domingo, 26 de octubre de 2008

EL ASCENSO (1983)

El ascenso data de 1983, época en la que la TIA ha crecido tanto como organización que da pie a historietas enteras que tienen como argumento el enfrentamiento entre sus agentes. A Ibáñez debió de gustarle mucho la idea de que los agentes recelaran unos de otros, pues poco antes, en ese mismo año, había realizado el álbum Hay un traidor en la TIA, álbum que también se basa en la desconfianza mutua entre agentes. De hecho, sorprende que entre una y otra historieta solo haya un álbum de separación. El esquema de las intrigas internas volverá a encontrarse en la historieta apócrifa firmada por Ibáñez El ansia de poder (1989).

El dibujo de El ascenso es eficaz, pero sin el barroquismo y recargamiento que vemos en otros álbumes de la época. No hay ya a estas alturas grandes innovaciones gráficas, aunque podemos descubrir algún juego simpático, como el pulpo que intenta unir las líneas que cierran una viñeta en la página octava.

En cuanto al argumento, en esta ocasión los agentes de la TIA son convocados para ocupar la plaza de director de la central de Cincinatty, puesto que se otorgará a quien consiga más puntos por capturar maleantes. Todo el personal de la TIA se pondrá manos a la obra e intentará eliminar a sus competidores para hacerse con la plaza, dando pie así a numerosos gags.

Esta premisa inicial nos lleva a plantearnos algunas cuestiones sobre la TIA y su estructura como organización, pues aunque a veces parezca como una institución netamente española, aquí da la sensación de ser un organismo internacional con una sede más prestigiosa que la local, lo cual plantea dudas sobre su organización.

La historieta comienza con una espléndida viñeta que muestra la visión de Ibáñez sobre la naturaleza humana: un grupo de borregos que siguen a una vaca, visión que entronca con las primeras imágenes de Maaastrich...! Jesús (1992). A través de una hilarante revisión histórica, el autor propone una imagen del ser humano como un ser capaz de destruir a sus semejantes, actitud que, según él, pervive en nuestros días. Sin embargo, veremos en este primer episodio que lo que mueve a los agentes a querer prosperar no es el prestigio ni la gloria (los personajes de Ibáñez son demasiado materialistas para ello), sino el aumento de sueldo, es decir, el dinero. La idea de ganar más da pie a la carrera de la última viñeta de la página segunda, tan imitada posteriormente, sobre todo por los apócrifos.

El primer episodio se resuelve a base de simpáticos paralelismos y mediante la pugna de Mortadelo y Filemón por anularse el uno a otro, tal y como hicieron varias veces en su etapa de “Agencia de información” y en historietas cortas de los setenta como Rumbo a Miami (Super Pulgarcito, nº 38). Finalmente, la captura del malhechor correrá a cargo del agente Migájez, co-protagonista creado ex – profeso para esta historieta. En ocasiones hará uso de su astucia para apresar a los bandidos, pero en otras ocasiones será la suerte la que decida, de forma que el personaje parece tener un cierto parentesco con el Feliciano de Vázquez. Su aspecto “de poquita cosa” refuerza lo irónico de que resulte vencedor ante Mortadelo y Filemón una y otra vez.

En el segundo capítulo vemos que Ofelia será la co-protagonista de los agentes, antes de su solidificación como personaje fundamental de la serie en la próxima La estatua de la libertad (1984). Como futura directora, una de sus metas será fastidiar a Mortadelo y Filemón, idea que comparte con el profesor Bacterio. El capítulo da pie a un esquema a tres bandas aderezado con las referencias a la gordura de la secretaria y a los objetos asociados a lo femenino, como la madeja, el espejo o la plancha. Pequeño cameo de Rompetechos en la viñeta final.

El siguiente contrincante de nuestros agentes será el profesor Bacterio, que hace gala aquí de una crueldad a la que no estamos acostumbrados por su parte. La entradilla de cada episodio, basada en la ocultación al resto de agentes de la captura solicitada cada día para conseguir puntos, se resuelve aquí con una simpática escena muda. El malhechor de turno será Venancio “El Trilita” (el anterior era Venancio “El pollo”). Bacterio usará aquí dos tipos de inventos: unos utilizados para dejar fuera de combate a Mortadelo y Filemón y otros para entrar en la casa del villano. Ni que decir que tanto sus esfuerzos como los de los protagonistas serán en vano.

El Súper será el protagonista de, tal vez, el mejor capítulo del álbum. Al igual que en la historieta corta “La conspiración del Súper” (Super Pulgarcito nº 10), Vicente intentará mil y un artimañas contra sus empleados, ardides que se volverán en su contra. El esquema era similar al de los cartoon clásicos, como, por ejemplo, El Correcaminos y el Coyote. La ignorancia del peligro que corren por parte de Mortadelo y Filemón acentúa la hilaridad de las escenas.

En el quinto episodio, a falta de un elenco más completo para que haga la contraparte a los protagonistas, los agentes intentan deshacerse de su rival, Migájez, haciéndose pasar por sus amigos. Este esquema recuerda a aventuras como Objetivo: elminar al “Rana” (1976) y a la posterior El tirano (1998). Paradójicamente, Migájez acabará capturando al malhechor porque Filemón se lo ha puesto en bandeja.

Ibáñez, que parece querer demostrarnos que la mezquindad de sus personajes no conoce límites, hace que estos recurran al robo de los puntos de Migájez (lo cual lleva a pensar que basta con presentar tales puntos y que los de Administración de la TIA no van a hacer más preguntas). Cuando ven que alguien se les ha adelantado, sospechan de Ofelia, a la que pretenden robar el bolso, dando pie a esquemas similares a los vistos en Los bomberos (1978) o a los de la posterior ¡Terroristas! (1987). Cuando comprueban que es un error, después de haber pagado a Ofelia por puntos de tejer, asistimos sorprendidos al descubrimiento de que fue Bacterio el autor del hurto (el profesor está desconocido en esta historieta).

Tras quitarle por las malas sus puntos, Filemón aparece como titular de los mismos y nombra a Mortadelo su adjunto. Sorprende este gesto de solidaridad entre dos personajes que no pueden verse mutuamente. Sin embargo, el cambio de divisa les perjudica tanto como les sucedió en Los mercenarios (1975) y el puesto resulta ser una auténtica ruina, de forma que ambos acaban haciendo cola en un comedor para pobres en USA. Aunque Mortadelo podría haber permanecido en España (pues supieron de la ruina antes de partir a Estados Unidos), comparte adversidad con Filemón, que era el que figuraba como dueño de los puntos. El final de este divertido álbum demuestra, una vez más, que los destinos de nuestros agentes están unidos de forma insoldable, para regocijo de sus millones de fans, que pueden disfrutar de lo lindo con álbumes como el presente, aunque esconda una amarga reflexión sobre la ambición humana.


domingo, 19 de octubre de 2008

OTILIO LOS ENCONTRÓ PRIMERO


¿Quién no recuerda el periplo de nuestros queridos agentes, Mortadelo y Filemón, hacia Bestiolandia solo para conseguirle al Súper unos Hierbajus Apestosus Repelentus? Para 44 y cuatro páginas les dio el asunto en el maravilloso álbum de 1973 El antídoto.


¡Lo realmente frustrante y paradójico no fue que al final tales hierbas no sirvieran para la curación del Súper, sino que Otilio ya los había encontrado casi una década antes, en los sesenta, en una historieta corta en la que los quita de enmedio porque le estorban para su trabajo, como si tal cosa! Aunque es cierto que Otilio no le añade la aposición de "Apestosus" , bien podría tratarse de la misma planta, al alcance de cualquier operario sin ni siquiera abandonar el país.

No obstante, parece ser que nuestros agentes escogieron el peor momento para ir a buscarlos. En el álbum de 2007 ¡Venganza cincuentona! (reseñado en este blog en la sección de Historietas), Mortadelo dice que su abuela los utilizaba para asfixiar inscetos. Acto seguido, el personaje quema algunos ejemplares de esta planta, lo que demuestra que tanto ahora como en los tiempos de su abuela, era fácil adquirir los hierbajus apestosus repelentus, no como cuando ellos tuvieron que hacerlo en la década de los setenta.




En fin, gajes de ser un personaje de Ibáñez.



domingo, 12 de octubre de 2008

CHICHA, TATO Y CLODOVEO: UNA VIDA PERRUNA (1986)

Una vida perruna supone la presentación en sociedad de Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, los nuevos personajes por los que Ibáñez apostó en su etapa en Grijalbo, al no poder usar a los que había creado en la factoría Bruguera, por pertenecer estos oficialmente a la editorial. Dada su condición de parados, el trío aparece como un cheque en blanco (también lo eran los agentes secretos) para involucrarse en cualquier tipo de situaciones generadoras de gags.

La primera historieta de los nuevos personajes se inicia con un cuidadísimo dibujo por parte del maestro Ibáñez, con recargamiento de la página y multitud de detalles en segundo y tercer plano, lo que enriquece la lectura. A esto hay que añadir los valores del coloreado, probablemente con acuarelas, que también embellece la página. Encontramos, además, algunos recursos poco usuales, como las viñetas atadas de la página 28 o la aparición censora del propio Ibáñez, ante la violencia de la escena, gag que se verá, con modificaciones, en El óscar del moro (1998).

La aventura viene precedida de una introducción histórica, con una espléndida viñeta inicial que muestra la vida en la prehistoria. Hay un ingenioso gag reutilizado, el del papiro de recomendación, que apareció originalmente en Concurso-Oposición (1975). La escena de los remeros la volveremos a encontrar un año después en Seúl 88 (1987) y el concepto de reconversión, con maquinita que sustituye a obrero, se respira nuevamente en Va la TIA y se pone al día (1989).

A partir de esta historieta y en las que habrán de venir, encontraremos la cola del paro como recurso cómico. Bien por los comentarios de los que en ella paran acerca de sus anteriores trabajos, bien por lo estrafalario de su aspecto, bien por la aparición de antiguos personajes ibañezcos. En esta historieta, sin ir más lejos, vemos a Mortadelo y Filemón de fondo, ambos de espaldas (por curarse en salud, se supone) haciendo cola.

Inédito hasta este momento es el hecho de incluir el título, no ya del álbum, sino de la serie, cosa que aquí ocurre en la página dos, con la conocida ilustración de Chicha, Tato y Clodoveo que posteriormente servirá de portadilla al resto de álbumes. También aparece aquí otro chiste que será recurrente, la alusión a las pocas ganas de trabajar de algunos de los parados que hacen cola.


Una vez en la oficina, nuestros personajes se presentan uno a uno ante el funcionario de turno, que se convertirá en un personaje fijo a partir de ahora. Así, Clodoveo da pie a una serie de gags que hacen referencia tanto a su pelambrera como a sus cualidades de prestidigitador y transformista. El transformismo es, sin duda, para cubrir el hueco dejado por los disfraces de Mortadelo. Así, Clodoveo protagoniza una tira en la que el gag viene dado por la asociación humorística entre la transformación y el bocadillo que la explica. Mortadelo ya protagonizó tiras así en historietas cortas como “Baile de trajes”, “De susto en susto” o “Un alijo algo canijo”. La aparición de Clodoveo se refuerza con la presencia de Salmoneto, el gato del trío, cuya característica inicial era su hambre atrasada (¿un remedo de Otilio?), aunque el felino irá perdiendo fuerza durante la evolución de la serie.

Tato será el siguiente en pasar y sus gags hacen referencia tanto a su baja estatura como a su antigua profesión de boxeador. El personaje no había adquirido todavía la ceguera que lo convertiría en un remedo de Rompetechos. Tras la expulsión de sus dos compañeros, pasará Chicha, tal vez el personaje del trío que mejor represente la España de los ochenta. Una joven alocada y hedonista cuyos gags giran en torno a sus perennes ganas “de marcha” y a su inagotable bolso, fuente de todo tipo de objetos raros. Conforme pase el tiempo, esta última característica también se perderá, en busca de la comodidad. Estas seis páginas culminan con la persecución del funcionario de la oficina del paro y dejan sentadas las bases de la serie.





En el segundo tramo, nuestros amigos son contratados por el mayordomo de la Condesa del Ajoporro para que salven una serie de perros de ser torturados por sus amos. En realidad, condesa y mayordomo son dos malhechores que quieren hacerse con el microfilm que Jack “el Trompa” guardó en el collar de alguno de los perros de la lista, microfilm con información sobre la situación de los misiles de la OTAN. Se aprecia, por tanto, un esquema parecido a la aventura de Mortadelo y Filemón Misión de perros (1976), aunque, como demostraremos después, los referentes claros de este álbum hay que buscarlos en otros lugares. El billete de autobús medio usado que dan los malhechores a los protagonistas recuerda a la racanería de la antigua TIA para con sus agentes.


A lo largo de este álbum, que muchos aseguran que es íntegro de Ibáñez, la presencia del dibujante se diluye, pensamos nosotros. Tanto así que no podemos asegurar qué página fue la última realizada por él. Podríamos pensar que las correspondientes a los dos primeros episodios (doce páginas), pero la mala composición de la viñeta octava de la página doce hace que sea difícil establecer un límite claro. Sea como fuere, el nivel de dibujo baja a partir del tercer episodio, donde aparece ya el bar de Joro (sin ese nombre aún). En este episodio encontramos el gag de bajarse del taxi sin pagar (tan típico de los agentes de la TIA) y alguna mención a compañeros de editorial, como la calle del Vetusto Raf (antes se había hablado del Rafillo Maru) o la de la Alcaldesa Palé, referidos, respectivamente, al autor de Mirlowe y a la directora y ahora agente de Ibáñez, Ana María Palé, que tanta importancia tendrá en este momento de su carrera.




Chicha, Tato y Clodoveo entrarán ahora en una residencia de ancianas, escenario ya visitado en Los gamberros (1978) y que se repetirá en Timazo al canto (1994), El jurado popular (1995) y Okupas! (2001), todos ellos, al igual que los que hemos de nombrar, protagonizados por Mortadelo y Filemón. Los gags giran en torno a la ferocidad del perro en cuestión y a la desnudez que, accidentalmente, ostenta Tato. Como dato curioso, nótese la aparición secundaria de Astérix en este capítulo. El pequeño galo volverá a aparecer junto con Obélix en Atlanta 96 (1996).



El siguiente perro será buscado, después de los incidentes oportunos en el bar de Joro, en una clínica, escenario sobre-explotado a estas alturas en la serie de Mortadelo y Filemón. Aparece ya en ¡A la caza del cuadro! (1971), El otro yo del profesor Bacterio (1973), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super MortadeloProtegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a ver este escenario en La Gomeztroika (1989), El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993). Los mismos Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987). Sin embargo, la historieta con la que más relación guarda este tramo es Los secuestradores (1976), con la que comparte el gag de “la presión del paciente”, que volveremos a ver en La tergiversicina (1991), con un tramo ambientado en el mismo lugar.

El siguiente perro lo buscarán en un gimnasio, escenario utilizado en historietas como El otro yo del profesor Bacterio, La gallina de los huevos de oro (1976), Soborno (1977) y que volveremos a encontrar en El SOE y Robots bestiajos (1993). Dentro de la serie de los sin empleo aparece en Gran hotel (1987).Lo más reseñable de este episodio es el surrealista chiste del “doble” de Clodoveo y una cierta pobreza de recursos, como el de la rueda delantera que falta a la bicicleta, ya usado en El antídoto (1973). Sin embargo, será el sexto episodio el que contenga más ecos lejanos. La situación en un restaurante hace rememorar gags de El otro yo del profesor Bacterio y, especialmente, de Los secuestradores. De este último álbum parecen extraídos el chiste del acomodo en la mesa, la imagen del pavo relleno, el gag del bistec flameado y el de “dar la vuelta” al cliente.


Tampoco la entradilla en el bar de Joro del siguiente capítulo es original, pues la caída en fila de los taburetes parece sacada de Operación bomba (1972). El desarrollo en un barco lo encontramos en historieta de Mortadelo y Filemón como Valor…¡y al toro! (1970), Los secuestradores, Los sobrinetes (1988), La Gomeztroika (1999), La ruta del yerbajo (1993), El trastomóvil (1996) y en muchas otras. Sin embargo, la principal relación se guarda aquí con La estatua de la libertad (1984), de la que se saca el mismo chiste para subir al barco.

El álbum culmina con un octavo episodio de cuatro páginas (el álbum tiene 46) que sí guarda más contacto con Misión de perros, tanto por la presencia de la salchicha narcotizante, que recuerda a la famosa morcilla de antaño, como por algunas secuencias con el bulldog. Sin embargo, visto todo lo anterior, tenemos que decir que, al no interactuar apenas nuestros protagonistas con los perros, los referentes más claros para Una vida perruna hemos de buscarlos en otras historietas largas de Mortadelo y Filemón de la segunda mitad de los setenta, prestando especial atención a Los secuestradores. Los billetes con los que el trío ha sido pagado son, como no podía ser de otra manera, falsos, lo que desencadena la persecución de Joro, el dueño del bar.

Este álbum supuso la presentación de Chicha, Tato y Clodoveo y en él Ibáñez no quiso incidir en los orígenes del trío para situarlos de una vez en una “misión” normal. Sin embargo, la presencia del autor se va diluyendo conforme avanza la lectura, tanto en guion como en dibujo. Se trata, no obstante, de una obra humorísticamente eficaz, pero que recuerda demasiado a ecos de etapas anteriores, lo que plantea al lector la duda en cuanto a la omipresencia de Ibáñez en el desarrollo de la misma.

domingo, 5 de octubre de 2008

ENTREVISTA A MORTADELÓN

Hoy tenemos el placer de compartir unos momentos con Mortadelón, artífice y responsable de El blog de Mortadelón (que encontrarán entre nuestros enlaces recomendados), que ha tenido la amabilidad de dedicarnos unos minutos para concedernos esta pequeña entrevista. Conocedor de las historietas de Mortadelo y Filemón, coleccionista contumaz de sus productos, gratísimo conversador sobre el tema y padre de todos los otros blogs sobre Mortadelo, ha conseguido que su trabajo en la red se convierta en todo un referente para iniciados y amateurs, y ha contribuido, con sus artículos, a difundir el conocimiento sobre el universo de Francisco Ibáñez. Les dejamos con sus palabras:


-¿Cómo empezó tu relación con Mortadelo y Filemón? ¿Desde el principio pasaron a formar parte importante de tu vida?

Los conozco desde que tengo uso de razón, o incluso antes. No puedo decir una fecha determinada, pero puedo asegurar que era muy jovencito y manoseaba los tebeos con afán, calcaba los personajes y me divertía observando los tropezones de los personajes.
Y creo que sí, desde el principio los consideré algo especial, y muy bueno, y me acompañaban en los mejores momentos. Por eso les debo mucho.

- ¿ Cuál es tu álbum favorito de la pareja? ¿Y el que menos te gusta?

Decir mi álbum, cuando hay tantos y tan buenos… “Billy el Horrendo”, que es el primero que comenté en el blog en la sección “las mejores historietas”. Seguramente las habrá mejor dibujadas y más clásicas y ejemplares, pero ese “compincheo” de Mortadelo y Filemón con Billy que se va desarrollando a lo largo de las páginas, y ese desenlace espectacular, y todos esos momentos antológicos realmente divertidos, hacen que a esta historieta le tenga especial cariño.
La que menos. Ahí me has pillado. La mayoría de los apócrifos (exceptuando a quien ya sabemos) han realizado historietas horribles de la pareja. Y a cual peor, diría. Así que no puedo referirme a un título en concreto.

- Parece que las historietas cortas son las “grandes olvidadas” dentro del universo de los agentes. ¿Alguna que quieras reivindicar?

Hay cientos de historias cortas, casi todas de gran calidad. Y auténticas obras maestras. De las que más me gustan está esa que Mortadela piensa que el Jefe es un vampiro, o la de la fiebre de Malta, donde Mortadelo huye de Filemón para no contagiarse. Y aquella especial en que los dos agentes hacen de músicos y sale Matías Guiu, y aquellas historietas de aniversario, con la editorial Bruguera de protagonista. Deliciosas todas ellas.

-¿ Qué crees que aportan Mortadelo y Filemón que ningún otro cómic pueda aportar?

Son algo icónico, referencial. Gustan a todos (o casi). A todos los públicos, sean o no lectores de tebeos. A todas las edades. Están omnipresentes, diría que en todas las casas. Y es que Ibáñez es un genio. Los Mortadelos de Bruguera son buenísimos en todos los aspectos. Y encima se exportan fuera de España. Mortadelo representa a todo nuestro país.


- Seamos un poco críticos. Mortadelo, como todo, también tiene sus sombras. ¿Le achacas alguna deficiencia a la serie a lo largo de estos cincuenta años?

Por supuesto, desde que dejó Bruguera ha habido un bajón de calidad. La repetición de fórmulas es constante. Se ha estancado completamente. Pienso que los apócrifos que hubo en Bruguera fueron algo más anecdótico que otra cosa, porque lo que salía del pincel de Ibáñez mantenía la calidad y la frescura intactas. Tenían que explotar el éxito del personaje. Lo que hicieron en Ediciones B sí que se puede considerar sacrilegio. Dejaron muy tocados a los personajes hasta hoy en día (con algunas puntuales excepciones).

- Además de los agentes de la TIA, ¿quién es tu favorito de entre los personajes ibañezcos?

Rompetechos en sus mejores tiempos. Y el 13 Rué.

- Sabemos que has contactado con Ibáñez en varias ocasiones, ¿cómo han sido las experiencias?

¡Sublimes!. Bueno, no han pasado de unas breves palabras. Pero este hombre tiene tanta paciencia y rebosa tan buen humor, que solo se pueden calificar estos encuentros de inolvidables.

- ¿Por qué un blog sobre Mortadelo y Filemón?

Cuando lo hice, así de repente, fue porque no había otro. Me parecía extraño, siendo los personajes más famosos del país. Así que me eché la manta a la cabeza hace ya más de dos años, y hasta hoy.

-¿Eres consciente de que El rincón de Mortadelón se ha convertido en un punto de referencia para todos los aficionados a la obra de Ibáñez? ¿Qué sensación te produce eso?

De vez en cuando miro las visitas, y parece que se ha normalizado la cosa: hay aficionados habituales, cosa que me alegra bastante. Esto me anima a seguir rebuscando para encontrar cosas interesantes del mundo ibañezco.

- A través de tu blog hemos podido contemplar algunas de las piezas de tu inmensa colección sobre los personajes, ¿cuál es tu mayor trofeo?

La tarjeta que me envió Ibáñez cuando yo era pequeño, escrita de su puño y letra, en donde me animaba a seguir practicando el dibujo.

- De todos los topics con los que nos has deleitado durante este tiempo, ¿te sientes especialmente satisfecho de alguno?

Uff, son más de quinientos cincuenta… Hay de todo. La verdad es que no me decanto por ninguno en concreto, sí por temáticas. Como la que dediqué a los negros de Ibáñez. O los concursos, que han sido muy participativos. Bueno, aquel de Raf e Ibáñez, vidas paralelas, me sigue gustando mucho. ¡Me quedo con todos!

-A la luz del cincuentenario, ¿qué futuro le auguras a nuestros héroes de papel? ¿Alguna petición para próximos álbumes, por si nos escuchan?

Pues el futuro más halagüeño posible. Nos sobrevivirán a todos. De próximos álbumes… Me gustaría que Ibáñez innovara un poco argumentalmente y en los gags. Que hiciera una historia a lo James Bond, repleta de humor como siempre, pero con un desarrollo más intrincado. Me parece que pido demasiado, jeje.