sábado, 28 de junio de 2008

ESPAÑA, ALEMANIA...Y MORTADELO

Un servidor no es, ni mucho menos, futbolero, pero parece absurdo sustraerse a un fenómeno social como el que ha desatado, particularmente, esta Eurocopa 2008. Y es que a pesar del "Podemos", del "a por ellos" y otras consignas alienantes de dudoso gusto, ni los más optimistas esperaban ver a la Selección española en la Final, con Alemania.

Pero no es esta la primera vez que ambos países se enfrentan en una final de fútbol. En el universo de Ibáñez, que es lo que aquí nos interesa, los respectivos equipos se disputaron la Final del glorioso Mundial 78. No es de extrañar que Ibáñez escogiera estas dos naciones, pues se trata de los países que mejor han acogido sus obras, lo cual los hizo merecedores del "regalo" de pugnar por el trofeo.



Un Ibáñez políticamente incorrectísimo presenta a Adolfo Suárez (se nota que estábamos en plena Transición) como representante español en el encuentro, mientras que Alemania viene encarnada por la figura de...¡Adolf Hitler!, lo cual, supongo, no haría una gracia especial a los germanos que quisieran librarse del reciente sambenito del nazismo. Ibáñez ya había tocado la fibra sensible de los teutones en este álbum con la magistral alusión al muro de Berlín en el desfile de turno, tema tabú entre los alemanes.


Tras compensar la balanza al destacar la finura y elegancia de los cantos germanos frente al pintoresco y escandaloso folklore español, el lápiz de Ibáñez culmina un álbum brillante con el partido final que enfrentará a ambas selecciones. Quedan, así, para la historia dos de los momentos más recordados de la bibliografía de Mortadelo y Filemón.


Por una parte, la magistral viñeta final de la página 42, toda una declaración de intenciones por parte de un autor que, según ha manifestado en repetidas ocasiones, odia el fútbol. Ibáñez se burla, de este modo, de los supuestos valores de fraternidad y bondad del deporte rey obsequiándonos con una media plancha antológica, brillante, cargada de humor salvaje, con un grafismo impecable y con un sentido de la composición cómica sumamente eficaz, creando así una escena inolvidable.




Como también lo es la viñeta en la que Mortadelo, único jugador sobre el terreno de juego, marca gol en propia portería dando la victoria al equipo alemán (no es por ser agorero, pero quién quita que mañana no tengamos los españoles un Mortadelo particular).








El álbum citado ha sido detalladamente analizado en su conjunto por Mortadelón en su blog-rincón en la sección de Las mejores historietas.


De la pluma de Ibáñez, Alemania volverá a llegar a la final en el Mundial 98, esta vez contra Francia, ocasión en la que el autor nos presenta un guiño que dejaremos para próximas entradas.



Sea cual sea el resultado de la final de la Eurocopa 2008, rogamos a los forofos controlen, bien su euforia, bien su tristeza.


Saludos.

domingo, 22 de junio de 2008

RAF, DIBUJANTE, ELECTRICISTA Y DECORADOR DE INTERIORES

Estimados lectores, por falta de tiempo y por afán de compilación, rescatamos para Corra, jefe, corra, un tema de mi antiguo blog, Veras y burlas, relacionado, como no puede ser de otra forma, con Mortadelo y Filemón. Confío en que aquellos que no lo leyeron en su tiempo lo hagan ahora y que los que ya lo hicieron, hace dos años, echen un nuevo vistazo, recordando lo que de bueno y malo pudo tener. Les dejo con el artículo.

De paseo por los pasillos de la TIA nos hemos encontrado con la siguiente viñeta, que nos ha dado un poquito de qué hablar y de qué escribir. Acompáñennos, si quieren, en este paseo por los “accesorios” de la conocida agencia. La citada viñeta pertenece al álbum de Mortadelo y Filemón “Las embajadas chifladas” (1991).

Sin embargo, no es el “estilo Ibáñez” lo que predomina en esta obra, como podrán comprobar. Basta con haber sido furtivos lectores bruguerianos para reconocer, sin mucho mérito, el trazo inconfundible, suelto, y “desaliñado” (en el mejor sentido de la palabra) de Raf. Estamos a principios de los 90. Las relaciones entre Ibáñez y Ediciones B se formalizan a pasos de gigante. El periodo de “negritud” consentida por el autor (1987-1990) va quedando atrás, aunque la presencia de ayudantes se seguirá notando, en mayor o menor medida, hasta 1995.


La caída de las revistas semanales no hará necesaria la premura de la entrega de ocho páginas por semana más portada, por lo que el equipo de entintadores podrá trabajar con más calma, e Ibáñez terminará más las viñetas. Pero, decimos, para ello habrá que esperar a mediados de la década. De momento, Ibáñez sigue con su destajera labor entregando unas páginas más o menos abocetadas a unos ayudantes más o menos uniformes, con resultados bastante notables a nivel gráfico.No obstante, en este álbum tenemos un entintador de excepción: el sensacional Raf.


Así, partiendo de estos bocetillos poco terminados de Ibáñez, Raf hace suya las páginas del compañero, sin esforzarse en ocultar la propia identidad. Es costumbre, como ha ocurrido en ocasiones en el extranjero ése, que cuando el que entinta las páginas de un dibujante de nombre es otro grande, éste último no se limite a pasar el rotulador sobre los trazos originales, sino que, a modo de licencia, imponga su propio estilo. Y eso es lo que ha ocurrido aquí con Raf.


Mientras que en algunas viñetas del álbum se observa un intento de ceñirse a lo “ibañezco”, en otras lo “rafiano” invade la ilustración. Es curioso el contraste entre el estilo “contenido” (aunque extremadamente expresivo) de Ibáñez y la anárquica soltura de Raf. A pesar de lo curioso del experimento, se podría decir que el estilo suelto de este último no acaba de encajar con la claridad expositiva que el papá de Mortadelo suele imprimir a sus cómics, dejándoselo todo mascadito a un público que prefiere la línea clara y el trazo rotundo. De ahí la sensación extraña al leer esta historieta.


Por otra parte, queremos destacar el hecho de que Raf, dueño de la TIA por un álbum, haya querido enriquecer los fondos de Ibáñez (que probablemente hace años que éste apenas esboza, salvo que haya algún elemento digno de ser destacado). Así, Raf se sorprende de que en una agencia de espionaje no haya más ordenadores, impresoras, lámparas y cosas así. Por ello, en espera de que los técnicos de investigación aeroterráquea se actualicen, decide, por lo pronto, ir instalando los enchufes, que pueblan las paredes de la organización durante todo el álbum.


Intranquilo e impaciente ante la llegada de la tecnología, Raf se percata de que los agentes de la TIA no tienen ni siquiera material de oficina para desempeñar las labores burocráticas diarias, de ahí que los dote de numerosos lapiceros que contienen lápices, bolígrafos y portaminas. El papá de Sir Tim, observador él, no deja de asombrarse del caos de estas instalaciones que se preocupa de poblar de cientos de papeles sueltos, probablemente fichas de personal o expedientes de casos, a duras penas sujetos con un libro que no tiene pinta de haberse abierto en mucho tiempo.A través de estos elementos, Raf, que no firma el álbum ni aparece como colaborador (el mercantilismo de Ediciones B, heredado de Bruguera, tiene miedo a enturbiar la omnipresente firma “Ibáñez”), está imponiendo su sello, firmando las páginas ajenas con un estilo tan inconfundible que no permite dudas.


No obstante, como siempre hay desconfiados bajo el sol, aquí dejamos una viñetita de “Mirlowe”, serie de Raf para Grijalbo, en la que los escépticos encontrarán, además del trazo indubitable, los enchufes, el papel suelto, los libros-posavasos y, en una esquinita, el lapicero con portaminas.Quede este álbum como anécdota de este acercamiento de Raf al universo de Ibáñez.





No conocemos las condiciones en las que se produjo esta colaboración, pero don Jaume Rovira confirmó en el blog de los amigos Burgomaestres la relación de amistad entre los dos dibujantes. Ambos de la misma edad, pasaron por las mismas revistas en su etapa pre-bruguera, compartieron penas y alegrías en el gigante editorial y emigraron juntitos a Grijalbo para ser rescatados después por Ediciones B. Las “bromas privadas” (que son públicas) entre ambos, son también habituales.A modo de detallito final, dejamos una última viñeta en la que vemos que Raf también se preocupó por el mechandising de la TIA, pues apreciamos una jarrita con las iniciales de la agencia. Tal vez no sea lo más adecuado para este tipo institución, basada en el sigilo y el anonimato, pero…¿Qué se puede esperar de una organización secreta que pone en la fachada un enorme cartel con su nombre y que nos permite, con sólo un golpe de ojo, adivinar el nombre de su decorador?

lunes, 16 de junio de 2008

PERSONAJES DE IBÁÑEZ EN PAFMAN

Aprovechando la feliz circunstancia de que el dibujante y guionista Joaquín Cera ha concedido una entrevista los miembros del Foro de la TIA, dedicaremos un anécdotico tema a un par de apariciones de los personajes de Ibáñez en la obra del autor de Pafman.


En realidad, la influencia de Ibáñez en la producción de Cera va más allá del mero cameo anecdótico, pues, en cierta forma, las historietas de Cera suponen una vuelta de tuerca al tipo de humor practicado por el autor de Mortadelo.

El mismo Cera, en la nombrada entrevista, cita al Mortadelo más clásico como una de sus lecturas de referencia. En efecto, además del carácter dual de personalidades enfrentadas (no inventado, pero sí consolidado por Ibáñez), ambos autores conciben las historietas como una sucesión frenética de gags encadenados que mueven a la risa al lector. La principal diferencia es que, mientras que Ibáñez se queda en el clasicismo del gag visual y mecánico (partiendo de las viejas películas en blanco y negro de Keaton, Chaplin, etc.), Cera aporta una dosis de humor absurdo y surrealista, más emparentado con sagas cinematográficas como Aterriza como puedas o Agárralo como puedas.




Como autor más joven, Cera cuida aspectos como la continuidad de los villanos, así como inteligentes reflexiones sobre la misma naturaleza del cómic, autoparodiando ciertos lugares comunes del género (algo equivalente a lo que han hecho Los Simpson en la televisión). A esto hemos de sumarle una mayor cercanía, por edad, con el público joven, a cuya cultura y convenciones dirige guiños que garantizan la comunicación con el lector.


Al margen de estas semejanzas y diferencias, citaremos, como dijimos, algunos cameos de los personajes ibañezcos en la obra de Cera.



La primera de ellas la hemos descubierto gracias a Señor Ogro que, en su insuperable artículo sobre 13, Rue del Percebe publicado en 13,Rue de Bruguera, nos muestra la visita de Pafman y Pafcat al mítico edificio de Ibáñez.






Más conocidas son las referencias en El asesino de personajes, historieta clásica de Pafman. En ella, vemos que Mortadelo es sometido a un interrogatorio por parte de los protagonistas, a los que sume en un profundo aburrimiento por la profusión de sus respuestas.







Más funcional es la aparición de Rompetechos, que confunde al pobre protagonista con una alfombra, demostrando que el cegatón de Ibáñez es un personaje comodín cuya comicidad es traspolable a distintos universos humorísticos.

Nos quedamos con estos simples ejemplos en espera de que mayores conocedores del mundo creado por Joaquín Cera aporten datos y completen la lista iniciada con estos anecdóticos cameos.

domingo, 8 de junio de 2008

13, RUE DEL PERCEBE: LOS NIÑOS TERRIBLES

Tras visitar a Ceferino Raffles, seguimos nuestro particular tour por la 13, Rue del Percebe. Esta vez toca el turno a sus convecinos de rellano: los niños terribles. Se trata de un número indefinido de infantes cuya crueldad dejaría al mismísimo Atila en pañales. Decimos que el número es indefinido porque aunque en un principio eran cinco (uno de ellos era un bebé), la cantidad va oscilando hasta llegar a tres. Suponemos que la acumulación de nuevas series hizo que Ibáñez redujera el número, algo de lo que no se resiente la tira, ya que la personalidad de los pequeños era idéntica e indiferenciable.

Si bien se puede afirmar que todos los personajes de 13, Rue del Percebe recogen arquetipos de la Escuela Bruguera, tal vez sea este el caso más evidente. Los antecedentes de los chiquillos no hay que buscarlos en los Zipi y Zape de Escobar, cuya peligrosidad partió desde el principio de una cierta inocencia, sino en los brutotes y cafres niños que Manuel Vázquez solía incorporar en su universo, tan del agrado de Ibáñez, así como en la misma tradición del humorismo gráfico.

En un principio, los pequeños inquilinos aparecían acompañados de su hermana, una rubia estilizada que no conseguía novio precisamente por la desafortunada intervención de los niños. Esta ansia de matrimonio entronca con las primitivas hermanas Gilda, también de Vázquez, con la diferencia de que aquí la joven casadera no está exenta de atractivo, y es la familia de la novia la que provoca el arrepentimiento de los pretendientes. Con el tiempo, este personaje desapareció de escena (¿encontraría marido y partiría del hogar materno con dos de sus hermanos?), tal vez por motivos de censura. Tanto el diseño gráfico de la muchacha como sus ansias de compañero pudieron no gustar a los censores, aunque el hecho de que su desaparición de la serie fuera progresiva nos hace pensar que el verdadero motivo pudo ser el mayor juego humorístico que ofrecían las gamberradas de los niños, no circunscritas únicamente a sus futuros cuñados.

Completa la serie la madre, usa santa señora que oscila entre la regañina leve y la resignación. Aunque en la gran mayoría de las páginas los niños se refieren a ella como “mamá”, hay una en la que hablan de la tía Enriqueta, refiriéndose al personaje (¿nuevo intento censor de convertir la familia en una asociación de primos, sobrinos y hermanos?). No obstante, no es este el parentesco que predomina. El padre, aunque aparecerá en un par de páginas, no será relevante para la serie, de forma que será la madre la contraparte preferida de los protagonistas.

No deja de ser curioso que en la caracterización de estos se observe una cierta evolución. Así, pasan de lucir una sonrisa maquiavélica y una expresión cerril digna del pueblo de Gila a ser más inocentones que malévolos, siguiendo la estela de otros niños del cómic español, como Zipi y Zape, tal vez por las mismas indicaciones censoras o por la evolución misma de la serie.

Al igual que en las otras viviendas, encontramos unos esquemas más o menos fijos que, combinados, dieron vida a esta casilla durante años. Insistiendo en que no es la única clasificación posible, proponemos la siguiente:


-) Travesuras varias. Desde colocar un cañón en la puerta hasta inundar el piso, pasando por agujerear las paredes o cortar en pedazos a los padres…En fin, pequeñas futesas infantiles.

-) Maltrato al visitante. Una variante del anterior, pero personalizando las consecuencias. En un principio, las víctimas eran los citados novios de la hermana mayor, pero el espectro se fue ampliando. Así, vemos que los pequeños son capaces de encerrar a las visitas en un baúl, usar la barba del abuelito como tobogán, cortar cabelleras, jugar al fútbol con un señor bajito como pelota, disfrazarse de espanto ante un enfermo del corazón, etc.

-) Mantener a raya a los niños. Y es que no siempre se pueden salir con la suya. En ocasiones, las visitas vienen preparadas, ya que la fama de los niños los precede. Así, acuden desde enfundados en una jaula hasta montados en un tanque. Sin olvidar a aquellos que los hacen colgar por el hueco del ascensor, al albañil que los enyesa, al señor gordo que se les sienta encima, o los que acuden acompañados de animales tan variopintos como un fiero can o un pulpo.

-) Objetos encontrados. A veces, los pequeños encuentran en la calle objetos diversos que alimentan su faceta destructiva, para desesperación de la madre. Dichos objetos van desde un casco de policía a una lámpara mágica, pasando por farolas, arañas gigantes, iguanas, dragones…

-) Los amiguitos. Y si los objetos son peligrosos, los amiguitos no se quedan atrás. Entre ellos podemos encontrar desde un extraterrestre hasta brutotes que son la horma de su zapato.

-) Los reclamantes. La señora madre no gana para disgustos, pues es frecuente que los damnificados por las travesuras de sus hijos acudan en busca de reparación. A destacar el señor a quien enyesan su perrito, las víctimas de las hojas de afeitar o el mismísimo capitán del Queen Mary (efectivamente, hundido).

-) Consecuencias de la travesura. En ocasiones, el gag que nos muestra Ibáñez no radica tanto en la travesura en sí como en las consecuencias de la misma, de gran impacto visual: los niños cubiertos de barro, de tinta o las paredes destrozadas por la manía infantil de arañarlas.

-) Precauciones maternas. Como no hay quien conozca a los hijos como la madre que los trajo, a veces nuestra sufrida señora tiene que tomar una serie de medidas preventivas, como colgarse del techo cuando sus hijos llegan del colegio, prepararles una jaula para la misma ocasión o sacarlos a la calle con correa y bozal.


-) Atribución errónea de travesuras. Y es que no hay nada como criar mala fama. Así, en ocasiones los pequeños han sido acusados de delitos que no han cometido, como cuando el edificio se dio la vuelta por completo o estalló por una bomba de plutonio robada por el vecino de al lado.

-) Lugares comunes de la infancia. Hay una serie de tópicos relacionados con el mundo infantil que Ibáñez no podía desaprovechar para estos chistes. Situaciones comunes como dar portazos, levantarse de la mesa sin terminar de comer, las primeras letras escritas en las paredes, la desesperación paterna ante las vacaciones de verano o la huida a la hora del baño…se encuentran también hiperbólicamente reflejadas mediante los personajes que estamos analizando.

Dichos personajes, al igual que el resto, volvieron a aparecer en la página especial que Ibáñez hizo de la serie en 2002, siendo tal vez la vivienda donde el paso del tiempo ha roto más el encanto y la inocencia. Así, el autor no duda en presentarnos a los sufridos padres (la madre no se parece en nada) padeciendo las “travesuras” propias de la edad actual de los niños: la música estridente, el rollete con la novia en pleno salón, la moto circulando por la casa e incluso el consumo de pastillas de éxtasis…Desencanto ibañezco en estado puro.


A pesar de que estos personajes son sumamente característicos de esta inolvidable sección, no parecen ser los preferidos de Francisco Ibáñez, quien no los reversiona en su 7, Rebolling Street y únicamente les concede un cameo de fondo en El 35 aniversario (1992). En El estrellato (2002) ni siquiera aparecen, al contrario que otros vecinos del inmueble. Tal vez esto se deba a que su carácter arquetípico los convierte en una creación menos personal para el autor. Sea como fuere, inmortalizadas quedan sus barrabasadas en las antiguas páginas de 13, Rue del Percebe, para lectores de todas las edades.



domingo, 1 de junio de 2008

MUNDIAL 2006

Mundial 2006 (2006) supone hasta el momento el último acercamiento de Francisco Ibáñez a los mundiales de fútbol. No hace falta decir que esta historieta, como tantas otras a partir del año 2000, únicamente contribuye a que se mantenga la atonía de la serie. El dibujo, aunque correcto, mantiene el anquilosamiento propio de este periodo y desde el punto de vista del guion se aprecian algunos errores que serán comentados posteriormente.

Estructuralmente, la historieta empieza con una introducción sobre el deporte rey que recuerda a las viejas páginas de temática deportiva que el autor realizó en la antigua editorial Bruguera. En general, una sucesión de chistes y comentarios más o menos simpáticos ocupan las cinco páginas iniciales. Tal vez lo peor de este prólogo sea lo zafio del vocabulario y las onomatopeyas, así como lo manido de algunos gags (como el de la reacción del empleado que ha acertado una quiniela). Ibáñez trata de pasada del asunto de los sobornos deportivos, lo cual remite a algunos históricos momentos del álbum Soborno (1977). Del mismo modo, los privilegios sociales de que goza el fútbol en nuestra sociedad, son retratados de la misma manera que en En marcha el Mundial 82 (1982) Algún que otro hábil ataque dedicado a este y otros deportes cierran este discreto apartado.

Ya en la sede de la TIA, Mortadelo hace su aparición besándose con la encargada de la copiadora, a la que Ofelia parece tener unos celos similares a los que profesaba a la señorita Irma, personaje que, se confirma una vez más, no parece que Ibáñez vaya a rescatar. En otros álbumes como El nuevo cate (1993) también hemos visto a Mortadelo en actitudes comprometidas con un miembro femenino de la TIA. Después de que el Súper anuncie la nueva misión a los agentes, estos salen disparados, lo cual no sería reseñable, si no fuera por el anecdótico cameo de Pepe Gotera y Otilio, que portan un tabique de acero.

En este mundial encontramos como novedad que la selección española, con tal de no volver a toparse con Mortadelo y Filemón (otro rasgo de continuidad propio de Olimpiadas y Mundiales), prefieren perder la fase con Pedovaquia, pero dos factores lo impedirán: el primero, un cóctel letal que Mortadelo prepara a los rivales, cuya receta aprendió de un televisivo Lucrecio Borgio (suena más a despiste de Ibáñez que a reminiscencias de El caso del bacalao, 1970, pero ustedes quédense con la hipótesis que les resulte más interesante); el segundo, un menguado y melenudo Aznar que, en nombre de una patria que sea “Una, grande y libre” da la victoria al conjunto español. La caricatura del conocido expresidente, aunque demasiado insistente, resulta simpática en esta ocasión.




Esta vez Mortadelo y Filemón tendrán que vérselas con unos extraterrestres que, camuflados como equipo de fútbol, constituyen las avanzadillas de una invasión total. Como se puede comprobar, una ligera excusa que da pie a que nuestros agentes se infiltren en la selección, ahora no como deportistas, sino como sanitarios, probablemente por variar los esquemas de álbumes anteriores. No es esta la primera vez que vemos a Mortadelo y Filemón actuando como sanitarios. Sirvan de precedentes, por ejemplo, Los secuestradores (1976), La Gomeztroika (1989) o El SOE (1992). Esta opción se adopta no sin antes descartar la posibilidad de hacerse pasar por jugadores, tras el clásico entrenamiento previo (esta vez de dos páginas) que muestra la inaptitud de nuestros héroes.

En la inauguración de los fastos no puede faltar el ya clásico desfile de naciones en que se construyen gags basados en el lugar de origen de los deportistas. Esta vez, sin embargo, el resultado final deja bastante que desear. Destaca la repetición de viejos chistes: israelíes y palestinos se pelean como lo hicieran los representantes de ambas Alemanias en Mundial 78, (1978), los noruegos lucen una cornamenta que recuerda a Los vikingos (2000) y la asociación entre el hambre y los jugadores de Gana se nombra ya en El señor Todoquisque (1992).

A partir de este punto, encontramos veintidós páginas en las que los gags oscilan entre los que muestran la inoperancia de los agentes como sanitarios y, especialmente, los comentarios mal interpretados por los protagonistas que los llevan a cometer un error de tristes consecuencias, creyendo siempre estar tras la pista de los extraterrestres. Este último esquema, similar al ya explotado en los años de “Agencia de Información”, resulta bastante desfasado en este cómic y apenas logra arrancar una sonrisa. Como escenarios de los malentendidos tenemos el hotel donde se alojan Mortadelo y Filemón y el propio estadio.




El clímax del álbum llega cuando políticos internacionales, conmemorando el Día de la Paz, se dan empujones por salir primero en la foto (una versión menos acertada del gag de los pacifistas de Cacao espacial, 1984). Destaca la aparición de Evo Morales, de reciente actualidad durante la realización del álbum, Bush, Shirac, Carod Rovira, que ya había aparecido en El kamikaze Regúlez (2005), así como la insulsa presencia de Zapatero, sobre el que el autor no suele cargar las tintas. Finalmente, será la presidenta alemana Ángela Merkel la escogida por el cabecilla de los extraterrestres para encarnarse durante su estancia en la tierra. Tras una sencilla prueba sobre conocimiento sobre la humanidad, nuestros agentes descubren al equipo de invasores, que finalmente escapa a bordo de una nave espacial, no sin antes chamuscar a todos los politicastros, desencadenando así las iras del Súper.

El álbum, realizado a caballo entre 2005 y 2006, parece hecho con cierta premura, ya que son frecuentes los errores. Así, en la viñeta de evasión de los extraterrestres, los bocadillos de Mortadelo y Filemón aparecen intercambiados. A esto tenemos que sumarle faltas de ortografía como *deshechada (pág. 13) o *caye ( pág. 36). Del mismo modo, en la cartela de la primera viñeta de la página cinco, parece que la palabra “espectadores” es un error, en lugar de la correcta, que sería “deportistas”. La incorporación de Evo Morales, que, como hemos dicho, estaba de rabiosa actualidad, confirma que el álbum se terminó poco tiempo antes de ver la luz, apremiado quizás por la celebración de la cita deportiva en cuestión, de lo cual se resiente el resultado final.




Aunque los numerosos fans alemanes de Mortadelo y Filemón no han podido disfrutar en su lengua de este Mundial celebrado en su país, tenemos que decirles que no se han perdido demasiado. Sin duda alguna, una aventura olvidable, que poco o nada aporta a la principal serie humorística de Francisco Ibáñez.