de grandes creaciones ibañezcas: Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio, por ejemplo.

Sin embargo, no será esta la última ocasión en que la editorial acuda al botones en busca de auxilio, ya que a principios de los 80 parece haber un decidido intento de elevar la popularidad de la serie, hasta el punto de convertirla en una alternativa a Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape. Así, se suceden en esta época una serie de aventuras largas apócrifas de Sacarino (algunas no sin cierto interés, como El loco del Fuji-Yama o La amenaza), muchas de ellas dibujadas por Casanyes. Incluso en la serie estrella de Ibáñez, Mortadelo y Filemón, encontramos una historieta auténtica con un co-protagonismo un tanto forzado por parte del botones: Testigo de cargo (1984). A esto tenemos que añadir la gran cantidad de portadas de esta época en las que el retozón mozo de El Aullido Vespertino comparte espacio con los agentes de la TIA.











Con el objeto de contextualizar, recordaremos que en esa época Bruguera se hallaba en plena crisis económica y es probable que quisiera encontrar una serie que proporcionara unos ingresos similares a las ganancias generadas por Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape. Aunque el intento no fructificó, vuelve a llamar la atención que se eligiera esta serie de Ibáñez como garantía de éxito. No sabemos si esto se debió a una mayor popularidad frente a otras creaciones o a que la editorial vio en el universo del botones unas mayores posibilidades de despliegue en formato álbum (frente a las limitaciones de la miopía de Rompetechos o de las caseras chapuzas de Pepe Gotera y Otilio). El caso es que Sacarino, nuevamente, fue el seleccionado.



Ya en Ediciones B, Ibáñez ha mostrado en más de una ocasión su desapego hacia Sacarino, al que no incluyó, como sí hizo con sus otros hijos “abandonados”, ni en El Quinto Centenario (1992) ni en El dos de mayo (2008). Tampoco en el resto de álbumes de Mortadelo ha aparecido el botones con la asiduidad de sus hermanos. Puede que esto se deba a que el arquetipo del chico de los recados es menos jugoso y recurrente que el del miope o los chapuceros, o bien puede que la causa sea que Ibáñez nunca estuvo demasiado a gusto con este atarantado adolescente cabezón.

Salvo en El 35 aniversario (1992), donde la aparición es obligada, apenas encontramos un par de referencias a Sacarino en La rehabilitación esa (2000), bien nombrado por los personajes, bien formando parte de un tótem indio. No obstante, dichas menciones parecen responder más bien a un afán mercantilista, pues en esta época se estaba promocionando la malograda adaptación a la televisión de El botones Sacarino.

También en una de las hoy abundantes fuentes de estudio de la escuela Bruguera encontramos una mirada desdeñosa hacia este personaje de Ibáñez. Así, Antonio Guiral habla en Los tebeos de nuestra infancia “de las ya un tanto desfasadas y repetitivas meteduras de pata” del botones. Nuevamente, y procurando ser objetivos, creemos ver sobre Sacarino aquí el sambenito de su herencia gastoniana, ya que si las meteduras de pata del mismo ya estaban desfasadas, lo mismo podemos decir de las correrías de sus hermanos de tinta, que practican el mismo tipo de humor físico, tan delirante como inocuo. En cuanto a su carácter repetitivo, no diré nada que los aficionados a TODAS las series de Ibáñez no sepan ya.

Desde aquí, reivindicamos una recuperación por parte de los lectores del Sacarino más puro, aquel que, lejos del plagio franco-belga, supuso la imposición de la personalidad artística de Ibáñez, con la incorporación de la figura del Director, que creó un esquema de humor a tres bandas que nos brindó algunos de los mejores momentos humorísticos de la obra de Ibáñez, comparable (y en algunos casos, superador, del Mortadelo de finales de los sesenta). La apología de esta etapa la pueden encontrar en este mismo blog, en el tema: El botones Sacarino: humor a tres bandas, de septiembre de 2007. Invitamos a que, sin prejuicios franquinianos ni elitismos postmodernos disfrutemos de la época dorada de una de las grandes series de nuestro mejor dibujante de humor.

sábado, 17 de mayo de 2008

1º ANIVERSARIO DE CORRA, JEFE, CORRA

Pues sí, ¡cómo pasa el tiempo! Esta semana festejamos el primer aniversario de este su humilde blog Corra, jefe,corra, fundado el 20 de mayo de 2007. por un servidor. Llevamos, por tanto,un año intentando acercar un poco más a todo el mundo la obra del inigualable Francisco Ibáñez, el dibujante de cómics español más famoso de la historia.

Sería imposible nombrar a todos los que, a lo largo de estos casi 365 días, han contribuido a que este rinconcito de la red tenga algo de sentido. Me refiero a los lectores, comentaristas, colaboradores y proveedores de imágenes varias. Y digo que sería imposible nombrarlos porque es casi seguro que me olvidaría de alguno (la dichosa memoria esa) y la omisión resultaría imperdonable.

Así pues, ofrezco mi más rendido tributo a cuantas personas hayan pasado por estas páginas (pantalla, perdón) en estos doce meses. Desde los comentaristas activos que nos obsequian con sus siempre interesantes opiniones hasta los lectores timidetes y anónimos que, desde el silencio, se toman la molestia de leer las chorradas que redacta el que suscribe. A los que proveen material, nos citan en otros medios, nos corrigen y nos complementan...A todos ellos, mis más sinceras GRACIAS, por su estimulante presencia.

Por supuesto, este agradecimiento se hace extensivo a Francisco Ibáñez, por su amabilidad y por las millones de risas que todos nosotros le debemos desde hace medio siglo.

Nadie espere grandes fastos ni que el webmaster este tire la casa por la ventana con un post-aniversario sorprendente, pues el dominio del diseño y de la informática son dones que le han sido negados (como es patente en no pocas ocasiones).

Me limitaré a reflexionar un poco, si ustedes lo permiten, sobre la expresión que da título al blog, sumamente característica desde el punto de vista del lenguaje ibañezco. No solamente porque sea una de las más recordadas de la serie estrella de nuestro autor, Mortadelo y Filemón, sino porque recoge en sí misma algunos de los rasgos definitorios del lenguaje de Francisco Ibáñez, al que ya me aproximé en la sección correspondiente de el libro El mundo de Mortadelo y Filemón, de Miguel Fernández Soto.


Así, en "¡Corra, jefe, corra!" (la frase) encontramos elementos tan típicos del autor como el carácter cíclico de las expresiones (empieza y acaba por la misma palabra); el uso del vocativo ("jefe") como forma de interpelar al oyente, dotando de agilidad a la escena; el imperativo y el tratamiento de "usted", que marcan un universo profundamente jerarquizado; la modalidad exclamativa, que dota de viveza y dinamismo la escena, etc.

Como ven, se trata de una expresión que basta para determinar las constantes lingüísticas de los cómics de Ibáñez. Toda una mina, vaya.


Por último, y como no quiero cansarles demasiado en tan notoria efeméride (ejem), les dejo con algunas de las escenas en las que el mítico Mortadelo ha usado la frase que nos da título desde hace un año.

Para el lector con tiempo, le proponemos que como divertimento averiguar a qué historietas pertenecen estas viñetas, aunque advertimos de que no será fácil, ya que algunas de ellas han sido recortadas y pertenecen a historietas cortas. Aquí tienen:

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El reto queda planteado. Y, nuevamente,¡¡UN MILLÓN DE GRACIAS A TODOS!!

sábado, 10 de mayo de 2008

ANDE Y RÍASE USTED CON EL ARCA DE NOÉ: EL PULPO

Aunque Francisco Ibáñez nunca se ha caracterizado por crear series protagonizadas por animales (alguna hay en su etapa pre-Bruguera) como algunos de sus compañeros de editorial (Escobar, con su Toby), los bichejos han estado presentes de manera determinante en su obra. Su habilidad a la hora de retratarlos llevó a decir al dibujante Carlos Jiménez que una de las cosas que le quedaba por ver en un cómic era una fábula hecha por Ibáñez. Desde el punto de vista de guion, son muy apreciados por los seguidores del autor catalán los “perros con mala leche” y “caballos respondones” que pululan por sus historietas. Esto sin contar el rendimiento humorístico que Ibáñez ha sacado a los animales en los álbumes de su pareja estrella: Safari callejero (1970), Pánico en el zoo (1975), La brigada bichera (1981), Armas con bicho (1988), Animalada (1994) y Mascotas (2002).

Queremos centrarnos en esta entrada en un personaje secundario de la serie Ande y ríase usted con el Arca de Noé, basada en La Osa Mayor, agencia teatral, de Manuel Vázquez. La adaptación de Ibáñez supone una historieta dual al uso que muestra las desavenencias cotidianas entre Don Noé, empresario de la agencia de animales que da título a la serie y su glotón subalterno, Pepe, precedente de Otilio.

Entre los elementos que otorgan vida a esta serie destaca el pulpo que lleva a cuestas habitualmente Don Noé, personaje que, según Miguel Fernández Soto (El mundo de Mortadelo y Filemón), se apoya en uno similar que deambulaba de manera ocasional por la serie de Vázquez. Lo que en el autor original era una mera anécdota, se convierte para Ibáñez en un hábil recurso humorístico, que dota de gracia y salero a la serie.

Este simpático animal, alter ego de su dueño, aporta gags adicionales que enriquecen humorísticamente la página. El diseño del personaje, desenfadado, ágil, alegre, vazquiano, fruto del dominio que el autor tenía ya de su profesión a principios de los sesenta rebosa simpatía e hilaridad, además de dinamizar, con sus formas ondulantes, la página, tanto gráfica como narrativamente.

Entre las funciones que cumple el pequeño pulpo, ejemplificadas en las ilustraciones, vemos que en no pocas ocasiones muestra un chiste paralelo a la trama, elemento muy del gusto de su creador. Otras veces, actúa como asistente de Don Noé, bien sosteniéndole el periódico o sirviéndole de apoyo para sujetar objetos varios. Pero, sin duda, la faceta más hilarante de este personajillo se aprecia en aquellas viñetas en que refuerza o ratifica los gestos de su amo, llegando, en no pocos casos, a adoptar su misma expresión.

Así, el simpático pulpo comparte con Don Noé actitudes de euforia, furia, sorpresa, picardía o carcajada, a la vez que lo imita en acciones tan dispares como dar órdenes, saludar o, incluso, despedir a Pepe. A esto hay que sumarle el trazo ágil (acaso el más ágil que ha tenido el autor), dinámico, fresco y alocado. Tan alocado que a veces nuestro singular personajillo parece rebosar un mudo jolgorio que entronca con el del genial Harpo Marx, por su inconsciente y desenfadada locura.
Sin duda, estamos ante una de las pequeñas joyitas humorísticas que nos legó un Ibáñez incipiente todavía hoy no suficientemente conocido.

sábado, 3 de mayo de 2008

CONTRA EL GANG DEL CHICHARRÓN (1969)

Contra el gang del Chicharrón fue la segunda aventura larga de Mortadelo y Filemón publicada, justo después de El sulfato atómico (también de 1969). En esta, aunque se mantiene un gran nivel gráfico, se rebaja el listón estético fijado por su predecesora, ya que, como observaron en su momento tanto Ibáñez como su director, Rafael González, un álbum como El sulfato atómico lleva el doble de tiempo de realización y vende exactamente igual que los otros.

Este primer paso hacia la estandarización abarca todos los niveles. En primer lugar, la historieta, lejos de ser narrada de forma continua, es la primera en fragmentarse en once episodios autoconclusivos (aunque con un hilo conductor) de cuatro páginas cada uno. Cada uno de estos capítulos va precedido de un pareado que resume su contenido, recurso que será utilizado posteriormente en los episodios finales de El caso del bacalao (1970), La máquina del cambiazo (1971), Chapeau “El Esmirriau” (1971) y La caja de los diez cerrojos (1971). El mismo título del álbum parece responder a un deseo de rimar en verso octosílabo con el título de la serie, esto es, parece pensado para ser leído del siguiente modo: “Mortadelo y Filemón: Contra el “gang” del Chicharrón”. Esta teoría explica el uso de la palabra “gang” (monosílaba) frente a otras más frecuentes como “banda”.




En cuanto al desarrollo de la historia, Ibáñez nos obsequia con una obra maestra, como corresponde a esta época de redescubrimiento de la serie. Este es el primer álbum en que se nos desvela el nombre del Superintendente, es decir, Vicente (seguro que por cuestiones de rima) y el primero en que se observan las letras clásicas de la organización, la TIA. Con respecto a la misma, se nos dice que fue fundada por el abuelo del Súper, lo que le otorga a este personaje una supremacía que perderá años más tarde. Esta versión fundacional contradice la que se da en El gran sarao (1990), ya que en dicho álbum se menciona que fue la esposa del director general quien puso la primera piedra de la TIA. Al igual que ocurría en El sulfato atómico, la agencia parece nuevamente un lugar subterráneo pobremente adornado, en lugar del sitio de oficinas que representará años después.




Desde el punto de vista argumental, se sacará un gran partido al componente paródico (aquí todavía fresco y novedoso) de las películas y novelas de agentes secretos. En este sentido, cabe destacar la doble influencia del Anacleto de Vázquez y del inefable Superagente 86, la inolvidable comedia televisiva. Sobresale el rendimiento humorístico que se saca a palomas mensajeras, mensajes que se autodestruyen, incómodos puntos de cita, llamadas del cuartel, así como a los disfraces de otros agentes que actúan de “enlace” entre Mortadelo y Filemón y su superior. Especial partido se saca a los transportes, ya explotados en la historieta anterior.




Estos elementos humorísticos servirán de variadas entradillas que precederán a la acción de cada capítulo. El esquema en este caso es simple: Mortadelo y Filemón han de capturar a los miembros de la peligrosa banda internacional de Gedeón “El Chicharrón”, dispuesta a boicotear los puntos neurálgicos del país. El esquema, que roza lo políticamente incorrecto dada la diversidad racial de los enemigos y sus estereotipadas características, será repetido en La banda de los guiris (1997), con peor fortuna. Otros álbumes consistentes en capturar un enemigo por episodio son Los monstruos (1973) y Los que volvieron de allá (1987).

A estas alturas, Ibáñez ya ha trabajado con éxito el esquema de “la caza del caco”, en infinidad de historietas de dos páginas de esta época, en las que el autor se hace con el dominio pleno del movimiento y del gag secuenciado. Pero será en las aventuras largas cuando despliegue su talento de forma más contundente. Aquí, además de los gags relativos a la captura del criminal, incluye otros referentes a la ambientación (una estación, un aeropuerto, una mina, etc.), recurso solo esbozado en épocas anteriores.





Centrándonos en cada capítulo, el esquema es el siguiente. En primer lugar, se captura a Mike Ratatá “El Metralleta” en una estación, escenario que luego será muy usado en álbumes como La gallina de los huevos de oro (1976) o Los guardaespaldas (1977), entre otros. Por su parte, Anselmo “El Paquidermo” será apresado en el puerto, mientras que Wo-ti-jo “El Canijo” frecuentará un lugar tan común como el aeropuerto (Secuestro aéreo,1979, Corrupción a mogollón, 1994). En la captura de este último, nuestros agentes actúan con menos limpieza que en las anteriores, pues estrellan un avión lleno de pasajeros.




El episodio de carretera de Joe Potopotopop, “El Motocicleta” se ve enriquecido con una motocicleta preñada de gadgets que anticipan el sombrero de Chapeau “El Esmirriau” y con una interesante metáfora visual de un Mortadelo “hecho polvo”. Juzgue el lector si podemos hablar de un cameo de Otilio en este capítulo. Con referencia a la intertextualidad, la intercepción en carretera fue luego utilizada en álbumes como El caso del bacalao (1970) o La crisis del golfo (1991).

La captura de Orzuelo “El Moro” en el Ministerio de Escaramuza trae consigo un inolvidable cameo de Feliciano (de Vázquez) y un mítico choque de alfombras voladoras que dio pie a alguna ilustración alusiva. La captura de Mac Mochuelo “El Sanguijuelo”, saboteador de las defensas costeras submarinas, nos permite ver el segundo invento conocido del Bacterio, un líquido que vuelve las aguas (teóricamente) cristalinas. A pesar de que nuestros agentes conseguirán su objetivo, el profesor será agredido por ellos cuando vuelvan de la misión, sentando así las bases de un esquema que se repetirá en álbumes como Los inventos del profesor Bacterio (1972), Los superpoderes (1987) o Los espantajomanes (1990).

Blancanieves “El Mondongo” será capturado en una mina de carbón, con la “colaboración” de unos cascos de minero ideados por el Bacterio, que agraden a quien tienen delante, como los sombreros que un par de años después utilizará Mortadelo para luchar contra Chapeau. El color de piel (negro) de Blancanieves dará pie a lo largo del álbum a una serie de juegos de palabras que serán desarrollados en el posterior El racista (1992) Por su parte, nuestros agentes apresarán a Godofredo Ajoporro, “El vizconde Godofredo”, en una fiesta de la alta sociedad, uno de los escenarios preferidos del autor, ya que es un buen campo para “lucir” la falta de educación de sus agentes. Esta ambientación se repetirá en Los gamberros (1978), La elasticina (1980), El bacilón (1983), La prensa cardiovascular (1995) y Esos kilitos malditos (1997), entre otros.

Mención aparte merece Kar-Akol, “El Mongol”, caricatura de Julio Fernández, miembro de la editorial Bruguera. Además de presentar rasgos comunes a otras caricaturas que el autor ha hecho de este personaje, destaca su ceñida camiseta y su caracterización como buen corredor y deportista, cualidades que al mismo Fernández le gustaba fomentar y que han sido reflejadas por otros autores de la casa, como Escobar. Con el objeto de atraparlo, Bacterio recurre a un spray para aumentar la velocidad, aunque lo que consigue es paralizar a las personas y objetos.




El último detenido será Gedeón “El Chicharrón”, que, como tantos otros villanos, penetra en la sede de la TIA en el episodio final (Objetivo: eliminar al “Rana”, 1976, Soborno,1977, Los gamberros, 1978, Venganza cincuentona, 2007, etc.). Al igual que el “Rana” se disfrazará de Súper en su respectiva historieta, esta vez Gedeón se caracteriza como el profesor Bacterio. La astucia de Mortadelo será la encargada de reunir al jefazo en chirona con el resto de su banda. Así pues, la segunda misión de Mortadelo y Filemón culmina con una nueva felicitación por parte del Súper, que les impone una condecoración al valor, aunque Mortadelo sospecha que se trata de una chapa de refresco, lo cual confirma una vez más la precariedad de la TIA. Sin embargo, Gedeón “El Chicharrón” planea en la última viñeta de este episodio que nos hace seguir leyendo con avidez hasta llegar al capítulo final.

Este último acto viene marcado por la delirante persecución de toda la banda, tras hacer diez agujeros distintos para escapar de la cárcel (este gag, tanto por su concepción como por su desarrollo parece sacado del álbum de Lucky Luke Les Dalton dans le blizzard- Los Dalton van a la nieve-1963). La fuga trepidante en la que los villanos acaban disfrazados de mujer aparece aderezada con diálogos agudos y una acción continua, que da como resultado un extraordinario efecto cómico. Gracias a la astucia de Filemón, los delincuentes acaban metiéndose en el cuartel general de la Police, para ser capturados finalmente, de manera que la última tira del álbum nos presenta un doble desenlace: por una parte, los villanos picando piedra, cual si de los Dalton se tratara, y , por otra, a los protagonistas perdiéndose en la lejanía, vistos de espaldas con un sombreado en negro. Esta despedida, tan poco repetida posteriormente, entronca tanto con los finales típicos del cowboy Lucky Luke como con las marchas de Charlot dando la espalda al espectador en busca de nuevas aventuras.








En este álbum (y la última viñeta es un ejemplo de ello) destacamos un mayor idealismo en el personaje de Filemón, que habla de la satisfacción del deber cumplido, frente al pragmatismo de Mortadelo, que recela tanto de la condecoración del Súper como de la recompensa de los gendarmes. En cuanto al pensamiento de Mortadelo, ha sido muy debatido su comentario de la última página acerca de su “ser de Derechas”, comentario que no merece la menor importancia y que está claramente diseñado en función de un juego de palabras al que no hay que buscarle dobles lecturas y que, por otra parte, en la época franquista, no podía ser de otra forma.



En definitiva, se puede decir que estamos ante uno de los grandes álbumes de la pareja (no en vano alcanzó el tercer puesto en nuestra clasificación del mes de septiembre de 2007). Hay que destacar el cuidado dibujo, el eficaz entintado (probablemente todavía de Ibáñez), así como el juego con la viñeta y el encuadre, cambiante y original (véase la viñeta 4 de la cuarta página). Del mismo modo, sobresale la altura cómica de los diálogos, especialmente en las viñetas finales de cada episodio, en las que cada uno de los miembros de la banda aporta un comentario divertido acorde con su personalidad. A la vez que ocurre esto, el gag por acumulación que se va generando a lo largo del álbum en estas viñetas finales llega a cotas de hilaridad inusitadas en la serie. Por todo esto, no extraña que haya sido uno de los más traducidos, presentándose con títulos tan diversos como La bande des vise-en biais (Francia), La banda Mirasbieco (Italia), Wir Brigen Nachschub für den Knast! (Alemania), Fedtegrevens bande (Dinamarca) o Jacht op de Zwarte bende (Holanda). En cuanto a la relevancia dentro de la misma serie, destacamos la reaparición de la banda en Un crecepelo infalible, historieta apócrifa (¿reaparición motivada por estar el mismo Julio Fernández –Kar-Akol “El Mongol”- detrás de la misma?) y cómo no, en Venganza cincuentona (2007), donde los miembros de la banda tendrán que lidiar, ni más ni menos, con el inefable Rompetechos.