domingo, 28 de septiembre de 2008

13, RUE DEL PERCEBE: LA ANCIANA AMANTE DE LOS ANIMALES

Pasado el verano, continuamos con el recorrido por la 13, Rue del Percebe que tanto han seguido nuestros lectores. Hoy toca hablar de la ancianita amante de los animales, otro de los personajes más característicos del conocido edificio. Poco sabemos de ella, salvo que se trata de una viuda (en la revisión de 2002 vemos un retrato de boda) que lleva una vida retirada y ociosa, pues su única actividad consiste en cuidar de sus animalitos y recibir visitas, costumbres ambas típicamente burguesas. En una primera etapa dichas visitas son más raras, pero se ve que la buena señora fue aumentando su sociabilidad hasta el punto de que, pasados unos años, las visitas son abundantes y diversas, para reducirse en años posteriores a la aparición de otra anciana también de cabello blanco que se convierte en una sabia consejera y en la principal observadora atónita del pequeño zoológico que la señora ha llegado a crear en su piso.

Esta tipología no es de las más explotadas en la Escuela Bruguera, pues aunque había otras señoras que vivían solas, como Doña Urraca (de Jorge) o Doña Lío Portapartes (de Raf) los leiv-motiv de ambas se centraban, respectivamente, en las maldades de una y los inquilinos de otra. Tampoco las solteronas Hermanas Gilda (obra de Vázquez) se relacionan directamente con este personaje ibañezco, pues ambas tienen compañía mutua, que hace innecesaria el refugio en la acogida de animales. Más relación guarda con la obra escobariana de Doña Trini y sus animalitos, en las que el padre de Carpanta refleja las anécdotas de un entusiasta personaje que acompaña su soledad con la presencia de seres vivos de distintas especies.

Volviendo a nuestra protagonista de hoy, recordaremos que su principal característica es su desmedido amor a los animales, aunque en sus primeras páginas su atención se centraba en los gatos (concretamente en uno llamado “Pichichi”, en la prehistoria de la serie), aunque Ibáñez decidió ampliar las posibilidades de este casillero diversificando la fauna, con el objeto de dar pie a nuevos gags.








Como hemos hecho en otras ocasiones, hemos agrupado los principales gags que nos ofrece Ibáñez en distintas categorías, aunque queremos recordar que estas no son exclusivas ni excluyentes, antes bien, se caracterizan por su permeabilidad entre ellas. Dicho esto, distinguimos los siguientes tipos de gags:

1.- Los animales peligrosos. No es raro que los inocentes animalitos intenten perjudicar a su ama. Así, tanto la camada inicial de gatitos como los que vendrán después harán la vida imposible a la dueña de distintas formas: conectando un enchufe a su nariz, metiéndola en una jaula, quemando un armario, quitándole las gafas, haciéndole llaves de judo, etc.

2.- Perjuicio de animales extraños. En ocasiones no son las propias mascotas las que provocan el daño, sino otras que asoman por la ventana, bien sea una cigüeña que escoge la casa de la anciana para anidar, bien sea un gorila que se cuela en el piso.

3.- Desengaño ante el animal comprado o recogido. A veces, la mascota puede salir “rana”, como el gatito que resultó ser un tigre o el loro que no era tal, sino un buitre.

4. Recriminación a la mascota. En otras ocasiones, el gag se basa en una recriminación de la dueña ante el animal, por cometer alguna acción poco recomendable. Recordamos así las broncas a los gatitos por llegar borrachos, beber del porrón o asustarse ante los ratones. También los elefantes son susceptibles de llevarse una reprimenda por dar pisotones, al igual que los loros gamberros que llaman a los bomberos.



5.- Cualidades insólitas del animal. Este es uno de los tipos de gag más característicos de esta historieta: la protagonista enseña a una atónita visita la propiedad asombrosa de uno de sus animalitos, como el gato persa que vuela en alfombra, el galgo que canta, el perro pastor, policía o de aguas (incluso el perro volador), el gato gigante o el dinosaurio.

6.- La anciana toma el control. En ocasiones, la buena viuda se venga de sus animalitos y los pone firmes con medidas tan contundentes como hacerles vestir con trajes de presidiarios o incluso lanzar un bichejo mayor (un cocodrilo, por ejemplo) contra la mascota.

7.- Baja en la Sociedad protectora de animales. Resulta recurrente que el eje central del gag consista en una llamada de la anciana para darse de baja en la Sociedad protectora de animales, dado el maltrato a que es sometida por ellos.

8.- Acumulación de mascotas. En otras ocasiones, nos encontramos ante gags meramente visuales basados en la sobreocupación del piso de la dueña, bien sea con la acumulación de animales de una misma especie (la primera página, referida a los gatos) o de los tipos más variados (hipopótamos, cocodrilos, rinocerontes, elefantes…).

9.- Exceso de mimo. El amor a la mascota puede llevar a protegerla en exceso, algo que nuestro personaje hace constantemente, ante el asombro de su amiga, quien observa atónita cómo la anciana alimenta tanto a los animales que estos llegan a hundir el piso, por ejemplo. También vemos que algunas de las mascotas tienen coche propio, que la viejecita llena el piso de agua para sus peces, que lo inunda de nieve para el perro San Bernardo o da una cena de lujo a su perro de raza.

10. Exigencias zoológicas. Y es que, claro, tanto mimo hace que los bichejos se vuelvan exigentes y sibaritas, dando pie a algunos de los gags más hilarantes de la serie. Así, cuando la comida no es del agrado del animal, éste puede llegar a tirarle los huesos a la dueña o incluso a lavarse los pies en la sopa. En otras ocasiones, el bicho en cuestión golpea a su ama para indicar que tiene hambre o le dispara si esta le pisa la cola.

11.- La anciana saca provecho. Pero nadie da duros a peseta y nuestra protagonista no es tan tonta como parece, de ahí que, de vez en cuando, saque provecho de sus animalitos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hace embutidos de sus cerdos, usa la trompa del elefante como ducha, la serpiente como cuerda o el pico del pelícano como bolsa de la compra.

12.- Comentarios de ventana. Aunque no sea un gag característico de este personaje hemos observado que, en ocasiones, Ibáñez no teje el gag en torno a los animales de la anciana, sino que se basa en lo que esta observa a través de su ventana, tal vez por la tendencia habitual de las personas mayores al chisme y al chafardeo. Así, la viejecita lo mismo atiende al secuestrado de su vecino el caco como al gendarme que va a detenerlo, del mismo modo que puede ofrecer un muelle a un pobre desgraciado que cae fachada abajo.

Estos son algunos de los tipos de gags básicos que podemos encontrar en relación con este personaje femenino, aunque, como se ha dicho, la clasificación sea moldeable. A pesar de ser uno de los personajes más característicos de la 13, Rue del Percebe, no parece ser uno de los preferidos de Ibáñez, pues este no la rescata en la visita de Mortadelo y Filemón al popular edificio en El 35 aniversario (1992). En El estrellato (2002) la vemos solapadamente, asombrada por la jirafa que, desde la consulta del veterinario, asoma por su ventana, pero se trata de más que de una aparición irrelevante.

En la revisión que Ibáñez hizo del edificio en 2002 vemos que la anciana ha sustituido sus animalitos por un robot que la abanica y el canario por un móvil con la sintonía de Operación Triunfo. Podemos sacar alguna conclusión de este cambio. En primer lugar, que los múltiples desengaños de la mujer la han llevado a preferir la compañía artificial (tecnológica) a la de los animales de carne y hueso, quizás porque a esta nueva tecnología sí la puede controlar, algo que en raras ocasiones conseguía con sus bichitos. El hecho de que recurra a la sintonía del conocido programa de televisión también nos indica que la señora se ha hecho seguidora de este espacio (también la televisión se puede considerar un adelanto tecnológico). En definitiva, podemos ver que lo que esta mujer necesitaba era sentirse acompañada, necesidad que, con el paso del tiempo, ha demostrado ser mayor que el amor hacia la fauna del que alardeaba en el pasado.

En cuanto a la herencia que ha dejado este personaje, encontramos dos ancianitas análogas en la serie 7, Rebolling Street, con un diseño gráfico más atractivo, aunque carentes del encanto original. Los gags a los que dan pie en poco o nada difieren de los de la serie primitiva.


En otro orden de cosas, podemos considerar “herederas carnales” de nuestra protagonista y su amiga a Marisa y Vicenta, las dos ancianas que compartían piso en la serie de televisión Aquí no hay quien viva, basada parcialmente en 13, Rue del Percebe. Estos personajes, interpretados respectivamente por Mariví Bilbao y Gemma Cuervo (después se les uniría la gran Enma Penella en el papel de doña Concha) tienen en común con las originales su avanzada edad, pero poco más, pues los guionistas de la serie televisiva, como hicieron con otros personajes, desarrollaron características propias, alejadas del cómic. Sí hay que subrayar la dependencia de Vicenta respecto a su perro Valentín, al que cuida como si fuera un hijo, tópica forma de sublimar un deseo de compañía característico de las mujeres mayores solitarias (tal y como le ocurre a nuestro personaje). Marisa y Vicenta tuvieron su réplica en Izaskun y Mari Tere (nuevamente Mariví Bilbao y Gemma Cuervo) en La que se avecina, serie derivada de Aquí no hay quien viva, aunque sin que surgieran del cambio analogías con el cómic destacables.

Les emplazamos a que, en próximas entradas, sigan haciendo con nosotros este recorrido por ese peculiar edificio que es 13, Rue del Percebe.




domingo, 21 de septiembre de 2008

LA CAJA DE LOS DIEZ CERROJOS (1971)

El álbum La caja de los diez cerrojos fue publicado en la Revista Mortadelo, entre el doce de abril y el catorce de junio de 1971, en pleno proceso de rejuvenecimiento de la serie, con una recién descubierta TIA y un estilo que parece corresponderse con el “Ibáñez” definitivo, alejado ya de los alardes francobelgas. Será este contexto el que permitirá el desarrollo de una de las grandes obras de Francisco Ibáñez, uno de los álbumes más característicos de su producción.






Ya desde el punto de vista gráfico observamos un estilo definido, con unos Mortadelo y Filemón un tanto regordetes y, por qué no decirlo, infantilizados en cuanto a su diseño. Tal vez nunca como en esta época hayan tenido una figura más entrañable. El acabado de este álbum, como de otros de la época, corresponde a Martínez Osete, encargado de las tintas. El color de la edición original, plagado de tonos planos y chillones, aunque no está cuidado, no resulta desagradable y contribuye al encanto estético de la obra. Hay que destacar también algunos restos de experimentación en la puesta en escena, con viñetas que rompen con su contorno y adoptan formas que serán raras en los álbumes siguientes, en los que prima el pragmatismo, impuesto por la demanda.


Desde el punto de vista argumental, en esta aventura nuestros agentes han de encontrar las diez llaves que abren los cerrojos de la caja legada por el difunto millonario Julius Ricus Cresus, caja que, por motivos que desconocemos, se encuentra en la TIA. También es un misterio por qué es la TIA la destinataria de la fortuna del ricachón, así como quién le ha proporcionado la lista con los diez lugares. Otra laguna argumental es la linealidad de la búsqueda, pues nuestros agentes han de ir en pos de las llaves semana tras semana, en lugar de que diez agentes las busquen simultáneamente en los diversos rincones del planeta.

Sin embargo, estos pequeños fallos argumentales no restan fuerza a la historia, pues en ella tenemos, en palabras de Kaximpo “la primera y más redonda muestra” del subgénero de Mortadelo y Filemón consistente en buscar diez elementos en diez sitios distintos. Así, el amigo Kaximpo relaciona esta técnica narrativa con el MacGuffin de Alfred Hitchcock en el tema La caja de los diez MacGuffins, publicado en este mismo blog en octubre de 2007. En este subgénero, lo de menos es el elemento que nuestros personajes han de encontrar, pues se trata de un mero detonante para desencadenar la acción cómica. El chasco final refuerza esta idea.

Así, La caja de los diez cerrojos iniciará este recurso tan netamente ibañezco, que, años después, podremos ver en ¡A la caza del cuadro! (1971), Los diamantes de la gran duquesa (1972), El plano de Ali-Gusa-No (1974) o El caso del calcetín (1976), entre otros. Del mismo modo, el álbum que estamos comentando inaugura la temática “viajera” en la que el autor explota los recursos cómicos que ofrecen los tópicos de cada país. Destacan en esta línea Las embajadas chifladas (1991) o 20.000 leguas de viaje sibilino (1994). Sin embargo, será en esta historieta donde por primera vez Ibáñez demuestre el potencial cómico de sus criaturas en relación con los diversos tópicos nacionales, haciendo, además, como señala Miguel Fernández Soto, un extraordinario ejercicio de síntesis, pues en cada episodio de cuatro hojas (once en total) los agentes deben acudir al lugar en cuestión, recuperar la llave y volver para que el Súper haga un comentario desafortunado que motive alguna cruel venganza.


Como ocurre en otras historietas similares, el primer episodio es meramente introductorio, pero necesario para comprobar de hasta qué punto es imposible abrir la caja por otros medios que no sean las llaves. No será hasta la viñeta final de este capítulo cuando se nos desvele y anticipe astutamente lo recóndito de los escondites, dejándonos adivinar la que les espera a los protagonistas, lo cual es una forma de ganarse hábilmente a los lectores de semanas posteriores. Hay que destacar de esta parte el divertido jugo que se saca a la parodia de los agentes secretos, fruto de la nueva dirección por la que se encamina la serie. Así, se hace burla de recursos tales como las contraseñas, entradas secretas y la destrucción del mensaje.

A partir del segundo episodio encontramos que cada capítulo se encabeza con algunas rimas un tanto forzadas (especialmente la que hace rimar “Idaho” con “colorao”), como ya vimos en álbumes como Contra el gang del Chicharrón (1969), Chapeau “El Esmirriau” ( 1971) o La máquina del cambiazo (1971), al igual que las páginas finales de El caso del bacalao (1970). Observamos la precariedad del transporte, que Mortadelo intenta solventar pidiendo ayuda a un amigo, aunque, como de costumbre, esto no mejora mucho las cosas. Este tipo de gags demuestra que Mortadelo es un hombre de recursos y con muchas amistades, aunque estas no siempre le ofrezcan lo mejor. Unas breves peripecias con los indios, de entre las que destaca la conversión de Mortadelo en rana, finalizan con la consecución de la llave y un comentario del Súper que desata las iras de los agentes.

Sin embargo, en el tercer episodio será el Súper quien se enfade al final al ver su despacho recién limpio cubierto de tierra, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que nuestros agentes acaban de regresar el Oasis de Cel-ed-onio, en medio del desierto. Un capítulo agorafóbico sazonado con el juego que dan los espejismos, en donde se demuestra que Ibáñez es capaz de sacar partido propio a un escenario tan vazquiano como el desierto, donde uno de sus referentes, Anacleto, vivió tantas aventuras.
Un nombre parecido al del oasis del episodio anterior tiene el iglú del cuarto, el Iglú de Celedonic, situado en el polo. Los gags están aquí relacionados con el frío, como ocurrirá en otras historietas como Los guardaespaldas (1977) o La gallina de los huevos de oro (1976). De hecho, si en esta última historieta Mortadelo confundió el equipaje con la ropa de invierno con una nevera, en La caja de los diez cerrojos se llevará, por error, la ropa de verano. Otro gag que se repitió en Las embajadas chifladas se refiere a la inconveniencia de ponerse de pie dentro de un iglú. En este y otros capítulo se demuestra que nuestros agentes poseen todavía una relativa eficacia, pues, salvados los problemas de desplazamiento, no tardan demasiado en encontrar las respectivas llaves en los diferentes lugares.

En el siguiente episodio Mortadelo y Filemón llegan al Congo, donde se la verán con rinocerontes, cocodrilos y otras especies. Dado que el África misteriosa era una de las ambientaciones favoritas del dibujante André Franquin no extraña ver aquí algunos rasgos franquinianos, como el de los negritos tribales o el gag de pasar por encima de los hipopótamos creyendo que son piedras, algo que vemos en el álbum de Spirou La mina y el gorila , de 1956.






La agresión al Súper da paso al siguiente episodio, que nos lleva a uno de los lugares favoritos de Ibáñez, la Gran Muralla China, donde presenciamos la mítica escena en la que Mortadelo le pregunta precisamente al encargado de sacarle brillo todos los sábados. Mortadelo, siempre más lleno de iniciativa que su jefe, es el que, diccionario en mano, conversa con los lugareños, llegando a utilizar en la página 24 un recurso tan poco usado como la supuesta trascripción al español de unos dudosos caracteres chinos.

La sexta llave podría haber sido la más fácil de encontrar si Filemón hubiera leído bien y hubiera observado que se hallaba en el bar “La Luna”, en la esquina de su calle, y no en el satélite terrestre. Una serie de tentativas para colarse en el cohete Saturno constituyen este episodio, algo diferente a los anteriores por su localización. El siguiente tampoco transcurre en un lugar geográfico con costumbres y ambientes tipificados, sino en el océano ( no se dice cuál). Este episodio contiene algunos gags brillantes, como el intento de inflar un bote por parte de Filemón a pesar de la torpeza de Mortadelo. Encontramos en él, además, un par de gags de raigambre vazquiana. Así, el dibujante madrileño ya había hecho un chiste similar al de las “cartas de navegación” en el Din Dan Extra de Verano de 1969. Del mismo modo, el gag de viajar “rumbo al sol” es de un surrealismo tal que parece pertenecer más al universo de Vázquez que al de Ibáñez.

En el noveno episodio, rumbo a la India, encontramos una precisión temporal a la que no hay que darle mayor importancia, pues desencadenaría un caos cronológico para el lector. Así, se dice que salieron de España en el año 53 para acabar llegando a su destino en mayo del 71. Esta última fecha podría coincidir, grosso modo, con la de publicación en la Revista Mortadelo. En la India los agentes protagonizan gags que veremos en futuros álbumes. Así, los peligros de una cuerda de fakir se vuelve a ver en 20.000 leguas de viaje sibilino, los del colchón con pinchos aparecerán de nuevo en Los guardaespaldas, mientras que los de la cobra en una vasija se ven tanto en estos dos álbumes como en Corrupción a mogollón (1994).


La novena llave se encontrará en el pueblo de Mortadelo, que en contradicción con Su vida privada (1998), donde se indica que es Borricón de Arriba, ahora se trata de Villa Rebuzno de Abajo. Ibáñez ha confesado en varias ocasiones (entre ellas, se lo confirma a un servidor en el siguiente link: http://www.historietaspodcast.com/2008/05/11/hp025-francisco-ibanez-y-toni-guiral-salo-comic-barcelona-3/) que, en ocasiones, hace “transfusiones del humor de Mortadelo”, es decir, coge una historieta antigua y, tras leerla, se inspira para seguir trabajando. Parece que nos encontramos ante un claro caso de tan singular actividad creativa. Así, el Tíco Cascorro parece igual de bruto que el Primo Pezuño de Su vida privada, la víbora del caño se similar a las sanguijuelas en el abrevadero, mientras que el chapucero doctor de la primera historieta es sustituido en la segunda por la abuela de Mortadelo.

En el último episodio nos planteamos nuevamente la vinculación que debió existir entre el finado millonario Julius Ricus Cresus y la TIA, pues escondió ahí la décima llave , lo que nos supone uno de los primeros vistazos sobre la vida interna de la organización. Así, sabemos que Filemón roba al Súper, que los agentes no acuden al llamado de este salvo cuando oyen caer un billete al suelo y descubrimos al mostachudo jefazo jugando con un caballito, detalle que reprodujo años después Javier Fesser en La gran aventura de Mortadelo y Filemón.

Finalmente hallamos la tensión final al abrir la caja, que no parece contener otra cosa sino una gran cara de broma, la cual no solamente asusta a nuestros agentes, sino que los sume en la más profunda irritación y frustración, al haberse arriesgado por semejante futesa. Un gag parecido encontramos en la historieta de Anacleto, agente secreto Misión: Guardaespaldas, publicada por Vázquez en el Mortadelo Extra Carnaval de 1971. Sin embargo, Ibáñez nos depara una sorpresa, pues, una vez arrojada a los abismos marinos, vemos que la cara-broma contenía un diamante de setenta y dos mil kilates. Unos monstruos marinos (como los que veremos en Dinosaurios, 1993) reflexionan sobre la codicia humana en uno de los finales más inolvidables de la serie.




La gran calidad de este álbum, así como el hecho de pertenecer a la primera etapa de las aventuras largas de Mortadelo y Filemón, ha posibilitado su exportación y traducción a muchos idiomas. Así, se llamó Verdammt, wer macht die Kiste auf? en Alemania, De kist met tiem floten en Holanda, Avainten arvoitus en Finlandia, Dix petites clés en Francia y A caixa des dez chaves en Brasil. Sin duda, una buena representación de la serie en el extranjero, con un ritmo magnífico, un dibujo entrañable, pericia narrativa y simpáticos gags.

Del mismo modo, conviene subrayar la trascendencia del álbum dentro de la historia de Mortadelo y Filemón pues inaugura, a la vez, dos subseries: la de viajes por el mundo y la de la búsqueda de diez objetos escondidos en diez sitios distintos. Como anécdota, recordaremos que un concursante del popular espacio televisivo 50x15, ¿Quiere ser millonario? consiguió una cuantiosa suma por saber lo que eran los hotentotes. Cuando le preguntaron cómo sabía tan enrevesada respuesta, arguyó que conoció la palabra en una historieta de Mortadelo y Filemón (ésta) en la que una contraseña rezaba del siguiente modo: “Esos tipos con bigote tienen cara de hotentote”. Y es que Mortadelo y Filemón ya forman parte de la cultura popular de todos nosotros.

domingo, 14 de septiembre de 2008

FILEMÓN, EL ESCATOLÓGICO

Queremos que presten hoy atención a esta secuencia de una historieta corta de "Mortadelo y Filemón, Agencia de información" titulada Zapatos con radar, en la que Mortadelo ha ideado unos zapatos que se adhieren a cualquier superficie metálica.

La situación embarazosa para Filemón llega cuando va a dar con el pie en una farola en la cual se ha orinado un perro, de manera que parece que él ha sido el de las aguas menores, todo esto bajo la mirada censora de una señora.
Pues bien, si observan, la Censura se ha encargado de desbaratar el gag eliminando las aguas menores del can y cambiando el bocadillo de la transeúnte. Vean, vean:





Hasta aquí todo normal. El perrito se va tan contento después de haber hecho sus cosas...





Pero ahora se masca la tragedia, pues Filemón se dirige irremediablemente hacia la farola, por culpa de sus zapatos...





En esta viñeta, sin embargo, observarán que alguien se ha encargado de limpiar los restos del perrito, de manera que la parte inferior de la farola ha sido retocada, eliminando cualquier indicio que insinuara que Filemón era el autor de la meadita de las narices.



En la última viñeta de esta secuencia se vuelve a apreciar el retoque del borde inferior de la farola, la supresión del charco de pis y el cambio en el bocadillo de la señora, que hace referencia a la forma de algunos de esperar el autobús, una observación que no va en absoluto en concordancia con la expresión de su rostro.

Resulta evidente que en esta viñeta la mujer creía, originalmente, que Filemón se había orinado, cual perro callejero, en una farola, deducción que viene reforzada por la posición de la pierna.

Sin embargo, alguien en la oficina de Censura debió pensar que tal alusión a lo fisiológico era inadecuada para los jóvenes lectores y se encargó de los cambios señalados y de arruinar el gag de Ibáñez.

No es esta la única ocasión en que se toman medidas de este tipo. Mortadelón, en su blog, ya nos mostró cómo el orinal que salía en Magín el Mago (1971) se convertía en un extraño jarrón amorfo por la supresión de las asas.

Y es que para la Censura cualquier detalle que nos recordara que somos materia y subrayara nuestra dimensión fisiológica era digno de la hoguera. ¡Qué le vamos a hacer!

domingo, 7 de septiembre de 2008

MORTADELO Y FILEMÓN: LA TRADUCCIÓN

Esta semana tendremos la oportunidad de ver cómo han sido traducidos nuestros Mortadelo y Filemón a otros idiomas, contrastando la versión original con la "doblada" y sacando, a partir de ello, algunas conclusiones. Así, resulta evidente que, en ocasiones, la traducción literal es imposible, por tratarse de juegos de palabras, lo que obliga al traductor a hacer maravillas para intentar adaptar el texto de la mejor manera posible. Otras veces, sin embargo, los traductores obran con total arbitrariedad, alterando los textos de manera inmotivada, como veremos a continuación.


Un ejemplo de esto lo tenemos en las versiones alemanas de nuestro cómic, pues no es raro encontrar alteraciones flagrantes en las historietas de Clever und Smart (nombres germanos de los agentes de la TIA). Así, tomaremos como referencia la historieta Corrupción a mogollón (1994), titulada en Alemania "Immer rein in den Sack -hier zockt jeder ab!". En ella se observan cambios tan aleatorios como el siguiente. Fíjense en las dos viñetas que presentamos:




Como verán, en la viñeta original el Súper llama a Mortadelo en dos ocasiones, repitiendo su nombre. Sin embargo, en su homóloga germana, llama tanto a Mortadelo como a Filemón (Clever y Smart). ¿Qué lleva al traductor a hacer este cambio? No tenemos respuesta de momento, pero sigan, sigan leyendo.






Obviamente, la comparativa de traducciones la vamos a hacer partiendo de aquellos elementos que saltan a la vista, pues el que suscribe desconoce el idioma alemán. Como verán, en la primera pareja de viñetas semejantes que les presentamos, se alude en la versión española a Van Gogh, mientras que en la alemana se habla de Rembrandt. No parece explicable este cambio de pintor, pues ambos son autores clásicos bien conocidos por el público europeo de cualquier lugar, por lo que no cabe contemplar la alteración "por moda". Ambos son, además, holandeses, por lo que queda descartado cualquier proceso de "nacionalización" por parte de los alemanes.

En cuanto a la otra pareja de viñetas, vemos que en la versión alemana se habla de "Don Ibáñez", nombre que no aparece en absoluto en el texto original. Quede como prueba de la popularidad del dibujante en el país teutón y de la libertad de la que goza el traductor en el mismo. Libertad que se confirma también en la viñeta que da fin a este álbum:





En la versión española vemos que la sensual nativa no profiere otro sonido que sus alegres y exóticos cantos, mientras que en Alemania se le han añadido algunas frases. Más lógica resulta la sustitución de la alusión localista a Pontevedra por la larga parrafada interrogativa que lanza el Súper a sus agentes en el bocadillo final.

En otras ocasiones, el cambio o sustitución resulta comprensible, como sucede en la versión alemana de Los sobrinetes (1988), titulada "Die panik est grob-die neffen sind los".






En esta ocasión sí existe una explicación. Al anularse en alemán el juego de palabras entre "romana" con el significado de "habitante de Roma" y el de " instrumento para pesar", no ha habido otro remedio que sustituir el ideograma original por un breve texto explicativo.

Sea como fuere, a Ibáñez no parece importarle estas alteraciones de sus textos primitivos, pues ha afirmado ser consciente de que el traductor alemán pone cosas diametralmente opuestas a las suyas, pero que ello no es grave siempre y cuando tenga gracia. Las buenas ventas de Clever und Smart en Alemania parecen darle un voto de confianza al traductor.


En el resto de países, la traducción oscila entre los dos polos citados: entre el cambio innecesario y la adaptación forzosa. Por ejemplo, veamos la alteración que en Holanda han hecho de Chapeau "el Esmirriau" (1971), llamada allí Loetje met het hoedje, aventura protagonizada por Paling en Ko.









Se aprecia que en la versión holandesa se ha añadido, injustificadamente, una alusión al famoso "Ábrete, Sésamo", de Alí- Babá y los cuarenta ladrones.


Más sentido tiene el cambio hecho por el traductor italiano en esta viñeta de La banda mirasbieco, conocida en España como Contra el gang del Chicharrón (1969). En ella, se suprime la alusión a la frase hecha española "engañar como a un chino", pues se trata de un juego de palabras imposible en Italia.














En Francia, nuestros personajes conocieron dos etapas. En la primera, llamados Mortadel et Filémon había algo más de fidelidad al original, pues Mortadelo seguía refiriéndose a Filemón con un trato de respeto,"chef", mientras que en la segunda versión de sus aventuras (ahora son Futt et Fil), Mortadelo lo llama por su nombre de pila, "Fil", como vemos en los siguientes ejemplos de Les Jeux Olympiques (En la Olimpiada, 1972) y Le salaire de la fleur (El antídoto, 1973).














Más curiosa es la adaptación de los álbumes hispanos a las formas de narración francesas. Así, puesto que allí no es frecuente la narración episódica con capítulos cerrados, se intenta dar unidad a los álbumes creando coordenadas temporales que en la versión española o se infieren o se ignoran. Véase, por ejemplo, cómo se enlaza uno de los capítulos de Magín el Mago (1971), llamado Fafa le fascinateur, con el posterior, añadiendo la coletilla de "una semana más tarde" en la parte superior de la primera viñeta.
Podemos ver, por tanto, que existen traducciones libres, traducciones fieles, adaptaciones a las idiosincrasias nacionales, etc. Un pequeño mosaico de la representación en el extranjero de nuestro cómic más internacional.