domingo, 30 de noviembre de 2008

13, RUE DEL PERCEBE: EL CIENTÍFICO LOCO

Reanudamos hoy nuestro paseo por la finca 13, Rue del Percebe deteniéndonos en uno de sus pisos más siniestros: el del científico loco. Tenebroso, sádico hasta límites inmorales, creador de mil y un seres extravagantes, pero patético al fin y al cabo, dados algunos de los resultados de sus experimentos, el personaje entronca con una tradición brugueriana que tiene como máximo exponente a la Doña Urraca de Jorge y al Profesor Tenebro, de Escobar (este menos conocido pero absolutamente genial en cuanto a gags que muestran el humor más sádico del padre de Carpanta).

Por otra parte, los referentes para el personaje no son otros sino los clásicos de la literatura y el cine de terror, cobrando especial fuerza el monstruo de Frankestein, cuya parodia se convertirá en un personaje fijo del piso del doctor. La vida de nuestro personaje principal consiste, como después la del profesor Bacterio, en vivir para inventar (aunque en esta ocasión sus experimentos tienen una finalidad menos altruista que la del científico de la TIA) y en recibir visitas a las que exponer los resultados de su trabajo. Pasados los años, nuestro doctor es víctima de la censura franquista, pues “nadie salvo Dios podía crear vida”, por lo que asistimos a su última viñeta, en la que dice marcharse de piso para construir un monstruo de mayores dimensiones. Con el tiempo, Ibáñez ha declarado que no se echó las manos a la cabeza por esta absurda decisión, pues sustituyó los gags del personaje, que empezaban a estar algo gastados, por otros, y la cosa siguió como la seda.


Como hemos hecho con otros inquilinos del peculiar edificio, proponemos una serie de esquemas que nos permiten clasificar los gags de este piso del popular inmueble. Reiteramos que estas clasificaciones no son ni las mejores ni las únicas, pero las mantenemos por pensar que pueden resultar orientativas a la hora de estudiar la forma de hacer del autor con respecto a esta serie. Reconocemos los siguientes tipos de chiste:

-) Gags que muestran el sadismo del doctor. Son aquellos que siguen la línea, aunque con algo menos de sutileza, del Profesor Tenebro de Escobar. Así, vemos la afición de nuestro protagonista por cortar o reducir cabezas, así como la costumbre de meter a las visitas dentro de un exprimidor gigante.

-) El experimento se vuelve en contra. Como buen personaje brugueriano, los tiros han de salirle por la culata. Así, es víctima de su propia araña gigante, se convierte en burro o encoge tras ingerir sus propios potingues o padece los efectos de un martillo teledirigido fuera de control.

-) Se necesita colaborador. A veces, como buen científico, precisa de materia prima para sus experimentos, por lo que se sirve tanto de los realquilados del piso de abajo como de los acreedores del moroso del ático.

-) Parientes y familiares. En ocasiones, la gracia del gag radica en mostrar la vida cotidiana del siniestro personaje, como ocurre en sitcoms como La familia Adams o La familia Munster. Así, apreciamos las constantes visitas de brujas, fantasmas, familiares extraños o incluso el primo del pueblo de su famoso monstruo.




-) Creando terror. Porque también puede existir el terror de escalera, en ocasiones el doctor manda a sus creaciones a sembrar el caos por el edificio o a invadir pisos ajenos, como el monstruo que se mete en el piso de la señora de los animalitos o el robot que va espantando por el inmueble.

-) Robos en la propiedad. Pero no, no piensen que es el caco de arriba el que ha robado en más de una ocasión a nuestro protagonista. Son sus vecinos, los niños terribles los que le han sustraído tanto fórmulas como al mismo monstruo creado por él.

-) Experimentos inverosímiles. El gag puede basarse también en lo extraño o jocoso de los inventos del profesor: el proyectil teledirigido, el perro de tres cabezas o la fórmula que transforma una cabeza normal en la de un tocino (nuevo paralelismo con el profesor Bacterio, esta vez refiriéndonos al álbum de Mortadelo y Filemón El antídoto).

-) Resultados ridículos. Pero no siempre los experimentos del doctor sirven para dar miedo. A veces, por la torpeza o pobreza del genio nos encontramos con productos ridículos que nos recuerdan que estamos ante uno de los tantos profesionales fracasados del mundo de Ibáñez. Así, fabrica monstruitos de cuerda, en forma de marioneta, con la cara del pato Donald, con alopecia, con tres piernas en lugar de dos, construidos con papel de periódico, que funcionan a gas, etc.

-) El monstruo le sale rana. En relación con el apartado anterior, encontramos un buen número de gags basados en la ridícula personalidad o actitudes de los monstruos diseñados por el doctor. Así, aunque tenemos a hombres lobos cobardes y a plantas carnívoras que comen espaguetis, la verdadera estrella de esta sección es el monstruo parecido al del doctor Frankestein, al que hemos visto con cerebro de burro o canguro, resfriado, desvalijado tras jugar al póker, con traje de marinero, emborrachándose, limpiando su ropa para ir aseadito, bebiendo inocente limonada, bailando música melosa o directamente ballet. Por no hablar del disgusto que le dio a su creador cuando le dijo que, en lugar de dedicarse a asustar, quería ser perito agrónomo.

-) Gags basados en la rudeza del monstruo. Como masa informe que no controla su propia fuerza, en ocasiones el gag viene originado por esta característica de la creación del doctor, que causa destrozos al realizar acciones tan cotidianas como abrir una puerta, estornudar, pisar hormigas, dar portazos o tocar el timbre.


Esperamos que la rememoración de algunas de las escenas citadas les haya hecho, por lo menos, sonreír, ya que hemos hablado, sin duda, de una de las secciones más divertidas de la 13, Rue del Percebe, cuya repentina desaparición no la hizo languidecer como a otros apartados hermanos de edificio. Tal vez fue esta pronta desaparición la que hizo que no volviera a aparecer este inquilino en las posteriores inclusiones del popular edificio en la serie de Mortadelo y Filemón. Como único vestigio de su existencia, nos queda tanto el profesor Bacterio como el científico loco de 7, Rebolling Street, ambos desprovistos ya del sadismo de este singular inventor.

domingo, 23 de noviembre de 2008

LA FOTO DE OFELIA ( O EL GAG IDÉNTICO)

Todo el mundo sabe que, desde la aventura Los gamberros (1978), Ibáñez estrena un nuevo tipo de gag basado en los descorteses desplantes que Mortadelo hace a Ofelia, quien, indignada, da cuenta a Filemón, personaje que, a su vez, vuelve a minar la autoestima de la secretaria con un nuevo chasco. En ocasiones, la desafortunada aparición del Súper, a quien Ofelia reclama, remata esta rutina cómica.

Tampoco se le escapa a nadie que, a lo largo de su carrera, Ibáñez se ha autoplagiado a sí mismo en numerosas ocasiones, pero pocas veces encontramos una transcripción de un gag tan literal y extensa como la que se da entre la página 31 de Terroristas (1987) y la 17 de La ruta del yerbajo (1993).

Veamos con ejemplos prácticos las analogías casi idénticas entre ambas. En primer lugar, Mortadelo pide a Ofelia en ambas historietas su fotografía para, finalmente, meterla en su zapato. Obsérvese el desarrollo similar de las situaciones:




Nótese, también, cómo la comunicación del asunto a Filemón nos lleva a obtener un chiste similar:








La primera de las historietas citadas, Terroristas, se realizó en una época en la que los apócrifos de Ibáñez recurrían a situaciones prácticamente calcadas de álbumes anteriores, pero lo sorprendente aquí es que no es esta aventura la que plagia el gag que comentamos, sino que será La ruta del yerbajo, del año 1993, la que recurrirá a esta época tan poco afortunada de los personajes buscando fuentes de inspiración.
¿Será esto producto de un Ibáñez en horas bajas o acaso en el año 93 nuestro autor seguía apoyándose en un equipo que, llegado el caso, tiraba de archivo para salir del paso?
Que cada uno saque sus propias conclusiones.




domingo, 16 de noviembre de 2008

EL PILOTO ROMPETECHOS (O LA SABIDURÍA DE LAS ABUELAS)

Dicen que de casta le viene al galgo.
Y debe de ser así, porque mi abuela materna era una empedernida lectora de tebeos bruguerianos. Carpanta, Zipi y Zape o Las hermanas Gilda constituyeron una de sus principales (tal vez la única) fuente de diversión y entretenimiento en los duros años de la posguerra. Fue ella la que, en aquellas mágicas noches en que los padres de uno iban a visitar "a un señor que está enfermo" (por seguir con las referencias bruguerianas) me ilustraba con entrañable cariño las hazañas de algunos de estos héroes de papel. Por su pervivencia en el tiempo, ciertos personajes eran compartidos por ambas generaciones, como Zipi y Zape, que no necesitaban presentación. De otros, sin embargo, tuve la primera noticia gracias a mi abuela, como es el caso de Petra, criada para todo.



En una de estas maravillosas noches, un servidor, siendo un niño ávido de compartir experiencias tebeísticas transgeneracionales, le pregunté a mi querida abuela por algunos personajes de Ibáñez, como el caso de Rompetechos. Ella se quedó pensativa, mirando, y dijo:


-"Sí, lo conocí, pero al principio ese personaje era un piloto de aviones".


Yo me quedé fascinado ante el profundo saber y conocimiento de mi abuela, a la vez que imaginaba lo hilarantes que debieron de haber sido esas historietas de un Rompetechos primigenio que, sin duda, debió estrellar más de un avión, dadas sus facultades visuales.


Pasaron los años, uno fue creciendo y, con el tiempo, se convirtió en un modesto conocedor de la obra de Ibáñez. Así, recordé en más de una ocasión las palabras de mi abuela y no pude evitar ese sentimiento de impúdica superioridad que, en su día, tiene todo adolescente frente a las generaciones anteriores. Yo había investigado acerca de la obra de Ibáñez, conseguido varias antologías del querido cegatón y en ninguna el personaje fungía como piloto aéreo, al menos no como profesión fija. Los escritos al respecto por parte de los investigadores tampoco parecían ir en esa línea.



- "¡Pues vaya! ¡Menuda trola me colocó en su día mi abuela!"- era el pensamiento inevitable.


Pensé, incluso, que debía de haberse inventado el dato y que me había contestado aquello por salir del paso. Sin embargo, partiendo de las investigaciones de Miguel Fernández Soto, quien dice en El mundo de Mortadelo y Filemón que el nombre de "Rompetechos" parece estar sacado de algún personaje del cine mudo, me puse a investigar. Efectivamente, no existe ningún personaje del cine mudo con ese nombre y el dato, como asegura Fernández Soto, ha de ser manejado con prudencia.





No obstante, sí di con una película alemana de 1941, dirigida por Kurt Hoffmann titulada Quax, Der Bruchpilot, que se tradujo en España como Quax, el piloto Rompetechos. ¡El piloto Rompetechos! ¡El dato que me había proporcionado mi abuela hacía más de dos décadas!




Partiendo de esta línea de investigación, encontré una entrevista de 2003 en la que Ibáñez habla abiertamente del origen del nombre de su personaje:

"Cuando trabajaba en Bruguera el dueño vio una película americana [en realidad era alemana] con un piloto alto y largo que le llamaban Rompetechos y me obligó a bautizar así a un personaje. Obedecí pero le cambié el personaje totalmente" . Pueden leer la entrevista completa en www.drac.com/cac/200304/20030416.html


Efectivamente, el piloto Rompetechos existió, encarnado en la figura de Heinz Rühmann , que vemos en las fotografías de este tema. Parece ser que mi abuela, aunque mezcló recuerdos, no andaba tan descaminada después de todo.


Un poquito más humilde y mucho más agradecido, la saludo desde aquí y le doy las gracias por tantos ratos de diversión al calor de un buen tebeo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

IRMA, LA DULCE

Hoy haremos un recorrido por la trayectoria de un personaje secundario de la principal serie de Ibáñez, Mortadelo y Filemón. Se trata de la señorita Irma, la sexy secretaria de la TIA que conoció una vida corta desde los años 87 al 90, siendo en la inmensa mayoría de las ocasiones, pasto de los apócrifos que el autor tuvo en ese periodo. Con respecto a su creación, Ibáñez ha declarado que intentó acallar los rumores acerca de la posible homosexualidad de sus agentes, a la vez que daba una cepillada a la secretaria de su editor alemán. Esta explicación es coherente, pues nótese que "Irma" es un nombre típicamente germánico, aunque, paradójicamente, en el país teutón no se ha mantenido el original y el personaje es conocido como Fraülein Tussy. Pero no nos vamos a detener en esta ocasión en esos aspectos, sino en la evolución de la señorita Irma en la serie, desde su esplendor inicial hasta su desaparición al poco tiempo.

El personaje debutó en la historieta Terroristas (1987), que supuso la vuelta de Mortadelo y Filemón tras la salida de Ibáñez de Bruguera. La incorporación de este nuevo personaje puede responder a un cierto aire nuevo que se pretendía dar a la serie. En su primer momento, Irma no era una simple secretaria, sino miembro de la sección de Terrorismo, lo cual suponía un cargo de mayor responsabilidad, pues era la encargada de informar a Mortadelo y Filemón de las misiones y de mandarlos a las mismas.

Aunque en un primer momento Mortadelo estaba predispuesto en contra del nuevo fichaje, pronto sucumbirá a sus encantos e iniciará una campaña de cortejo que desatará las iras de su eterna enamorada, Ofelia. Irma, por su parte, pretende conciliar a la obesa secretaria con Mortadelo y Filemón y le sigue el juego al primero, aceptando que la lleve a casa en moto, siguiéndole las bromas y considerándolo un héroe (llega incluso a besarlo), aunque al final la ineptitud de Mortadelo la lleva a querer darle caza y captura como una más de la TIA. Irma empieza a conocer a Mortadelo.

En El huerto siniestro (1987) vemos que el cortejo mortadelero ha pasado a ser acoso, persiguiéndola en plena oficina. Aunque ella le sigue las bromas a Mortadelo y lo considera tanto a él como a su jefe como “dos buenos chicos”, ha tomado conciencia de la necesidad de hacer valer más sus derechos, por lo que no duda a la hora de abofetear a Filemón (después de que Mortadelo le haya tocado el trasero). En cuanto a su rango dentro de la TIA, parece haber sido degradada a la mera función de “avisadora” de Mortadelo y Filemón ante el Súper. Surgen los primeros conflictos con Ofelia y no deja de llamar la atención que la esbelta secretaria haya bautizado a su perro con el nombre de “Ofelio”…¿Será que no es tan inocente como parece?

En El estropicio meteorológico (1987) vemos a la Irma más arquetípica y sensual. El personaje se ha hecho aún más sexy si cabe, acortando su falda y moviéndose de forma provocativa. Sus expresiones y tono de hablar se hacen más melosas, más tontorronas, y coquetea abiertamente con Mortadelo, cuyos disfraces elogia y al que regala bombones, entre otras cosas. No es de extrañar que se convierta en la musa de los sueños del personaje en esta historieta. Sin embargo, cuando Mortadelo pretende excederse con ella, la dulce Irma demuestra no ser tan inocente y le para los pies al personaje (véase la escena en que se “pesa” en Mortadelo, disfrazado de báscula). La ambigüedad en sus relaciones no ha hecho más que empezar. En esta aventura, los celos de Ofelia hacia ella ya son manifiestos, pues se refiere al nuevo fichaje como “lagartona”, en varias ocasiones.




En Los sobrinetes (1988), los parientes de Mortadelo y Filemón sacan el lado más agresivo de Irma, que demuestra cierta crueldad (comprensible, por otra parte) hacia ellos y que descarga por primera vez su agresividad con Mortadelo. En Los superpoderes (1988) Irma se convierte en el objeto de deseo también de Filemón, al que frenará en más de una ocasión. En esta historieta vemos que desempeña un nuevo rol en la TIA, al probar, junto con Ofelia, los inventos del Bacterio y al convertirse en recurso para que los agentes prueben los mejunjes de éste, dejándolos con la boca abierta al llevar el atuendo 48-X, tal vez la imagen más sensual que hemos visto del personaje nunca.

Por su parte, en Las tacillas volantes (1988) comprobamos sus dotes de persuasión ante el resto del personal de la TIA, tanto antes como después de haber sido mordida por el extraterrestre. Su aparición en La cochinadita nuclear (1988) es meramente anecdótica, aceptando de buena gana el galanteo de Mortadelo. Sin embargo, en Armas con bicho (1988), se muestra con él más desdeñosa que nunca, apartándolo de su lado y dejándole bien claro que no le va a permitir el más mínimo desliz. No obstante, esto no es motivo para que Ofelia no siga estando celosa de ella, pues pretende darle en las narices con su nuevo peinado. Al igual que en El candidato (1989), su aparición en La maldición gitana (1989) es poco más que testimonial, aunque en esta última historieta piensa en Filemón, y no en Mortadelo, como pareja de baile.

En El ansia de poder (1989), Ofelia la sigue viendo como un rival, esta vez para sus aspiraciones en la empresa, mientras que el director general se pirra por ella, que combina en esta historieta su carácter pavilacio habitual con una ambición similar a la de sus compañeros. En Va la TIA y se pone al día (1989), aparece como amiga de Ofelia, a la que le cuenta confidencialmente que está cansada de los pellizcos de Mortadelo. El distanciamiento con el personaje principal sigue su curso. No obstante, él sigue deseándola, como veremos en El profeta Jeremías (1989), cuando se le salen los ojos al verla pasar. Ella, sin embargo, lo ignora indolente mientras va a comprar el alpiste de su desayuno.


Tal vez sea este distanciamiento con respecto a Mortadelo el que propicia su acercamiento a Ofelia, con la que confidencia al salir del trabajo y a la que incluso le moldea un busto en El gran sarao (1990). La amistad con Ofelia se mantiene en El inspector general (1990), donde vuelven a compartir charla e incluso la oronda secretaria le descose amablemente la sisa a la Irma. Nuestros agentes, sin embargo, siguen manteniendo su galantería, como es el caso de Filemón, que le sopla el café en Los espantajomanes (1990), o Mortadelo, que la ayuda a pelar a su perra “Pava” en El atasco de influencias (1990).

El canto de cisne del personaje se aprecia en dos historietas cortas de 1990: Hoy se trata de ligar, en la que nuevamente Ofelia le confía sus cuitas y en ¡Inoceeeenteee!, donde tiene una aparición poco más que anecdótica. Estamos en una nueva década, y el control que Ibáñez retoma sobre su serie determina la salida de Irma de la plantilla de fijos. Así, los papeles de “señora tremenda” los representarán ocasionales secundarias y las confidentes de Ofelia serán adefesios femeninos que, para Ibáñez, resultarán seguramente más gratos de dibujar por la carga humorística que conllevan con su diseño.

Y hasta aquí el recorrido de la señorita Irma por la TIA, en unos años que no permitieron al bueno de Mortadelo más alegrías que un besito en la mejilla, un achuchón disfrazado de báscula y muchos sueños despierto…

Real como la vida misma.

sábado, 1 de noviembre de 2008

PEPE GOTERA Y OTILIO: EL CASTILLO DE LOS PELMHACUDY

Aunque un servidor no es muy dado a celebrar el Halloween ese hoy hablaremos de una historieta realmente escalofriante, tanto por su temática fantasmagórica como por su pésima realización. Se trata de la aventura larga (42 páginas) de Pepe Gotera y Otilio El castillo de los Pelmhacudy, que Miguel Fernández Soto atribuye a Martínez Osete. Es una de estas historias que el Equipo B intentó lanzar al mercado cuando Ibáñez se hubo marchado de Bruguera. Se trata de una de las escasas historias largas que protagonizó la pareja de chapuzas, junto a Gran hotel. Respecto la autoría, damos el voto de confianza a Miguel Fernández, experto en la obra de Ibáñez y en sus apócrifos, aunque, en un principio, el estilo no nos recuerda demasiado al Martínez Osete que conocimos en los setenta

El planteamiento de la aventura puede parecer prometedor, pues combina los tópicos del género gótico, con castillos encantados, mazmorras, pasadizos, etc., aunque el resultado no puede ser más decepcionante. Desde el punto de vista gráfico, abundan las desproporciones, los fallos de perspectiva, la composición inepta, así como una representación poco ibañezca de fondos y personajes. No obstante, en algunos primeros planos de las manos y en alguna que otra perspectiva del castillo, se observa que el dibujante tiene buena técnica, pero tal vez se ha visto encorsetado en un estilo que no acaba de compartir. Tampoco en el aspecto del guion parece haberse comprendido para nada la forma de hacer de Ibáñez, con un desarrollo lento (hasta cuatro viñetas se emplean para dar un puñetazo en el ojo a Otilio), aburrido y torpe.

En cuanto a la trama, se articula en siete episodios de seis páginas cada uno. En el primero asistimos a un gag clásico de la serie, relacionado con la comida de Otilio, elemento que, siendo primordial en el original, apenas se toca de soslayo en el desarrollo del álbum. Así, Pepe Gotera anuncia a Otilio la visita al Royal Palacete para entrevistarse con Mr Selway y el primer episodio narra el accidentado trayecto hacia el lugar citado, tras el encuentro con una bella (y nada ibañezca) dama en apuros. En el segundo capítulo, que, al igual que los venideros, no está marcado por cortes demasiado bruscos con respecto al anterior, nuestros chapuzas intentan penetrar como sea en el hotel usando gags tópicos y poco inspirados. Una vez dentro, son informados del plan de Mr Bobo Smith, desmontar piedra a piedra el castillo escocés de los Pelmhacudy y trasladarlo hasta Dallas. Nuestros protagonistas serán, obviamente, los encargados de realizar tal tarea. La perplejidad de adivinar por qué ellos son elegidos para una misión de ámbito internacional nos conduce hasta la parte siguiente, que cuenta el affaire de Gotera y Otilio con un helicóptero que pretendían arreglar para desplazarse.

Todo lo anterior, mostrado con una pobreza de recursos narrativos notable, culmina con el viaje a Escocia y la irrelevante confusión de los chapuzas con unos fantasmas por parte de los lugareños, como se ve en el cuarto episodio. Ya en el apartado siguiente aparece Lord Pelmhacudy y Bobo Smith (ataviado a lo JR televisivo), así como el fantasma Clive, que se dedica a provocar inocuos líos basándose en su invisibilidad. El capítulo, donde podrían haberse cargado las tintas del álbum, es decepcionante, más destinado a entretener a un público muy infantil que a narrar una historia de calidad humorística.

Por si no fuera bastante, el penúltimo episodio completa el batiburrillo con la presencia de unos contrabandistas de alcohol que, alojados en el castillo clandestinamente, pretenden abortar la misión mediante tretas tan pueriles como espantar a los habitantes disfrazados de fantasmas. La ineptitud de Pepe Gotera y Otilio los pondrá, aunque sea sin querer, en jaque, reproduciendo así de manera torpe un esquema característico de Ibáñez. En el último capítulo se produce un despliegue de los elementos góticos, con mazmorras, pasadizos secretos, cámaras de tortura, etc. Sin embargo, nuevamente hay que destacar la falta de armonía entre el inadecuado dibujo y el insulso guion, que hacen que la culminación del álbum sea tan mediocre como el desarrollo del mismo. La explosión provocada accidentalmente por nuestros chapuzas hace que el americano cambie de planes y lleva a descubrir un arcón con el tesoro de la familia que hará que el ocioso heredero no tenga que vender su castillo. Una vez que se ha rechazado la oferta de Pepe Gotera y Otilio para arreglar los desperfectos, los personajes se alejan en avión dejando atrás el castillo que da nombre a la historia.



Con todo lo dicho, no hace falta incidir en la escasa calidad de esta aventura, no demasiado mala en su planteamiento pero pésima en cuanto a ejecución. Hasta el punto de que se puede considerar como una de las peores adaptaciones que se han hecho con los personajes de Ibáñez. Realmente terrorífica.