domingo, 25 de septiembre de 2011

EN LA OLIMPIADA (1972)

El álbum En la Olimpiada data de 1972, época en la que Ibáñez está redescubriendo su serie estrella, así como las inmensas posibilidades que le ofrece la inclusión de sus agentes de información en la fila de la TIA. De hecho, es probable que Ibáñez ni siquiera imaginara que con esta historieta estaba iniciando una de las subsagas más identificativas de sus personajes: las de Olimpiadas o, más concretamente, la de acontecimientos deportivos. Fernando de la Cruz, en su obra Los cómics de Francisco Ibáñez, señala la posible influencia del álbum de Goscinny y Uderzo Astérix en los juegos olímpicos (1968), influencia que puede vislumbrarse incluso en el título original del álbum, que, al empezar con la preposición “en”, parece haber sido pensado para llamarse “Mortadelo y Filemón en la Olimpiada”.

En cuanto al título hay que decir que el actual Gatolandia 76 es una invención editorial, establecida con el objeto de buscar una continuidad con las siguientes entregas olímpicas: Moscú 80 (cuyo título también fue alterado), Los Ángeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, etc., en el tomo recopilatorio Especial Olimpiadas que Ediciones B sacó en 1991. Además de la semejanza entre nombres, permite localizar más fácilmente la historieta, pues “En la Olimpiada”, viendo lo que habría de venir después, se ve hoy día un título demasiado general.

Como corresponde a otras de la misma época, la historieta consta de 11 episodios de 4 páginas cada uno. En el primero de ellos, encontramos ya una presentación que rebosa clasicismo: agente que acude a avisarles, entradas secretas delirantes, Mortadelo yéndose de la lengua ante el Súper (dejando fatal a Filemón)… Precisamente en este último recurso se produce una cita al Loco Carioco, personaje de Bruguera creado por Conti. Llama la atención porque estas referencias a personajes de la propia editorial son relativamente escasas en las historietas de Ibáñez, sobre todo en la etapa de las aventuras largas, pensadas sobre todo para el mercado internacional.

En este primer episodio Mortadelo pronuncia también otra de sus frases recordadas.Al ser inquirido acerca de qué es una olimpiada, responde con su mítico eslogan: “O limpiada con bayeta, o limpiada con estropajo, relucirá su cazuela con detergente Cascajo”. Este peculiar verso sería recordado, años después, en el popular programa televisivo Las noticias del Guiñol. Acto seguido, el Súper expone el problema del posible sabotaje a las Olimpiadas de Gatolandia por parte de sus enemigos de Perrolandia. Como se puede observar, Ibáñez despolitiza esta primera entrega, eliminando cualquier referencia a países reales, inventando dos cuyos nombres nos remiten al mundo de ficción del universo Disney (con Ratolandia, Patolandia, etc.). Culmina este brillante capítulo, que solo tiene como defecto el torpe entintado de las dos primeras páginas, con el delirante periplo de nuestros agentes portando la antorcha olímpica, dispuestos a infiltrarse en los juegos como participantes de mil y una especialidades, en aras de atrapar a los saboteadores.

El segundo capítulo define la que será la entradilla del resto de apartados. Una entradilla, por cierto, brillante, y poco explotada después por Ibáñez, relativa a las incomodidades de nuestros agentes a la hora de dormir en una estrecha habitación de hotel, lo que lleva en esta ocasión a Mortadelo a pasar la noche en la cornisa. Ya en el estadio, nuestros hombres empiezan a practicar el salto de altura, dando pie a gags brillantes en los que Ibáñez explota todas las posibilidades que esta disciplina ofrece. Destaca el hallazgo cómico de los comentarios hechos por megafonía, en los que el tono irónico del locutor despierta la sonrisa de los lectores a la vez que permite narrar en off gags que ocuparían muchas viñetas.



En la prueba de los 100 metros vallas encontramos a un Mortadelo pletórico cuyo pantalón se rompe antes comenzar a correr, capaz de desestabilizar a sus compañeros al asustarse con el tiro de salida, e incluso de colocarse al revés en la carrera. Se trata de gags clásicos en los que se aprovecha el enorme potencial cómico de un Mortadelo en estado de gracia y cuyas expresiones faciales son todo un acierto.

Y si el segundo episodio era brillante, el tercero no se queda atrás. Tras comprobar que Mortadelo ha pasado otra noche en el armario, vemos cómo nuestros agentes se enfrentan a la prueba de 400 metros lisos, con excelentes gags relativos a los starting blocks y un Filemón que acaba clavado al suelo. En lanzamiento de peso no les irá mejor a nuestros protagonistas. Especialmente divertida es la secuencia de los preparativos de Mortadelo antes de lanzar, aunque su lanzamiento sea, claro, un gran chasco. Todo un ejemplo de un gag bien preparado. Destaca también el momento en que Mortadelo, tomando impulso para lanzar el martillo, clava este en el suelo, y, regido por la inercia, sale disparado contra el locutor en off, al que seguimos sin ver aunque persiga a Mortadelo en la última viñeta, ya que su figura aparece sombreada. Para los escépticos sobre las cualidades de Ibáñez, los invitamos a comprobar su dominio del movimiento, verificando con qué enorme soltura y expresividad resuelve escenas nada fáciles de plasmar en papel. Todo un ejercicio cinético.

En el cuarto episodio, donde, por cierto, vemos que Mortadelo ha pasado la noche en la ducha, vemos unos cuantos gags relacionados con el lanzamiento de jabalina (del que no salen muy bien parados nuestros agentes), llega el turno del lanzamiento de disco, momento que Mortadelo quiero aprovechar para lanzar “Mi carro”, entonces una novedad de Manolo Escobar, que estaba pegando fuerte, como ya vimos en ¡A la caza del cuadro! (1971). Nuevamente destaca la capacidad de Ibáñez para reflejar el movimiento, como ocurre con las revoluciones de Mortadelo, así como el brillante gag final del tiro con arco, que provoca que Filemón “desnarigue” a los participantes de los 100 metros lisos.

En el quinto episodio, lo fundamental no es el chiste relativo a que Mortadelo duerma en el lavabo, sino el contraste entre sus sueños de triunfo y su amargo despertar (algo que veremos en otra entrega olímpica como es Sidney 2000). Las pruebas gimnásticas dejan a un Mortadelo desprovisto de la poca dignidad que le quedaba y dan paso a las pruebas de patinaje, en las que nuevamente acaba agrediendo al comentarista, aunque sea sin querer, con uno de sus patines. Delirante resulta ver a ambos protagonistas actuando como pareja de patinaje artístico (Mortadelo hace de mujer) y estampándose contra la tribuna de los jueces.

Ibáñez, siempre hábil narrativamente, sabe introducir variedades al mismo esquema, de manera que el sexto episodio no transcurre dentro del estadio olímpico, sino que en él se hará hincapié en la actividad detectivesca de los personajes. Mortadelo, que no ha podido dormir en el palo que Filemón le había asignado, decide ir a investigar, todo un rasgo de profesionalidad, y descubre a unos expertos en sabotaje que, cuatro páginas después y tras algunos gags brillantes relativos a su captura, resultan serlo en cabotaje, recordando así al esquema clásico de las historietas de “Agencia de información”. Destacan los gags relativos al “¿Qué me dice?”, de Filemón, que Mortadelo siempre interpreta de forma literal.


El séptimo episodio, en el que vemos a Mortadelo dormir en una persiana, encontramos los problemas del agente para adaptarse a su caballo en la competición de hípica. Algún gag será retomado, como el de la silla del caballo, que aparecerá en 20.000 leguas de viaje sibilino (1994), al igual que el recurso argumental de intentar montar en el équido con pésimos resultados, algo que veremos también en El señor Probeta (1991), Silencio…¡se rueda! (1995) y El 2 de mayo (2008), así como en la aventura de Chicha, Tato y Clodoveo A Seúl en un baúl (1988).

Como suele hacer con este tipo de animales, Ibáñez dota al caballo de un sarcasmo muy rentable humorísticamente. A esto hay que sumarle la escasa habilidad que Sacohuesos (sí, así se llama) tiene como saltador, lo que da pie a viñetas de una gran elocuencia que demuestran la pericia de Ibáñez en el dominio del movimiento y en las expresiones faciales de los animales (véase la viñeta 6 de la página 26). Culmina con broche de oro este tramo al instalarle Mortadelo a su jaco u cohete que hace que acabe volando (previa secuencia de zoom en la que se llevan parte de un muro por delante). Rematan jocosamente la historia los comentarios de los turistas acerca de la estatua sobre la cual han aterrizado Mortadelo y Sacohuesos.

Ver que Mortadelo ha dormido en una lámpara no será lo más humillante del episodio octavo. No, lo peor será ver el ridículo traje de baño que elige para el salto desde el trampolín, el cual, presentado desde un hábil contrapicado, exhibe una notable altura. Destacan en este episodio algunas secuencias absurdas, como aquella en la que Mortadelo sube tanto…que se deja atrás las escaleras de la plataforma o la otra en la que, ante lo destartalado de su caída, el agente vuelve hacia atrás para saltar de nuevo. El episodio se salda con un Filemón herido de tablonazo mientras intentaba, ahora sí, realizar con eficacia la prueba.

El noveno capítulo vuelve a la actividad detectivesca, ya que Mortadelo, al dormir en las alcantarillas, ha podido captar una conversación de un tiparraco gordo que pretende acabar con los juegos. Una serie de gags notables dan pie a la resolución del equívoco, pues el individuo en cuestión se dedicaba a asuntos relacionados con la pirotecnia. Este tipo de chascos nos recuerdan a los que veremos en Los bomberos (1978) y en Atenas 2004.

En el décimo episodio vemos cómo Mortadelo duerme bajo la cama de Filemón antes de que ambos acudan a los entrenamientos para la prueba de esgrima. No deja de ser cómico el hecho de que a Mortadelo no le quepa la careta protectora (por la narizota) y piense que le van a cortar la nariz (gag que encontramos también en Cacao espacial, 1984). En realidad, Filemón se limita a ponerle un colador que le da un aire bastante ridículo a su subordinado. La competición propiamente dicha no tiene desperdicio, con Mortadelo cortándole el cinturón al árbitro, el señor Guillete, y provocando a su contrincante como a un vulgar morlaco.

El último episodio nos permite comprobar la enorme generosidad de Filemón que permite a Mortadelo dormir en la misma cama…debajo del colchón. Nuestros hombres no se despiden de su aventura olímpica sin antes confundir a un señor que pretendía “dar pasaporte” a algunos atletas. Algunos gags absurdos, como el de los brazos largos, precede a la aclaración de la confusión. Destaca el desfile con Mortadelo ostentando una peculiar medalla que, en un alarde de continuidad, será retomada en Moscú 80, 8 años después. La delegación nacional cierra su participación con broche de oro al exhibir la pancarta de “animales sueltos” como símbolo del país. Tras un viaje de vuelta submarino no costeado por el Súper, nuestros agentes comprueban que este no les envió la carta en la que aclaraba que el saboteador estaba enfermo y no podía “trabajar”, tras lo cual se prepara una dulce venganza contra el despistado superintendente.


De esta manera concluye, pues, una aventura hilarante, representativa de lo más clásico de nuestros personajes, con un dibujo que nos presenta todavía a los protagonistas algo más achaparrados y regordetes, con un aire de indudable ternura. Destaca el clasicismo de esta historieta, decana de cuantos mundiales y olimpiadas habrían de venir, con unos protagonistas con unos roles totalmente definidos: Filemón es el gruñón impenitente y Mortadelo el incompetente y despistado ayudante. Cabe destacar que Ibáñez carga las tintas en Mortadelo, a quien hace protagonizar, de forma más evidente que en otros álbumes, las mejores escenas cómicas, permitiendo así el lucimiento de su personaje. En resumen, una historieta indispensable, cuya ambientación olímpica, lejos de ser una maniobra comercial como ocurre desde hace años, responde a un deseo de buscar nuevos escenarios para la serie estrella de Francisco Ibáñez.

domingo, 18 de septiembre de 2011

ENTREVISTA A JULIA GALÁN

Hablar de Julia Galán es hablar de la historia de nuestra historieta. Primero en Editorial Bruguera, donde trabajó mano a mano con Rafael González, y después en Ediciones B, ha estado indisolublemente  vinculada a la vida de estas dos editoriales. En ellas, pudo coincidir con algunas de las figuras más importantes del tebeo patrio, convirtiéndose con el tiempo en la editora de algunas de las firmas más reputadas del panorama historietil español. A Julia le debemos, además, la conservación y localización del fondo editorial de Bruguera, que ella salvó de un embargo de imprevisibles consecuencias.

Años después, Julia ha accedido amablemente a responder algunas cuestiones relacionadas con Bruguera, Ediciones B, sus dibujantes en general y Francisco Ibáñez en particular.

Con todo lo que hemos dicho, no hace falta insistir en que su testimonio no tiene precio. Les invitamos, pues, a que disfruten y aprendan con sus declaraciones.

Para Corra, jefe, corra, entrevista a Julia Galán:

1.- Usted entró a trabajar en Bruguera en 1963, cuando la editorial ya estaba consolidada como la principal productora de historietas del país. ¿Leía usted antes de entrar allí historietas de la casa? De ser así, ¿cuáles eran sus personajes y autores preferidos?


Entré en la empresa cuando tenía 14 años como aprendiza, la economía de mi casa no permitía la adquisición de publicaciones de la época, pero por medio de una amiga de mi madre, a veces me llegaban los facsímiles de El Capitán Trueno.

2.- De las secciones de Administración y Correspondencia, pasó a trabajar mano a mano con Rafael González. Teniendo en cuenta su fama de duro, ¿qué la llevo a cambiar de puesto? Por otra parte, ¿fue merecida dicha fama?

Mi etapa en Administración y Correspondencia, se desarrolló en los locales ubicados en la barriada de Vallcarca, donde yo vivía, eso representaba que la empresa era una prolongación del barrio, con lo bueno y lo malo. Yo ya llevaba 10 años en la empresa y los departamentos de la C/. Camps y Fabrés eran de un atractivo superior para alguien inquieto.

Cuando me confirmaron la entrada en el departamento de redacción con el Jefe Sr. González, ya me advirtieron de su fama de ogro, pero yo quería conocer cosas nuevas y aquel departamento y toda la gente que lo componían representó un cambio en mi vida personal y laboral.

Del Sr. Rafael González destacaría su seriedad, también su exquisita educación, fue una de las personas más importantes en el desarrollo de Editorial Bruguera, en concreto con las publicaciones de revistas. Después de él no hubo ninguna continuidad, con sus luces y sus sombras, o sea su creatividad y su deber a la empresa o al Sr. Francisco Bruguera , del que era amigo personal, merece el más amplio reconocimiento.



3.- A partir de ese momento, usted pudo tener más contacto con los dibujantes. ¿Podría contarnos algo de algunos de los más conocidos? Por ejemplo, la figura de José Escobar se ha revitalizado últimamente, en especial por la obra El invierno del dibujante, de Paco Roca. ¿Qué nos puede contar del padre de Carpanta y Zipi y Zape?

En mi trato con los colaboradores que fue laboral y muy personal, me gustaría destacar con preferencia a: Ambrós, Víctor Mora , Conti, Escobar, Raf, Segura, Martz S. y Vázquez (un caso aparte). Para cada uno de ellos podría escribir varias páginas de vivencias satisfactorias, y de los que guardo muchos gratos momentos.

En una restructuración de los departamentos de la empresa llegué a tratar personalmente con todos los colaboradores que realizaban trabajos de creación, bien personalmente o bien por carta: guionistas, portadistas  (Estefanía, Corín Tellado, etc.).

Posteriormente, en mi etapa de organizar el archivo de E.B. , descubrí a otros que no fueron de mi época y quiero resaltar: Coll , Fuentesman y otros…

Con Escobar mantuve una relación hasta el final con él y con su familia, sobre todo en la etapa de Ediciones B, donde el contacto era más directo al ser yo la editora. Su producción fue inmensa, dejó toda su realización clasificada por épocas en tomos que fue confeccionando y que se encuentra en Granollers por donación de su familia.

Destacar que la represión que sufrió por parte del régimen le obstaculizó un desarrollo mucho más amplio, pero eso pasó con la mayoría de los colaboradores, ya que Bruguera, seguramente por obra del Sr. Francisco Bruguera, reunió a muchos de los represaliados de la época.



4.- Otra figura en auge en estos días es la de Manuel Vázquez, sobre el que tanto se ha dicho, escrito…incluso filmado. ¿Hay alguna anécdota menos conocida sobre él que pueda relatar a nuestros lectores?

Todo lo que de él se ha dicho es poco, fue y será” El Genio”, en cuanto a realización, valorado por todos, en especial por el Sr. González por su capacidad creativa. Lástima que su producción fuera tan escasa, ya que su intensa vida no le permitía dedicarse solo a dibujar. Se han contado todas las anécdotas que él se encargó de realizar para forjar su leyenda y seguir vivo. Yo destacaría en el trato directo la rapidez mental; era muy divertido, sagaz, y era un gran amoral en sus vivencias personales.



5.- ¿Qué nos puede contar de Ibáñez? ¿Cuál cree que fue el motivo para que, sobre todo a partir de los años setenta, se convirtiera en el favorito del público hasta nuestros días? ¿Qué piensa que aportó a los lectores para alcanzar tanto éxito?

Es el colaborador con el que más intensamente he trabajado, pero no guardo el recuerdo más afable. Laboralmente fue el más importante, lo era para la empresa y el trato fue muy especial.

De el motivo de su popularidad con el público, destacaría que dentro de la escuela y el estilo Bruguera que impuso el Sr. González, era el más joven, su capacidad de producción desde el principio fue desbordante con un sinfín de personajes, portadas , publicidad, etc. Consiguió imponerse por la cantidad de páginas llenas y chispeantes como marcaba el Sr. González.

Jordi Bayona, segundo del Sr. González y redactor y creador de las revistas Gran Pulgarcito y Mortadelo, te podrá ampliar más este fenómeno. Sé que hubo problemas cuando se estableció la línea de las publicaciones como las francesas de Pilote, por el exceso de ”inspiración” que Ibañez hacía sobre las mismas para sus historietas. Pero la realidad es que el público lo destacó de los demás dibujantes y él se convirtió en el más poderoso de los dibujantes actuales.

Destacaría en negativo la etapa en la que la Empresa decidió una máxima explotación de sus personajes en cientos de publicaciones por los equipos de realización de la empresa y que al autor no le importó la calidad.



6.- En lo referente a estos dos últimos autores, mucho se ha hablado también de la relación entre ambos. ¿Cómo fue, a su juicio, la relación entre Vázquez e Ibáñez?

En mi opinión personal, que no tiene por qué coincidir con lo que otros piensen, no existía relación entre Vázquez –Ibáñez por incompatibilidad de caracteres. Vázquez despreciaba el afán económico de Ibáñez , e Ibáñez no podía ignorar el atractivo personal que desarrollaba Vázquez y el reconocimiento de sus creaciones, con un poco de desprecio por su vida informal.



7. -¿Qué podría decirnos de algunas de las otras estrellas de la casa: Raf, Segura, Peñarroya, Jan…?

Todos los dibujantes transmiten a través de sus personajes una parte de su personalidad. Por ejemplo, Segura era su Rigoberto , hasta cuando explicaba anécdotas , imitaba una voz infantil y fue una de las personas más felices que he tratado.

Raf tenía el aire de gentleman de su Sir Tim’ Otheo . De carácter un tanto pesimista, no obtuvo el reconocimiento popular a su creación pulcra e impecable, sobre todo, igual que Segura, en las portadas a color.

A Peñarroya no lo conocí personalmente. Fue uno de los autores que pude valorar a través de sus originales en mi trabajo en el archivo.

Con Jan tuve, tengo, buena amistad. Persona reservada por su particularidad física, no conseguí llevarlo a ninguna de las exposiciones que le montaba la empresa. Gran persona, siempre ha tenido un gesto amable, gran ilustrador de color, realiza un trabajo muy personalizado.



8.- A principios de los ochenta se deja sentir el inicio del declive de la editorial Bruguera. ¿Cómo vivió usted esa época, hasta el cierre? Tal vez muchos de nuestros lectores no conozcan su decisiva intervención para evitar que incautaran los originales de los autores, ¿cómo fueron esos momentos?

Tres años antes de que Bruguera finalizara, hubo una suspensión de pagos. En esa época yo coordinaba la entrada del material y el pago de todos los colaboradores de la editorial. Había poco dinero para las colaboraciones nuevas, por eso en el departamento de revistas se empezaron a republicar páginas antiguas (el Sr. González ya no estaba en la redacción). Hice grandes amigos entre los colaboradores, a los que les daba más explicaciones que dinero; los últimos años fueron muy difíciles para todos.

En el último año, debido a que había habido muchas bajas de empleados y por mi relación con los colaboradores, ocupé el puesto de secretaria de dirección, por eso estaba en la comisión de cierre de la empresa. El hecho a que te refieres sobre el embargo, fue como tantos otros por la circunstancia excepcional del momento. Yo me quedé sola en el departamento de dirección y en todo el edifico de Camps y Fabrés, con una ayudanta y los guardias de seguridad. A todo el mundo se la debía dinero: proveedores, colaboradores y empleados. Un grupo de jefes hicieron una denuncia de embargo y uno de ellos se presentó en el edificio con una orden y un empleado del juzgado para proceder. En la segunda planta estaba la redacción y el estudio de realización de revistas, así como el archivo de fotolitos y originales yo disponía de las llaves de todas las plantas, esos días ya sin trabajadores. El referido jefe, con el funcionario, me amenazó para entrar en la planta y proceder al embargo. Yo le dije que no iba a pasar si no era por encima de mi cadáver. El joven guardia de seguridad que había subido con ellos dijo “yo estoy con ella”, mientras ponía la mano en la pistola, Y así se evitó el embargo.

Tengo que reconocer que, como en otros de los momentos que viví en aquellos meses, no fui del todo consciente, de lo que cada día pasaba, defendía la empresa en la que llevaba 24 años trabajando sin pensar a quién beneficiaba.



9.- Ya en Ediciones B, y antes de llegar al acuerdo con Ibáñez, Miguel Pellicer encargó nuevas historietas de Mortadelo y Filemón a otros dibujantes, desoyendo su consejo de republicar material de Ibáñez. ¿Qué resultado artístico y comercial dio aquella opción?

En los inicios de Ediciones B, sin Ibáñez ni Escobar, ni Raf, ni Segura, los cuales Ana Mª Palé había fichado para la editorial Grijalbo, se empezaron a preparar las revista de Mortadelo, Zipi Zape etc. Mi opinión personal y la de la editora, que también venía de Bruguera, es que Miguel Pellicer venía del departamento de Ediciones Infantiles, no conocía a fondo el formato de la realización de revistas ( tengo que aclarar que en esos primeros momentos todos funcionábamos con un tanto de improvisación). En mi caso, el hecho de que anteriormente en Bruguera no hubiera hecho de editora, hacía que mi autonomía fuera nula por la dependencia de Miguel Pellicer, a pesar de que conocía todo el material de la empresa. En esa primera etapa me encargaba de la reimpresión de Trueno Color , Oles y Bolsilibros del oeste. Pero él era el Jefe y lo que hizo para las primeras publicaciones fue encargar el material de los personajes básicos, al equipo de Toni Balcells, de una calidad muy baja, la mayoría no se llegaron a publicar, están en el archivo. Ibañez y los demás colaboradores firmaron el acuerdo con Ediciones B, ya que no hubieran podido subsistir sin el fondo de sus personajes de Editorial Bruguera.



10.- A partir de 1988, Ibáñez llega a un acuerdo con Ediciones B, reanudando la serie de Mortadelo y Filemón. No obstante, las nuevas historietas con la firma del autor resultan anómalas, estando muchas de ellas dibujadas por Juan Manuel Muñoz y otras personas. ¿Cómo reaccionó como editora ante este material firmado por Ibáñez pero no realizado por él?

Cuando Ibáñez reanudó el acuerdo con Ediciones B, el material nuevo que nos hacía llegar mediante su representante Anna Mª Palé, estaba realizado por un equipo que llevaba Montserrat Vives. Era nefasto pero destacaba la firma autentica de F.IBAÑEZ. Se lo comenté a M. Pellicer para hablarlo con Ibáñez. Me dijo que si Ibáñez se enfadaba me despediría. Ibáñez no se enfadó y empezó a realizar aventuras nuevas con temas de actualidad como “El atasco de Influencias “en una nueva etapa sin intermediarios con la editorial.

11.- Según comenta Miguel Fernández Soto en El mundo de Mortadelo y Filemón, algunas temáticas de los álbumes de Mortadelo en esta nueva etapa vinieron sugeridas por miembros de la editorial…Así, El jurado popular fue una referencia a una vivencia real de Gemma Britián (q.e.p.d), Pesadillaaa… fue sugerido por usted misma… ¿Hay algún caso más de temática que fuera propuesta por usted u otros miembros de Ediciones B?

Después del éxito de El atasco de influencias, Ibáñez aceptaba sugerencias para sus temas. Como caso especial, comentaría que teniendo que cumplir con las entregas de los álbumes nuevos para Alemania, le sugerí que enviara el material de La historia del dinero, que había publicado E. Bruguera para LA CAIXA, realizada por el equipo Bruguera y guion de Jesús de Cos. Él hizo unos pequeños arreglos y el resultado fue la felicitación por parte del editor alemán.



12.- A la hora de plantear cada nuevo álbum, ¿tenía Ibáñez que presentar una sinopsis, guion o resumen para su aprobación por parte de Ediciones B o tenía total libertad para elegir los argumentos?

En Ediciones B Ibáñez no tenía que presentar proyectos o bocetos de portadas como en Bruguera, los cuales debía aprobar el Sr. González. Disponía de total libertad, se le hacían sugerencias y se programaban los mundiales de fútbol o las olimpiadas.


13.- Precisamente de esta época, mediados de los 90, es el álbum El pinchazo telefónico, en el que aparece caricaturizada usted junto a Mortadelo. ¿Qué opinión le mereció en su momento aparecer en una historieta de los agentes de la TIA?

Ibáñez tenía por costumbre caracterizar a compañeros y jefes de la empresa, no estoy segura que siempre lo hiciera por halagar.

14.- Haciendo balance de la carrera de Francisco Ibáñez, ¿cuáles son sus historietas largas favoritas, de las elaboradas durante estos 50 años? ¿Recuerda algunas que tuvieran un especial tirón comercial?

Indiscutiblemente las primeras historias de 44 páginas o material de otros personajes. La Rue del Percebre , que él realizada a lápiz y tinta, son excelentes. Después supo remontar comercialmente en su segunda etapa con los temas de actualidad. Mi opinión, la cual le expuse muchas veces, era que prefería menos material y más cuidado, ya que siempre no reunía la calidad que se requería pero “la pela es la pela”. Hubo una aventura de un mundial de fútbol, que me negué a pasarlo a la colección de Magos del Humor, por su baja calidad.



15.- ¿Cómo fue el trato personal con Francisco Ibáñez durante todos estos años de trabajo conjunto? ¿Qué facetas suyas nos podría comentar que no conozca el gran público?

Mi trato con el autor más popular, tanto en E. Bruguera como en Ediciones B, por mi parte fue de profesional y de amistad, pero en mi última etapa en Ediciones B, como siempre en Ibáñez, privó la parte económica a la personal.


16.- Por último, querríamos conocer por qué concluyó su trabajo en Ediciones B y a qué se dedicó usted posteriormente, hasta la actualidad, así como saber si tiene nuevos proyectos laborales relacionados con el mundo de la historieta.

Antes de mi salida de Ediciones B la dirección de la empresa era muy complicada, de la mano de una sobrina del Sr. Asensio. Tenía unos intereses en los que no entraban las ediciones ni los empleados de Bruguera, a los que fue eliminando en su totalidad. Yo fui la primera, no quería ni oír hablar de tebeos ni ediciones que a su entender no daban prestigio. Posteriormente, la familia del Sr. Asensio la despidió por asuntos turbios

Actualmente y desde hace bastante tiempo estoy jubilada, ejerzo de abuela de mis dos nietos. De vez en tanto me piden una charla o entrevista sobre la época de Editorial Bruguera, por ejemplo en los Salones de cómic de Vitoria, Almería o Valladolid, con el gran dibujante Jesús Redondo, donde creo que me expreso mejor que por escrito.

De todos estos recuerdos hay algunos que aún me duelen, juntamente con los compañeros que los compartí, muchos de los cuales ya no están, pero mantengo vivo su recuerdo por que forman parte de mi vida personal atada a la laboral.

Con estas palabras concluye Julia Galán, a quien queremos agradecer de nuevo su paciencia y cordialidad.
Esperamos que sus respuestas les hayan resultado tan interesantes como a nosotros.

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL SEÑOR TODOQUISQUE (1992)

El señor Todoquisque (1992) narra la pugna entre Mortadelo y Filemón y uno de los villanos más emblemáticos de su carrera, quien da nombre al álbum. Estamos, pues, ante una de estas aventuras de villano único que mantiene en jaque a los protagonistas durante todo el episodio. En esta ocasión, Ibáñez crea un personaje que tiene la cualidad de caracterizarse como cualquier persona (rasgo que le intuimos a Mortadelo en algunas ocasiones) para cometer actos delictivos.

La aventura se estructura en episodios de 8 páginas, salvo los dos últimos, que son de 4, resultando así un final de 48 en lugar de las 44 habituales, por razones que desconocemos. Esta medida se encuentra también en otras historietas del periodo como Robots bestiajos y La ruta del yerbajo (ambas de 1993).

En el primer episodio de ocho páginas, se observa la clásica introducción de Ibáñez, con algunas referencias a deportistas que resultarán ajenos a los actuales lectores más jóvenes (se habla de Car Lewis, de Epi…). También encontramos un pequeño cameo de Ofelia con su terrible enemiga: la báscula. Concluida esta reflexión acerca de la identidad, Ibáñez nos presenta al villano que da título al álbum, caracterizado como el político argentino Menem (que reaparecerá en Mundial 2002), el habitual Khol y la reina de Inglaterra (la única que sigue activa en su posición política hoy en día).

Ya en la TIA, vemos que es el Director general el que encarga al Súper la misión que habrá de encomendarles a Mortadelo y Filemón. Bacterio hace su aparición sentando las bases de las entradillas de los cuatro primeros episodios: gags relacionados con sus inventos para que los agentes acudan a la llamada. Acto seguido, el Súper explica a sus hombres lo complicado de la misión, aludiendo a un elemento decisivo para descubrir al Todoquisque: la verruga gorda en la rabadilla. Este rasgo distintivo es típico de esta clase de historias, basadas en personajes con habilidad para caracterizarse pero que no son capaces de esconder una señal tan nimia. En este caso, la verruguita en cuestión dará pie a gags no demasiado elegantes.

                                                 

En contraste con el toque soez que aporta el tener que mirarle el trasero a los personajes para comprobar si son el Todoquisque, encontramos también al Ibáñez más elevado, con referencias a personajes mitológicos como Polifemo,: “Yo veo menos que Polifemo con un orzuelo” (pág. 7), difícilmente conocidos por el gran público, sobre todo el infantil. En este primer capítulo, Todoquisque está actuando en la mansión del Conde Lito, donde consigue burlar a nuestros agentes (que, por supuesto, ponen varias rabadillas al descubierto) y acaba robando un Rembrandt auténtico caracterizado como el propio Superintendente de la TIA, idea que Ibáñez retomará más tarde. Destaca en este episodio el nada inocente disfraz de “hincha del Liverpool F.C”.

La segunda parte comienza con un Todoquisque actuando en las narices del Preboste Pastagórdez, al que roba, haciendo así que Mortadelo y Filemón entren en acción. Una serie de gags ingeniosos se suceden, como el de las mulas “suavidad” y “ternura” o el absurdo referido a los botones del ascensor. Destaca, por inusual, la perspectiva en picado con que se cierra la página 11. Cuando nuestros hombres se separan para encontrar al malhechor, este tiene la astucia de caracterizarse como ambos, provocando así la desconfianza de los protagonistas, que se enseñan el trasero en plena calle, dando pie a algún gag algo desfasado, relativo a la conducta inmoral y desenfrenada. Todoquisque no solamente gana la partida, sino que remata haciendo que Mortadelo y Filemón contraigan el sarampión mulero. Además de astuto, Todoquisque se empieza a caracterizar por su altivo desprecio hacia sus enemigos, así como por el uso de jocosas comparaciones, un tanto forzadas, en las que juega con los conceptos. Hay que destacar el comentario de Mortadelo a su jefe “En el fondo, usted siempre rojillo” (pág. 14), que recuerda a uno similar del álbum Los superpoderes (1987), refiriéndose a que Filemón prefiere investigar por la izquierda. Obviamente, se trata de un mero divertimento, de un juego de palabras que no refleja la tendencia política de ningún personaje.

El tercer episodio se abre en el hospital El píloro churruscado, en el que vemos actuar al villano como el Doctor Emplástez, durante dos páginas, la misma extensión que Ibáñez dedica a la llamada del Bacterio y venganza de los agentes, como si le costara entrar en materia. En la página 22, nuestros hombres consiguen entrar en el hospital, uno de los escenarios favoritos de Ibáñez, en secuencias en las que muestra algunos disfraces notables, como el de bacilo (que demuestra que la extraña lógica de Mortadelo puede llegar a funcionar), el de escolta de Kennedy y uno de los favoritos de Ibáñez: el de hombre invisible.En el hospital, Mortadelo y Filemón golpean a un viceministro y son burlados, nuevamente, por Todoquisque, quien vuelve a inocularles bacilos que los dejan fuera de juego. Desde el punto de vista lingüístico, se aprecia un error de Ibáñez cuando Mortadelo dice “hayan bacilos” (en plural el verbo) en lugar de “haya” (pág. 22) , un error que se repite en la página 28, con “habían toros”.

Esto ocurre en el cuarto capítulo, que tiene como escenario uno de los menos utilizados por Ibáñez, a pesar de ser típicamente español: un coso taurino, fondo que podemos encontrar también en Valor…¡y al toro! (1970), Soborno (1977) y Dinosaurios (1993). En todos estos casos, contribuyen al efecto cómico los comentarios despectivos del público. La primera página nos permite ver actuar al Todoquisque, mientras que la segunda se refiere a las llamadas de Bacterio. Curiosamente, cuando este los hace aparecer, Mortadelo y Filemón vienen de arrebatarle una mina a Mike “Gorilo”, lo que nos hace pensar que llevan más de una misión a la vez. Ya en la plaza, vemos a un toro ataviado como Todoquisque y a Todoquisque caracterizado como toro, dando lugar al descontento del público, de manera que el villano vuelve a ganar la partida , al aprovechar el barullo para vaciar la caja de la recaudación.

                                              

El quinto capítulo da un giro a la historia, haciendo que sea el propio malhechor quien acuda a la TIA para hacerse con documentos secretos. En esta ocasión, lo hará ataviado como el Superintendente Vicente, dando pie al que sea, probablemente, el episodio más divertido de la historieta, con un Mortadelo que se llega a encontrar hasta con 5 “Súpers” consecutivos, en un juego de equívocos de tradición clásica que recuerda al Anfitrión de Plauto. Los mismos agentes se vieron en una situación parecida en la historieta corta ¡Robots! (Super Mortadelo, 8), al igual que Anacleto en El sosías (Din Dan, 2ª Época, Extra de Primavera, 1971).

Es curioso que Mortadelo, en su locura, dice haber visto 5 “Súpers” y nombra quintetos conocidos como “El quinteto de la muerte”, incluyendo… a Los Beatles (que eran cuatro). En una historieta de Don Pedrito, allá por los sesenta, comete el mismo error, al señalar que eran 5 los integrantes del grupo de Liverpool (y sí, suena más a despiste de Ibáñez que a alusión al famoso “quinto Beatle”). Una vez que Mortadelo ha deducido que ese “Súper” duplicado es Todoquisque, comete la torpeza de declarar su caza y captura pos los altavoces de la TIA , haciendo que los agentes más bestiajos acaben golpeando al propio Súper, en un remake de un gag similar de Contra el “gang” del Chicharrón (1969)- aquí aplicado al Bacterio- y de Objetivo: Eliminar al Rana (1976)- referido al propio Súper.

Los mejores gags llegan cuando Filemón (que tiene poca participación en este episodio) contempla satisfecho la rabadilla del Súper (buscando la verruga, ya saben), ante la indignación del Director general, que demuestra ser un homófobo, algo que confirma en uno de los mejores gags del álbum: cuando cree que Filemón le está pidiendo a Mortadelo su mano en matrimonio. En realidad, Mortadelo advierte a su jefe de que la Ofelia se ha interesado en él ya que es más serio que Mortadelo y tiene unas perrillas ahorradas, lo que muestra que Ofelia, más que querer a Mortadelo, quiere “un hombre” a toda costa.

El episodio culmina cuando los agentes creen haber acabado sin querer con el Súper, cuya muerte lloran desconsolados, algo que contrasta con otras historietas en las que celebran los males de su Superior (incluso su deceso). Cuando comprueban que está vivo, de deshacen en arrumacos, lo cual provoca que el Director general los despida en un acto de homofobia ya claramente desfasado en los años 90 (teóricamente).

El sexto episodio retoma el esquema del anterior, que tan buenos resultados humorísticos había dado. Esta vez, es Ofelia la suplantada por Todoquisque, que acaba siendo perjudicado sin querer por Mortadelo y sus disfraces horripilantes. Destaca, desde el punto de vista gráfico, la figura de Ofelia, ya que al ser Todoquisque disfrazado, la vemos en posturas y actitudes que no suelen ser las arquetípicas del personaje. Al final, tras una escena que recuerda a la del espejo de Los hermanos Marx en Sopa de ganso (1933), será la propia secretaria quien descubra y detenga a su suplantador, ante la indignación de Mortadelo y Filemón (este último solo tiene un bocadillo de texto en todo el capítulo). Cierra el episodio la presencia tras la esquina de dos agentes disfrazados como Mortadelo y Filemón, en un final que recuerda al de la ya citada historia corta Robots.

En realidad, la historia podría haberse cerrado aquí, pero Ibáñez incluye un epílogo de 4 páginas en el que Todoquisque se escapa de la cárcel y se caracteriza como Mortadelo primero y después como Filemón para intentar acabar con sus dos enemigos (no parece recordar que fue Ofelia quien lo detuvo). Como suele ocurrir cada vez que un malvado se infiltra para atacar por sorpresa a nuestros hombres, estos acaban poniéndolo fuera de combate sin darse cuenta. En este caso, lo conducen hasta la locura, de tal manera que el psiquiatra que lo trata acaba aprovechando a este genio del mal como caballo particular, cerrando definitivamente la aventura.

Se puede afirmar que El señor Todoquisque es una de las aventuras más recordadas de los 90. Con un dibujo adecuado, acabado por Juan Manuel Muñoz, que muestra a los personajes en posturas menos convencionales de las habituales. Se trata de una historieta menos compacta que otras, pues en ella se ve que Ibáñez, siempre fiel al mismo esquema en cada capítulo de sus álbumes, fluctúa entre hacer que los agentes vayan a buscar al malhechor a distintos escenarios (primeros cuatro capítulos) o que sea este quien vaya a la TIA asumiendo la personalidad de algunos de sus miembros (resto de episodios), siendo esta la opción más divertida de cara al lector.

El personaje de Todoquisque no volvió a aparecer en Venganza cincuentona (2007),quizás porque su mayor atributo consiste en no tener personalidad propia y adoptar diversas formas, algo que no convenía en ese álbum, en el que cada villano había de ser muy reconocible. Sin embargo, Miguel Bardem sí lo rescató en Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la Tierra, película de 2008 en la que uno de los villanos era el señor Todoquisque, interpretado por Álex D’Ogerthy quien, aunque con simpatía, caracterizó al personaje dándole un aire chusquero que no se encuentra en el tebeo. Quede esta inclusión en la película como constancia de la relevancia de este personaje en la trayectoria vital de Mortadelo y Filemón.

domingo, 4 de septiembre de 2011

MUERE JEAN TABARY

Con un par de semanas de retraso, Corra, jefe, corra, se hace eco de la muerte de Jean Tabary, el dibujante del gran Iznogud, personaje nacido del ingenio del propio Tabary y del inigualable René Goscinny, quien consiguió una obra tan lograda como otras suyas, si bien no alcanzó (al menos en España) la misma repercusión mediática.

   

Las historietas de Iznogud eran, efectivamente, un derroche de imaginación y fantasía. El dibujo suntuoso de Tabary recreaba una Bagdad de ensueño en la que todo era posible.



También Francisco Ibáñez fue consciente del embrujo de esta historieta de Goscinny y Tabary, pues la referenció en más de una ocasión. Entre las más recordadas, encontramos una página de los sesenta en las que un Mortadelo ataviado como Iznogud muestra su deseo de ser jefe en lugar del jefe.

En otra ocasión, Ibáñez incluye en las viñetas del álbum El preboste de seguridad (1985) a Dilá Lará, el secuaz de Iznogud, que parece reconocer una variante de la frase típica de su jefe. Toda una referencia para los fans de la serie francesa.



Sin duda, a Ibáñez debía de gustarle Iznogud y supo apreciar el interés de esta historieta,  pues no es nada frecuente en nuestro autor que incluya cameos de otras historietas en sus páginas. Solo como ejemplo, tenemos que recordar que los popularísimos Astérix y Obélix tuvieron que esperar hasta 1996 para aparecer en las páginas de Mortadelo y Filemón.

La admiración de Ibáñez por la serie de Goscinny y Tabary se nota también en algunas influencias que, más adelante, serán señaladas en el blog.

Aprovechamos este tema para recordar a Jean Tabary, un grande de la historieta europea.
Descanse en paz.