domingo, 22 de febrero de 2009

OBJETIVO: ELIMINAR AL "RANA" (1976)

Esta aventura, publicada entre los números 258 y 268 de la revista Mortadelo, entra dentro del grupo de historietas con villano único, al modo de Chapeau “el Esmirriau” (1971), Magín “el Mago” (1971), El señor Todoquisque (1992), El espeluznante doctor Bíchez (1998), etc. Por el hecho de fingir hacerse colaboradores o amigos del malhechor, la relación nos recuerda más a Billy “el Horrendo” (1983) y El señor de los ladrillos (2004). Mayores semejanzas hay aún El tirano (1998), obra con la que guarda paralelismos argumentales e incluso en los diálogos. No obstante, el álbum que nos ocupa presenta mayor interés que gran parte de los citados, pues sube el nivel de los gags en medio de tanta producción estándar como la que encontramos ya a mediados de los setenta.

Desde el punto de vista gráfico, la realización es correcta, aunque el resultado final desluce por la presencia de varias manos en las tintas (el segundo episodio es una muestra de entintado que no realza el dibujo). Sin embargo, el dibujo alcanza grados de detallismo notables, como se ve en la figura del Súper diciendo el título de la historieta. En cuanto a los disfraces, hay un buen nivel, rozando a veces el surrealismo, como en el caso del disfraz de “revés”. No obstante, algunos se repiten excesivamente, como el de cangrejo y el de corredor.

Argumentalmente, como explica el Súper en el primero de los once episodios, se trata de eliminar al jefe del HIGO (Hermandad Internacional Gamberros Orbitales), que quiere acabar con el Súper. Para impedirlo, nuestros agentes fingirán que quieren atentar contra su jefe para ser reclutados por el villano en cuestión y derribarlo desde dentro. Tras algunos gags rutinarios, nuestros agentes consuman la primera parte del plan (con la salvedad de que el Súper sale realmente perjudicado) e incluso Filemón se plantea la traición verdadera, idea que flotará a lo largo del álbum.


En el segundo episodio, el Rana consolida a nuestros agentes como sus hombres de confianza, hasta el punto de que fungen como sus pilotos personales, tal y como ocurrirá en El tirano dos décadas después. Los intentos de perjudicarlo antes de subir al avión, de hacerle caer de él y de sabotear los paracaídas refuerzan los paralelismos entre ambos álbumes. También hay reminiscencias de este clásico en El señor de los ladrillos, como en la escena en que utiliza a los agentes como escalerilla para subir al avión. No hace falta decir que Filemón será el perjudicado de todos estos actos de sabotaje y que el Súper se llevará el colofón final en cuanto a desastres se refiere.




El tercer episodio inaugura la entradilla que consiste en que nuestros hombres, especialmente Mortadelo, intentan avisar al Súper de algún atentado del Rana, pero su torpeza acaba precipitando el desastre. Un fin de semana en la casa de campo de la TIA (por cierto, muy pequeña para pertenecer a una organización tan numerosa) da pie a muchos gags físicos tipo cartoon tras los que el Súper sale tan afectado que llega a sospechar que sus agentes han sido realmente contratados por el Rana.

El cuarto episodio es uno de los que más paralelismos guarda con El tirano, dada la falta de coordinación de los agentes con la cámara fotográfica trucada (sustituida por una escopeta en la aventura de los noventa). Un claro ejemplo de la, en palabras de Ibáñez, “transfusión del humor de Mortadelo”, esto es, la reutilización de gags de otras historietas. Nótese los paralelismos entre los diálogos de la viñeta 9 de la página 14 del primer álbum y la 7 de la página 23 del segundo. También hay elementos del quinto episodio de nuestra aventura encontramos elementos apenas esbozados que encontraron su desarrollo en la historia de Antofagasto Panocho; hablamos del palo de golf con pelota explosiva y del envenenamiento de la comida.

En el sexto capítulo entra en juego un botón desintegrador (probablemente invento del Bacterio, aunque no se mencione), que, al igual que el reactor espaldero acústico de Los cacharros majaretas (1974), se pone en marcha con un estornudo. Este recurso absurdo potencia las situaciones que escapan al control de nuestros agentes, fomentando la comicidad. Dentro de este tipo de inventos, podemos encuadrar también la silla de los “buenos días”de El brujo (1977) y El transmutador biológico (Mortadelo Almanaque 1973), con sus inolvidables “finolis” y “gorditis”. También encontramos reminiscencias de este invento en El óscar del moro (1998) y su lanzador de rayos pluaff. Una serie de gags notables culminan con la desintegración del costoso invento.

El séptimo episodio se centra en gags basados en medios de locomoción, como el coche, la moto y la bicicleta, de manera que nuevamente el Súper resulta perjudicado. En el siguiente se incide en la precariedad de un barco en el que se pretende que el Rana perezca. Esto da pie a gags un tanto manidos, como los que vimos en la historieta corta El carguero Chatárrez (Super Pulgarcito 13) o El plano de Ali-Gusa-No (1974). Años después se incidirá en este tipo de gags en aventuras como Llegó el euro (2001) y Gasolina…la ruina (2008), entre otras. No nos detendremos en aclarar que el Súper será el perjudicado finalmente.


Lo mismo ocurre en el episodio noveno, ambientado en la nieve, con un esquema que empieza a ser repetitivo, pero no por ello menos eficaz. Una serie de peripecias callejeras contra el jefe del Higo (no confundir con la Higa de Los gamberros-1978) ocupan el décimo episodio, hasta desembocar en el último, en el que el Rana entra en la TIA haciéndose pasar por el Súper (como hizo Gedeón el Chicharrón en Contra el gang del Chicharrón-1969-ataviado como el Bacterio). El gag de la megafonía es similar en ambos álbumes. Finalmente, ante el acoso, el Rana se mete solito en la trampilla de “la cosa” y acaba devorado por ella, este último detalle obviado en Venganza cincuentona (2007), donde aparece vivito y coleando y confesando la existencia de la “avimofi”.

Como hemos dicho, Objetivo: eliminar al Rana eleva el nivel de los gags con respecto a otras obras de mediados de los setenta. El personaje principal, sin ser un villano sofisticado (antes bien, es algo gañán), es uno de los enemigos más duros de pelar al que se han entregado nuestros agentes, amparado por su buena suerte, que solo lo traiciona al final de la aventura.

En definitiva, una historia sumamente divertida, plagada de buenos gags, con un dibujo aceptable y que garantiza la risa del lector ávido de un Ibáñez en plena forma.

domingo, 15 de febrero de 2009

13, RUE DEL PERCEBE: EL PISO VACÍO

Conocida es ya la historia de que en 1964, la censura “aconsejó” a Editorial Bruguera que el científico loco de 13, Rue del Percebe abandonara el inmueble, pues se dedicaba a crear vida y, por lo visto, Dios era el único que podía y debía asumir tan delicado oficio. Por ello, como comentamos en el capítulo anterior de esta subserie de posts, el personaje en cuestión voló en busca de nuevos rumbos y el piso se puso en venta.

Sí, en venta, a pesar de que Antonio Guiral afirma en su edición de la serie para RBA que todos los vecinos son alquilados (probablemente a Ibáñez no le quite el sueño este desliz). Se trata de uno de esos escasos ejemplos de continuidad argumental que ofrecía la obra del dibujante catalán por aquella época. De este modo, la portera pasa a enseñar semana tras semana el piso del que hablamos, cantando sus bondades y adquiriendo así un rol más activo dentro de la peculiar comunidad de vecinos, pues antes se limitaba a interactuar con los usuarios del ascensor, con don Hurón o a la mera observación.

A pesar del poco tiempo que duró esta nueva rutina cómica, distinguimos tres tipos de gags básicos desarrollados en este piso durante esta época:


-) Gags relacionados con el precio de la vivienda. Actuales como la vida misma. No nos resulta tan ajena la escena en la que la portera ostenta un saco gigante para cobrar lo que vale el cubículo.

-) Gags relacionados con la precariedad del piso o de las instalaciones. Debilidad del mismo, la “ligera humedad”, la rusticidad de los muebles, vigas que se caen, irrisorio sistema de calefacción…

-) Gags relacionados con las características del nuevo inquilino. Presenta una variada tipología que explota los tópicos de tipos populares como un rey, un músico o un motociclista.


A Ibáñez no le debieron parecer especialmente jugosas estas situaciones, pues poco más de veinte semanas después dotó al piso de un inquilino fijo: el sastre. En otras palabras, canceló el gag e instauró una nueva fuente de situaciones cómicas.

No obstante, en 7, Rebolling Street rescató esta rutina cómica en la figura de un vendedor de pisos cínico y caradura. No existe un homólogo de tal figura en la “versión televisiva” de 13, Rue del Percebe, Aquí no hay quien viva, pero sí en su heredera, La que se avecina, serie en la que, al menos durante la primera temporada, había un piso vacío que intentaban vender en vano tres agentes inmobiliarios caracterizados por Guillermo Ortega, Elio González y Vanesa Romero.

El mismo Ibáñez reutilizará este tipo de gags en la historieta larga de Mortadelo y Filemón El señor de los ladrillos (2003), donde se denuncian en tono jocoso las estafas relacionadas con el mundo de la construcción.

domingo, 8 de febrero de 2009

MORTADELO Y FILEMÓN, LO MÁS LEÍDO

Hace unas semanas, en referencia al 51 aniversario de Mortadelo y Filemón, decíamos que el estado de salud de nuestros personajes en su efeméride era óptimo, al menos en cuanto a recepción por parte del público lector.


El viernes pasado esta apreciación vino confirmada por el Diario 20 minutos, en el que se decía que el título más leído en la Biblioteca de Lepanto de Córdoba (una de las mayores de Andalucía) durante 2008 fue Mortadelo y Filemón, protagonistas de un volumen recopilatorio que recogió el nada despreciable record de 372 préstamos (lo que supone, según nuestros cálculos, una media de más de un préstamo diario).



Quede como ejemplo del fervor popular que todavía hoy despiertan nuestros personajes, que llegaron a superar a modas como la colección de Harry Potter. Si alguien ha dudado alguna vez de la capacidad de Ibáñez para comunicar con el público, tenemos ahora nuevos argumentos para rebatirlos.

A modo de curiosidad, destacamos que nuestros héroes de papel fueron seguidos por el vaquero Lucky Luke, de Morris y Goscinny. Se observa también, pues, que aunque las ediciones de sus aventuras no sean tan fácilmente accesibles como las de Astérix o Tintín, por ejemplo, hay un público lector ávido de más historietas del pobre vaquero solitario.

Quien tenga oídos, que oiga.

domingo, 1 de febrero de 2009

IBÁÑEZ, RECONOCIDO

Suele decirse que Francisco Ibáñez y sus personajes no han recibido en nuestro país los reconocimientos que merecen su calado y popularidad, afirmación cierta, al menos parcialmente. Aunque esto de los titulillos oficiales parece que va viniendo en los últimos años, la verdad es que Ibáñez y sus hijos de tinta son objeto del mayor premio al que puede aspirar un creador y sus criaturas: el cariño popular y el reconocimiento de no pocos compañeros de profesionales del medio.
En El gran libro de Mortadelo y Filemón,conmemorativo del 50 aniversario de los personajes, pudimos ver el homenaje gráfico de varios dibujantes, si bien se oyeron no pocas voces que señalaban que la selección pecaba de repetitva y, por qué no decirlo, de insuficiente.


Pero no nos engañemos, Ibáñez y su obra ha sido y es objeto de reconocimiento por parte de muchos dibujantes más o menos conocidos de la historieta cómica o la prensa diaria. A modo de ejemplo, presentamos las viñetas que varios colaboradores de El Mundo hicieron en 2005, en relación con la colección de clásicos de la historieta española (Ibáñez, Escobar y Jan) que editó el conocido diario:




En esta primera ilustración vemos el enfrentamiento paródico entre Goomer, personaje de Ricardo y Nacho, y clásicos de la historieta española como Superlópez, Zipi y Zape, Sacarino y Mortadelo. No deja de ser jocosa la alusión despectiva de Goomer a la experiencia de estos clásicos del humor, que lo miran entre condescendientes y atónitos.




Más caduco en cuanto a su concepción es el chiste de Guillermo, que se centra exclusivamente en los personajes principales de Ibáñez, disfrazando a Mortadelo de Alejandro Agag, por entonces en el candelero por ser el yerno de José María Aznar. Suponemos que fueron los cuellos de camisa del susodicho los que permitieron entablar la asociación mental entre este personaje de carne y hueso y el héroe del tebeo. No se pierdan la dedicatoria "Al gran Ibáñez".



"Al maestro Ibáñez y Rompetechos" reza la de Idígoras y Pachi, que muestran su predilección por el cegatón, una de la grandes creaciones de Ibáñez. Los artistas captan a la perfección el carácter quijotesco (no pocas veces atribuido a Rompetechos), convirtiéndolo en el contrapunto de Sancho Panza, ya que confirma al caballero que, efectivamente, los molinos son gigantes. Rompetechos, al igual que Don Quijote, vive una realidad paralela a la del resto del mundo, aunque por motivos distintos (la ceguera frente a la locura), rasgo que han sabido captar estos autores. El hecho de haber reuido la omnipresencia de Mortadelo para sacarle partido a otro personaje brugueriano, como es Rompetechos, redobla el interés de esta viñeta.




Julio Cebrián encumbra a Mortadelo al Olimpo de la historieta a la par que reivindica una Real Academia de la Historieta (tiempo al tiempo). Mortadelo aparece entrando por la majestuosa puerta con todo tipo de honores y adornado con sus mejores galas. "Ya era hora", reza su bocadillo. Cebrián insiste en su devoción por nuestro autor incluyendo la leyenda "Ibáñez for president". A ver si es verdad.

Esperamos, amigos, que hayan disfrutado con estas simpáticas viñetas en las que hemos podido constatar la predilección de los autores por los personajes de Ibáñez, así como el justo respeto que se le tiene en la profesión al que, dicho sea de paso, es responsable de que más de un profesional actual agarrara el lápiz y el papel.