domingo, 25 de octubre de 2009

MAGÍN "EL MAGO" (1971)



¡Magín el Mago! es una de las historietas más clásicas de Mortadelo y Filemón, publicada entre los números 31 y 41 de la revista Mortadelo. Se trata de una aventura de villano único (la segunda tras Chapeau, el “Esmirriau” -1971-) que mantendrá a nuestros héroes en tensión durante 44 páginas. La aventura tiene la ventaja de haber sido concebida en una época en que Ibáñez está reinventando su serie estrella, forjando los recursos que harán de ella un clásico.

El inicio no puede ser más trepidante. Un hipnotizador (Magín el Mago) caracterizado, como señala Miguel Fernández Soto en El mundo de Mortadelo y Filemón, con un atuendo folletinesco, acude a la sede del Banco Hipotecario y Exprimidor y se hace con la caja tras hipnotizar al vigilante nocturno. El villano, con rasgos que recuerdan a los que concibió Franquin para su serie Spirou, como el doctor Kilikil o Zorglub.


En estas primeras páginas asistimos a una escena ya clásica, bien recordada por los aficionados de la serie: el momento en que el hipnotizador hace creer al vigilante que es un cohete supersónico. La escena, narrada con mucho pulso, contiene un espléndido zoom de los ojos del mago, así como la inolvidable caracterización del hipnotizado, que habla con la letra “CH”, recurso utilizado por el autor para que el lector pueda distinguir en todo momento a los personajes que están bajo los efectos de la hipnosis. Lo ridículo de sus actuaciones subraya la comicidad de cada una de estas escenas.



En este primer episodio (el álbum se compone de once de cuatro páginas cada uno), observamos que Mortadelo y Filemón, por cuestiones de guion, viven juntos, y en él presenciamos una curiosa escena en que ambos, con las prisas, se truecan sus vestimentas típicas. Además, hay en este episodio una anécdota relacionada con la censura, como se hizo ver en El rincón de Mortadelón, pues en la página 3 Filemón mete el pie en un supuesto “jarrón” que no es otra cosa que una escupidera a la que le han quitado el asa, tal vez por considerarlo escatológico.






Ya enfrentados al caso, Mortadelo confirma su pragmatismo y sabiduría popular cuando, rechazando métodos más sofisticados, deshipnotiza a las víctimas de Magín a base de bofetón. El cierre de este episodio resulta poco habitual, pues no culmina con un chiste o gag final, sino que enlaza con la segunda parte de la historia. En ella, nuestros agentes van en busca de Búfez, un soplón al que Magín ya había hipnotizado, tal vez porque predijo que sus perseguidores acudirían a él para ir tras su pista. En esta parte descubrimos también que Magín tiene sus limitaciones, como las agujetas oculares que le impiden hipnotizar, recurso que permite a Ibáñez que el villano de turno use una bomba. Mortadelo se tira en plancha sobre la misma, pero queda inutilizada porque nuestro personaje afirma tener “un estómago a prueba de bomba”. En esta escena se confirma que en las parejas cómicas clásicas, el payaso tonto o clown demuestra tener en ocasiones cualidades casi sobrenaturales que provocan el asombro del payaso listo. Véanse como ejemplo aquellas ocasiones en que Stan Laurel anonadaba al atónito Hardy con propiedades extrañas, como hacer fuego con el dedo, etc. También es notable el hecho de que a Filemón se le escapa una lágrima por su compañero cuando cree que ha muerto con la explosión. Uno de los pocos momentos emotivos de la serie que no va seguido de una explosión de violencia. Por último, hay que hacer notar que las viñetas finales del capítulo no parecen entintadas por la persona habitual de esta época, Martínez Osete, sino que presentan un entintado más rápido, descuidado y menos detallado.

La acción del tercer capítulo debió de transcurrir pocos minutos después que la del segundo, pues Magín sigue en casa del soplón Búfez. Unos cuantos altercados con el perro del vecino culminan con una delirante escena en la que el Súper, Mortadelo y Filemón son víctimas de un hipnotismo a tres bandas. En el siguiente capítulo, el Súper les da un ultimátum a nuestros agentes, por lo que Mortadelo se pone a estudiar como un loco un tratado de hipnotismo, lo cual da una imagen del personaje mucho más centrada en su trabajo, consecuente y responsable. Desgraciadamente, el tratado resulta ser de estrabismo, culminando así un chiste que bien podría haber correspondido a la entrega semanal de la serie en los tiempos de Agencia de Información, con historietas de una sola página.

No es una casualidad decir que nuestros agentes se muestran más astutos en esta historieta que en otras ocasiones. Así, cuando van al Banco de Cincinatty (deducen con acierto que Magín está allí) proponen el uso de viseras para evitar la hipnosis. Como nuestro villano también es bastante astuto, solventa el problema utilizando un espejo. Pero como no hay que echar campanas al vuelo, Mortadelo se reafirma en su habitual estupidez cuando deja escapar a Magín, al que podía haber atrapado con facilidad en este episodio. El capítulo inaugura también el gag recurrente para las entradillas que quedan en la historieta: relativo a la llamada del Súper a nuestros agentes.

El siguiente episodio rebosa clasicismo, con los ya citados gags de las llamadas, además de las entradas secretas. Se desarrolla en el Banco Dineríllez y en él apreciamos que el Súper es poco comprensivo con sus agentes incluso cuando estos están hipnotizados, pues los juzga como si estuvieran en pleno uso de sus facultades. El sexto episodio comienza con un buen gag en el que se parodian las pantallas para contactar con los agentes usadas en las películas de espías. El perro Lucas, tonto, sordo y resfriado, es la apuesta de Mortadelo para este tramo de historieta, que culmina con una persecución individual por parte del Súper (Filemón correrá otra fortuna con el can) por dejar, nuevamente, escapar a Magín. El recurso del perro-chasco ya fue utilizado en la aventura de Chapeau el “Esmirriau”.

En el capítulo siguiente, nuestros agentes acuden a casa de Magín, no sin antes confundir su domicilio con el del Súper (favoreciendo así la aparición de la esposa del mismo, que difiere en su físico de la que veremos en Contrabando [1978] y la de El óscar del moro [1998] o Impeachment! [1999] , entre otras). Parece ser que Magín estaba esperando a nuestros agentes, pues le tiende varias trampas en las que estos caen e incluso usa una careta con la cara de Filemón que permite una escena con alguna analogía a la del espejo de la película Sopa de ganso (1933), dirigida por Leo McCarey y protagonizada por los Hermanos Marx.

A pesar de ir ganando, de momento, la partida, Magín decide hacerse presente en el domicilio de Mortadelo y Filemón para eliminarlos, siendo esta la primera aventura larga en que se sigue el esquema del villano que entra en la casa de los protagonistas o en la TIA para acabar recibiendo golpes sin que ellos se percaten. Esta situación volverá a darse en Los invasores (1974), Los gamberros (1978), Los bomberos (1978), El balón catastrófico (1982),Las tacillas volantes (1988), El señor Todoquisque (1992), 100 años de cómic (1996), El espeluznante doctor Bíchez (1996) y Venganza cincuentona (2007),entre otros, por lo que podemos decir que se trata de uno de los recursos favoritos del autor.

El noveno episodio es más superfluo en el desarrollo de la historia, con un Magín que no está para sutilezas (golpea a Filemón contra el suelo en lugar de hipnotizarle) y un Superintendente que recibe una paliza por parte de sus agentes, al confundirlo con el villano. El décimo episodio muestra que Mortadelo aún tiene iniciativas y que se toma relativamente en serio las misiones. Si ya en Chapeau el “Esmirriau” inventa un sombrero para contrarrestar el poder del de su enemigo, ahora hará lo propio con una percha agresiva que pretenderán introducir en el domicilio del villano. En estas primeras aventuras largas se observan vestigios de la época de “Agencia de Información”, en la que Mortadelo hacía las veces de inventor ocasional, antes de que el personaje del Bacterio obtuviera el monopolio.

Por supuesto, la primera víctima de la percha será un Súper especialmente directo y vehemente. Una confusión de perchas propiciará el chasco de nuestros agentes y el gag final. Como observó en una ocasión Miguel Fernández Soto, en este episodio se aprecia la labor de Martínez Osete más allá del entintado, ultimando detalles del original. Un ejemplo lo tenemos en la poco afortunada cara de Filemón en la segunda viñeta de la página 39. La labor de Martínez Osete se observa también en el tamaño de las manos y los dedos, acabando el trabajo del maestro; manos y dedos que resultan demasiado grandes, lo cual pasará factura en la versión animada de este episodio realizada por BRB Internacional.

En el último episodio observamos tal vez a un Ibáñez falto de ideas en cuanto al tema principal, pues ocupa casi dos páginas con la persecución del león que quiere devorar a nuestros agentes. Finalmente, Magín caerá en las redes de la justicia víctima de los efectos en Mortadelo y Filemón de su propia hipnosis. Nuestros agentes, creyéndose luchadores, hacen un nudo marinero con el cuerpo del Súper quien, tan poco comprensivo como siempre, no discierne que sus agentes están hipnotizados, dando lugar a un final algo precipitado y soso que, sin embargo, no desluce el resultado final del álbum. Dicho final resulta aún más incomprensible en su adaptación a dibujos animados por la BRB internacional (es el segundo capítulo), pues en el capítulo de televisión, el Súper ni siquiera resulta agredido por sus hombres.

Dada su condición de clásico, el álbum ha tenido una repercusión notable en los cómics de nuestros héroes. Así, Magín tiene un remedo en la aventura 100 años de cómic, aunque los resultados son menos halagüeños. En otros álbumes hemos encontrado personajes que han intentado adueñarse de la voluntad de los demás, siendo este el leiv motiv de la historia, como ocurre en Los kilociclos asesinos (1980), Las tacillas volantes o El trastomóvil (1996). Del mismo modo, Magín reaparece en Venganza cincuentona y tendrá un sosías no reconocido en la película de Miguel Bardem Mortadelo y Filemón: Misión salvar la tierra (2008).

La calidad del álbum y la época dorada para la serie en que fue concebido motivó su traducción a múltiples lenguas, llamándose Fauler Zauber mit den Augen! en Alemania; Contra Magin, o mago, en Brasil; Toto, de tovenaar, en Holanda; Fafa le fascinateur en Francia; etc. Unas más que merecidas ediciones extranjeras para uno de los mejores álbumes de la serie.

domingo, 18 de octubre de 2009

EL PECULIAR HOMENAJE DE JAUME ROVIRA A MORTADELO



Como todos sabemos, en 1983 Editorial Bruguera dedicó una serie de números de la colección Olé a homenajear a Mortadelo y Filemón, que por aquel entonces cumplían 25 años. Uno de esos tomos, titulado Entre amigos, recogía historietas de los principales guionistas y dibujantes de la casa en las que sus protagonistas habituales compartían viñetas con las estrellas de Ibáñez.

El procedimiento, parece ser, consistía en que el autor en cuestión hacía su parte de la historieta dejando un hueco en el que Ibáñez dibujaba a sus personajes. Posteriormente, la página pasaba otra vez al autor original que le daba el acabado original.

Este proceso, que se siguió también en el homenaje a Escobar celebrado por aquel tiempo, parece indicar que el autor original abocetaba la postura en que quería que el homenajeado dibujara a sus héroes. La prueba de ello es que tanto en el tomo dedicado a Ibáñez como en el de Escobar, observamos posturas, planos y encuadres que son ajenos a ambos dibujantes, que se plegaron a los deseos de sus homenajeadores.






En el tomo dedicado a Mortadelo y Filemón destaca la historieta de Jaume Rovira, autor de Segis y Olivio. Dicha aventura, El caso de la carta marcada, muestra un homenaje más concienzudo a los personajes de Ibáñez que el que observamos en otros autores (aunque hay historietas magníficas en el tomo). Los simpáticos "traperos de alivio" han de acompañar a Mortadelo a entregar a su jefe una importante carta marcada que había ido a dar a su almacén. En tan solo seis páginas, Rovira construye una aventura trepidante de tintes épicos.


Épicos, sí, porque su base se encuentra en las dos grandes epopeyas de Mortadelo y Filemón: El sulfato atómico (1969) y Valor...¡Y al toro!(1970). Aquí radica la mayor profundidad del homenaje de Rovira: las situaciones y viñetas están sacadas de las mejores aventuras de Mortadelo y Filemón, de modo que el tributo a la obra de Ibáñez no solo se da en el fondo, sino también en la forma.




Así, el salto al río seco y su duro aterrizaje, el bombardeo de los tanques y la alcantarilla por la que se cuelan Segis, Olivio y Mortadelo parecen sacados de la primera aventura larga de los agentes de la TIA, como se demuestra en las viñetas que mostramos. Del mismo modo, se revive una de las imágenes más emblemáticas de la serie: el loco paseo en vespa de Mortadelo y Filemón de Valor...¡Y al toro! (testarazo contra una tienda incluido), solo que esta vez el jefe es sustituido por la pareja de traperos.También, al principio de la aventura hay un guiño a Contra el gang del "Chicharrón" (1969), con la escena de la paloma mensajera.











Como se puede observar, un tributo a Mortadelo y Filemón bastante cuidado, con guiños para fans de la serie, reviviendo algunos de los mejores momentos de la misma. Esta fue la aportación de Jaume Rovira, un autor muy consciente, al homenaje a Mortadelo y Filemón en su 25 aniversario.




Invitamos a los lectores a adquirir el tomo y disfrutarlo como se merece.



























lunes, 12 de octubre de 2009

MORTADELO, FILEMÓN Y TOSTA RICA


En 1994 Antena 3 emitió la serie de dibujos animados de Mortadelo y Filemón, lo que supuso una revitalización de todo el merchandising relativo a los personajes de Ibáñez, aunque, eso sí, con BRB Internacional figurando también en el Copyright.

Una de las empresas que aprovechó el tirón fue la marca de galletas Tosta Rica, que regalaba con sus productos unas mini-historietas que consistían en unas viñetas extraídas de los cómics de la pareja, pero eso sí, desprovistas de los personajes. Estos se adjuntaban aparte, a modo de pegatinas para que cada uno pegara estas imágenes intentando así conformar una historia.











Además, con cada tres testigos de compra de cajas de galletas Tosta Rica, Cuétara regalaba seis transferibles (pegatinas, al fin y al cabo) con los disfraces de Mortadelo. A esto hay que sumarle el atractivo (para los niños debe tenerlo) de comer galletas en las que vienen "dibujados" sus personajes favoritos.


Se trata, en definitiva, de uno de los numerosos productos con la imagen de nuestros personajes que, con sus treinta y seis años de aquel entonces gozaban de una extraordinaria salud comercial.


A modo de entretenimiento les proponemos que averigüen de qué álbum se sacó esta imagen que les mostramos debajo, que constituía la portadilla de estas mini-historietas. Su característico entintado les puede ayudar a situarse en el tiempo.





domingo, 4 de octubre de 2009

¡SOBORNO! (1977)


La presente historieta se publicó en el año 1977, entre los números 335 y 345 de la revista Mortadelo. En ella, la trama argumental –relacionada con los sobornos que Rodolfo Cobardino está llevando a cabo- es lo de menos, pues lo realmente destacable son las entradillas de cada episodio, que muestran de forma hiperbólica ejemplos claros de sobornos llevados hasta sus últimas consecuencias. Así, el primero de los once episodios de cuatro páginas que componen el álbum comienza de forma trepidante, mostrando los sobornos que se dan en el mundo del fútbol con la sorna habitual de Ibáñez. Al igual que el de Magín el “Mago” (1971), este inicio es uno de los más recordados por los lectores, ya que ha sido reproducido en no pocas ocasiones en Internet, normalmente en foros o blogs deportivos, para intercambiar chanzas entre aficionados. Incluso en algún sitio virtual esta página ha sido utilizada para meditar sobre el estado actual de las leyes en nuestro país.

Cabe destacar que algunas de las viñetas de este prólogo han sido calcadas por el apócrifo autor de El rayo transmutador, historieta realizada con un Ibáñez ya fuera de la editorial Bruguera. Así, las viñetas tercera, cuarta y quinta de la primera página de ¡Soborno! corresponden a las viñetas séptima, octava y novena de la vigésimo primera página de la historieta apócrifa. En esta última observamos, además, que la octava viñeta de la página vigésimo tercera se corresponde con la décima de la plancha inicia del ¡Soborno!


A pesar de este inicio, el álbum no discurrirá por los luego trillados caminos del fútbol, y nuestros agentes no tendrán que investigar nada acerca del deporte rey en esta historieta. La exposición del tema –con una imagen de Filemón como elemento sospechoso de por medio- viene seguida de un malentendido más propio de la época de Agencia de Información que de finales de los setenta, con lo que se culmina el presente apartado.



La segunda parte muestra una faceta más modesta de los negocios de Cobardino, pues esta vez se limita a sobornar a un guardia urbano para que haga la vista gorda ante sus fechorías. Este capítulo, más original, desarrolla los intentos de Mortadelo por fotografiar a su jefe intentando sobornar al guardia para así poder inculparlo, pero el plan, además de arruinar a Filemón, acabará dando con él en la cárcel, en un capítulo divertido y más original que la media. La idea de la filmación frustrada aparece nuevamente en Contrabando (1978) El atasco de influencias (1990), con algunas variantes en Prohibido fumar (2004) y, utilizando una grabadora de sonido, en El carné al punto (2005).

El tercer episodio se desarrolla en el hipódromo y en él destaca nuevamente la entradilla con las divertidas excusas que los jockeys dan para justificar su extraña actuación. El Súper manda a nuestros agentes a investigar, guiado en parte por motivaciones personales, ya que, al igual que le ocurría con la quiniela del primer capítulo, los resultados del soborno le están chafando sus apuestas. Nuestros protagonistas, por aquello de “donde fueres, haz lo que vieres”, deciden montar un caballo, dando pie así a los gags relacionados con la monta del animal, algunos de los cuales vimos ya en En la Olimpiada (1972), El señor Probeta (1991), Silencio…¡Se rueda! (1995) y El dos de mayo (2008). El Súper aparece en escena justo a tiempo para que su nuevo deportivo sea chafado por sus agentes.




En el cuarto episodio nuestros hombres vuelven a un gimnasio para investigar los chanchullos del boxeo (algo que ya se apunta en el primer tramo del álbum), fingiendo ser deportistas y con un malentendido convencional al final. Este escenario es uno de los preferidos por el autor, ya que ha sido utilizado en álbumes como El otro yo del profesor Bacterio (1973), La gallina de los huevos de oro (1976), El inspector general (1989) El SOE y Robots bestiajos (1993). En Chicha, Tato y Clodoveo el gimnasio aparecerá en Una vida perruna (1986) y Gran hotel (1987).





El quinto episodio comienza directamente, sin entradilla previa. En él, el Súper lleva a nuestros agentes a ver in situ los atropellos de Cobardino, con escenas que recuerdan a las de El atasco de influencias, álbum de los noventa que parece tener más de un punto en común con ¡Soborno! La imagen de los conductores cargando con el coche por obstáculos en la carretera recuerdan a la que veremos en ¡Llegó el euro! (2001). Esta vez investigarán en una obra, otro lugar recurrente en la producción de Ibáñez, utilizado en álbumes como Los diamantes de la gran duquesa (1972), El plano de Ali-Gusa-No (1974) Los secuestradores (1976), La gallina de los huevos de oro, Los gamberros (1978), El atasco de influencias, El trastomóvil (1996), Los verdes (1997) y El señor de los ladrillos (2004), además de en la historieta corta LSD, publicada en Super Pulgarcito, número 8, así como en toda la trayectoria de Pepe Gotera y Otilio. En la historieta que nos ocupa, la comicidad viene dada de las réplicas que nuestros agentes dan al capataz. Finalmente, Mortadelo y Filemón resultan haberse equivocado de obra y sabotean, sin querer, la futura sede de la TIA.

Tampoco el sexto episodio contiene entradilla relacionada con los sobornos, desarrollando, al igual que el anterior, un tipo de gags apenas esbozado en capítulos anteriores, relacionado con las llamadas del Súper a sus agentes. Esta vez se sospecha que hay un sobornado en la sede de la TIA, dando pie a un episodio que tanto por su concepción, malentendidos y trampas que se anulan mutuamente, recuerda al futuro Hay un traidor en la TIA (1983). En esta ocasión, el resultado final vendrá de la mano de la señora de la limpieza, un recurso tantas veces utilizado por autores como Manuel Vázquez. Entre los recursos gráficos que aparecen en el álbum, destaca el dedo-bala del Súper que vemos en este episodio, lo cual nos recuerda a su etapa de esplendor de las metáforas visuales, a principios de los sesenta.







Tras la llamada inicial, el séptimo capítulo transcurre en el Guadalajara Marú, donde se sospecha se realiza contrabando gracias a un soborno a algún miembro de la tripulación. Filemón vuelve a viajar en la chimenea de un barco, como hizo en Valor…¡Y al toro! (1970). En este tramo del álbum vemos a un Mortadelo con más debilidades que de costumbre: borrachín, aficionado al contrabando (algo que se confirmará en el futuro álbum Contrabando) y lujurioso. Esto último queda justificado por su éxtasis a la hora de espiar a Nadiuska “en ropa de trabajo”, en uno de los primeros detalles “picantes” de la serie, muestra de la apertura tanto del cómic como del cine español del momento.

Al igual que ocurre en el episodio anterior, el octavo capítulo recurre otra vez a las localizaciones un tanto forzadas para un tema como los sobornos. Así, se dice que, tras haber sobornado a alguien del personal de la biblioteca, un bandido ha colocado un explosivo, “gamberrita”, en el interior de uno de los libros. Sin duda, este episodio viene motivado por el gusto de Ibáñez ante una localización similar en La gallina de los huevos de oro, ya que tanto el aspecto físico de la bibliotecaria como el gag recurrente de evitar el ruido se repiten de manera casi idéntica. Tan idéntico como el momento en que Mortadelo entra en la biblioteca pidiendo una obra de Ibáñez, gags que podían tener sentido en su momento, pero no hoy, cuando nuestro autor y sus personajes tienen su lugar en todas las bibliotecas del país.

El álbum vuelve a recobrar su esencia en un escenario como el de la plaza de toros, que, a pesar de ser el lugar del clímax de Valor…¡Y al toro!, no ha sido explotado en exceso por Ibáñez. Lo volveremos a ver en El señor Todoquisque (1992) y Dinosaurios (1993). El resultado es un episodio divertido en el que van eliminando a los distintos toreros por error y acaban liberando a los toros, que causan estragos en la ciudad. Especialmente entretenido es el décimo capítulo, en el que vemos que Filemón tiene una doble moral solo comparable a la de Mortadelo (el contrabandista), pues abomina de las apuestas en el canódromo, pero es recibido allí como un cliente habitual, en una escena inolvidable. Y es que este es uno de los grandes aciertos de Ibáñez, desnudar al ser humano, desmitificarlo y desproveerlo de su lado más épico e hipócrita, para mostrárnoslo tal cual, en toda su miseria. El tramo acaba, por supuesto, tras chafar al perro favorito del canódromo.

En la última parte, será Rodolfo Cobardino quien, a pesar de la ineficacia de nuestros protagonistas, se cansará de sus meteduras de pata y se personará en la TIA para sobornar al Súper, aunque su dinero se volatiliza una y otra vez debido a unos inconscientes- y ajenos a todo- Mortadelo y Filemón. Se trata de una variante del clásico esquema en que el villano de turno se introduce en la casa de los agentes o en la sede de la TIA. No deja de ser cómico ver cómo los protagonistas tienen a su enemigo delante y no hacen nada para atraparlo. Amenizan el episodio los comentarios del secuaz de Cobardino, quien finalmente lo traiciona ante los agentes del orden. El final se verá un poco precipitado y forzado por la indiscreción de Mortadelo, quien se mostrará tan chismoso con respecto a los comentarios que hace Filemón sobre el Súper como de costumbre.

Estamos ante un álbum entretenido, con momentos muy divertidos y recordados por los fans de la serie. El dibujo es más que correcto y las tintas, sin ser brillantes, parecen adecuadas. En conclusión, se trata de una de esas historietas que consolidaron la más que merecida fama de Mortadelo y Filemón a finales de los años setenta.