domingo, 30 de enero de 2011

13, RUE DEL PERCEBE: EL VETERINARIO



Retomando nuestro recorrido por la villa de Rue del Percebe hablaremos hoy de un individuo que tiene su consulta, aunque no sabemos si vive realmente ahí, sita en dicho inmueble. Se trata del veterinario, un tipo que físicamente, responde al arquetipo brugueriano de señor bajito, calvo y bigotudo, más bien tirando a poquita cosa. Su aspecto, de hecho, es bastante semejante al del sastre que habrá de venir con el tiempo y al igual que él comparte cierto gusto por la chapuza, por el trabajo mal hecho. Se trata, pues, de un precedente de Pepe Gotera y Otilio (cambiando el ámbito de su chapucería) y, si me apuran, del Doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo quien, en su corta andadura, también hicieron algún pinito en la ciencia veterinaria (recuerden el afán de Gazapo por experimentar con el gato).



Se trata de un “profesional” algo orgulloso, no demasiado dispuesto a reconocer sus fallos (sin llegar a la indolencia sistemática del sastre, todo hay que decirlo) y q ue, a pesar de su ciencia médica, sigue asombrándose sobremanera con algunos de los casos que les plantean sus clientes. Ataviado siempre con una bata- lo pillamos en horario laboral- lucía en sus primera apariciones un estetoscopio. En alguna ocasión hemos visto colgado de su consulta algún diploma, seguramente acreditativo de su facultad para ejercer la ciencia veterinaria. Por su lugar de trabajo pululan, aparte de los clientes, el animal enfermo y él mismo, diversos ejemplares de fauna diversa, constituyendo gags de fondo similares a los de la serie Ande y Ríase “usté” con el Arca de Noé. Destaca un cigarrón enorme que apareció durante dos historietas seguidas, lo cual nos lleva a pensar en la posibilidad de que Ibáñez contemplara la idea de dejarlo como personaje fijo, algo que, finalmente desechó.



Como hicimos con sus convecinos, proponemos una sistematización de los tipos de gags a los que da pie el menudo hombrecillo, recordando una vez más que esta clasificación es solamente una entre las muchas posibles y que no es, ni lo pretende, ser la definitiva. Así, distinguimos los siguientes tipos de chistes:



-) Gags basados en el miedo que el veterinario suscita en los animales: Se ve que la fauna ibañezca no es muy arrojada y echada “p´alante”, por lo que no es raro contemplar a perros, vacas o monos intentando huir de sus garras. Lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta la cutrez del especialista.



-) Gags basados en las características tópicas de cada animal: Poco originales, estos gags nos permiten comprobar cómo el suelo se puede hundir ante un hipopótamo obeso o la extrema longitud del cuello de algunas jirafas. Terreno ideal para el gusto ibañezco por la hipérbole.



-) Gags basados en la enfermedad del animal: Como en el anterior, son los bichos los ejes de este tipo de chistes, pero en esta ocasión la gracia no viene de exagerar sus características comunes, sino de las extrañas enfermedades que parecen: una serpiente plana; otra que baila el hula-hop; un burro que está, literalmente, en los huesos; un perro con complejo de hombre; una serpiente cubista, etc.



-) Doctor, hemos perdido un paciente: No siempre se puede acertar y a veces al más pintado le toca comunicar a sus clientes que ha perdido a sus mascotas: bien un canario que no volverá a volar, un perrito sobre el que se ha sentado o incluso una serpiente que, bien atadita, sirve para ayudar a escapar por la ventana.



-) Diagnósticos sorprendentes y curaciones imposibles: Aquí Ibáñez juega con el surrealismo haciendo que su criatura diagnostique que a una anguila eléctrica le ha fallado la bombilla o proponiendo remedios absurdos para reanimar a los animales: darle cuerda a la trompa del elefante; ponerle el estetoscopio en el hocico a un perro sin olfato, sustituir los cuernos de una va por un manillar de bicicleta, etc.



-) Clientes descontentos: Con este historial, no es extraño que los clientes se quejen por las soluciones que aporta el veterinario: los estimulantes para leones pueden llegar a ser un chasco, al igual que las vitaminas de camello para gatos pueden acabar “jorobando” a los felinos.



-)El doctor se queja: No solo el cliente tiene motivos para quejarse, también el médico, al que vemos lamentarse ante un amigo por la cantidad de trabajo que tiene, como hacer la pedicura a un ciempiés, o llamando por teléfono para reclamar por la escasa eficacia de la anestesia que, supuestamente, tendría que haber adormecido a un león.



-) Cliente inadecuado: Hay que recordarle a los clientes que el hecho de que su hijo sea bastante animal o de que usted sea un lobo de mar o incluso un centauro no quiere decir que tenga que acudir al veterinario, en lugar de al médico.



-) Cliente estafado: En más de una ocasión, clientes inocentones o tan cegatos como Rompetechos son estafados y ha de ser el veterinario quien les abra los ojos, como le ocurrió con aquel que creía que su tortuga era un caballo, al que pensó que su murciélago era un canario o al que le vendieron una pajarita de papel diciendo que era un ave real.



-) El veterinario saca partido: Esto da pie a los gags más divertidos del personaje, cuando el doctor, en un alarde de poca profesionalidad, se aprovecha de las cualidades de los animales que le dejan encargados. Véase cuando se comió un cerdo enfermo, cundo usó el caparazón de una tortuga como baño, a otro galápago como paraguas, la piel de un oso como bufanda o la bolsa del canguro para no pasar frío en invierno. Desde luego, no se trata de un defensor de los derechos de los animales, no.



-) El veterinario, víctima de sus pacientes: Tal vez como justa venganza hacia su desprecio por el mundo animal, los bichitos también perjudican en varias ocasiones al veterinario, que ha sido engullido por un león, por un hipopótamo, picado por una pulga, golpeado por un gallo de pelea y, en más de una ocasión, vacunado por el propio perro. De esta forma, los animalitos encarnan el arquetipo del “niño terrible” que tanto usó Ibáñez en sus historietas.

Sirvan esta clasificación de base para aproximarnos a la figura de este doctor que, solo con la vecina de arriba, la viejecita adoradora de los animales, ya podría tener la consulta cubierta para unos cuantos meses, aunque la señora no sea la que más se prodigue en el despacho de nuestro protagonista, siendo los guardas del zoo sus clientes más habituales. Por otra parte, y mirando ahora al piso de abajo, hay que tener cuidado con el tendero, quien en alguna ocasión ha llegado a cortar un trozo de serpiente para venderla como salchichón.



El personaje del veterinario volvió a aparecer en el álbum de Mortadelo y Filemón El 35 aniversario (1992), donde Filemón es aplastado por uno de los pacientes del doctor, así como en El estrellato (2002), donde el mismo agente es estrangulado por un gorila y el médico acusa a un hipopótamo de ser el responsable del derrumbe del edificio, tal y como ocurre en la película de Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón.



En el cómic 7, Rebolling Street, del mismo Ibáñez, no encontramos una correspondencia distinta entre el veterinario y los nuevos inquilinos, aunque sí se establecen algunos paralelismos con el inventor, hombre de ciencia al fin y al cabo y, sobre todo, con el dentista, tan chapucero como el personaje que nos ocupa.



En la famosa serie de televisión Aquí no hay quien viva, heredera no reconocida de 13, Rue del Percebe encontramos otro personaje que ejerce la profesión veterinaria: Beatriz Villarejo,( Eva Isanta) la compañera de piso de Mauri (Luis Merlo) que llegó a tener, incluso, una consulta en el mismo edificio, con el consabido perjuicio para los vecinos.



En 2009, Carlos Gimeno publicó la novela Hotel Dorado (de la que ya hablamos en este blog en julio de ese mismo año) en la que el veterinario, que hace también las veces de médico, recibe el nombre de Amor Nepote. Además de su pasado como trabajador del zoo, Gimeno le inventa al hombre con cara de morsa un atormentado espíritu enamorado.



La última muestra de la repercusión de este personaje vino, nuevamente, de la mano de Javier Fesser quien lo convirtió en protagonista de uno de los mini-anuncios de La Casera, realizados con su sello indiscutible para la televisión. Otra prueba de la enorme vigencia de los personajes de Ibáñez al margen de Mortadelo y Filemón.

domingo, 23 de enero de 2011

LA MALDICIÓN GITANA (1989)


La maldición gitana (1989) es un álbum creado en pleno proceso de producción en masa de las historietas de Ibáñez, en el que el autor supervisaba tanto la serie de Mortadelo y Filemón como la de Chicha, Tato y Clodoveo. En esta época, Ibáñez dictaba los guiones directamente a una grabadora y después eran transcritos por Anna María Palé. El dibujo, en muchos casos, no corresponde al propio Ibáñez, como ocurre con este álbum, dibujado por Juan Manuel Muñoz, pero con la firma-tampón de Francisco Ibáñez.


La historia, como otras de esta época, aparece dividida en capítulos de seis páginas cada uno, que culminan con un episodio final de ocho páginas. En el primero de ellos, el Súper cuenta a sus agentes su episodio con una gitana a la que mojó con el coche y que le lanzó una maldición que ya hoy es mítica: “¡Cacho muermo, tío pelmazo!¡De too lo bicho der mundo, así te sarga un peazo!”. Dicho y hecho. En este primer capítulo, el Súper sufre una primera mutación, en forma de cola de cocodrilo. Será Bacterio quien, como en El balón catastrófico (1982) se encargue de buscar un antídoto. Esta será una de las escasas ocasiones en la que los agentes se ocupan de un asunto particular del Súper, más que de una misión “externa”, por así decirlo. A lo largo de las siguientes páginas, el profesor mandará a los agentes por distintos ingredientes que faltan a su fórmula, lo cual nos recuerda a Seúl 88 (1987) y, especialmente, a El antídoto (1973).

De hecho, el primer fragmento de la historia guarda algunas concomitancias con esta historieta de los 70, pues han de buscar una planta en medio de un bosque de serpientes, como ocurría en cierto tramo de la aventura clásica. A pesar del éxito de los agentes, finalmente consiguen el ingrediente, los remedios son a veces peores que la enfermedad, como ocurrirá después con Clínicas antibirria (1993) y unas enormes alas de murciélago cubrirán la cola de lagarto. El dibujo, aunque notable, no alcanza el nivel de Ibáñez, de forma que algunos de los disfraces quedan extraños para el lector, como el de rata o el de martillo.



El segundo episodio se inicia con la entradilla que habrá de presidir los demás: las llamadas bestiajas del superintendente, que en esta ocasión presenta unas orejas enormes, reproduciendo un chiste , el de “ya no le enseño la gorda”, que vimos en El transformador metabólico (1973) y aparecerá de nuevo en Clínicas antibirria. Para conseguir el siguiente ingrediente, un pelo de la oreja de Tarreo Kuondo Kero, campeón de artes marciales, los agentes deberán cruzar una tapia, gag central que articulará el episodio, situación que nos remite a El antídoto, ¡Queda inaugurado el mundial! (1982) y a los futuros Corrupción a mogollón (1994) y El trastomóvil (1996). A pesar de la autoría de Ibáñez, la premura de la realización refleja unos diálogos más planos de lo habitual. Destacan dos disfraces de Mortadelo alusivos al paso del tiempo, especialmente el último: disfrazado de reloj borra (con una goma) la figura de un gato que corre ante él.











En el tercer episodio, los agentes cuentan con la presencia del Súper, que los acompaña a por unas hojas de L’abuela de Nosferatum, tras haberle crecido un pico. Los juegos de palabras relativos al pico (que recuerdan a los que habremos de ver en “Marrullería en la alcaldía-2010-) son de lo más jocoso del álbum, exprimiendo al máximo el chiste. Como consecuencia del antídoto del Bacterio, al Súper le crecerá un cuello desmesurado, sin que desaparezcan los atributos anteriores. Destacan también en este episodio las alusiones a seriales de la época, como Dallas o Falcon Crest.






El cuarto capítulo muestra una vez más que los efectos de los potingues del Bacterio no duran, pues el Súper vuelve a tener el cuello normal, aunque sí se mantienen los de la maldición (triunfo de la superstición sobre la ciencia). En esta ocasión, los agentes han de conseguir un ejemplar de la Rana Teobalda, lo que los lleva, nuevamente, al campo. Tras aparcar en medio del agua, en una escena que recuerda a Ladrones de coches (1980). Los intentos de coger a la rana en cuestión se ven forzados por la presencia de un guardia, lo que da pie a buenos gags como el que lleva a Mortadelo a construir un Taj-Majal en miniatura o la ingeniosa solución que lleva a Filemón a pasarse varios días croando para que el guardia no sospeche que ya no está la rana. No hace falta decirlo, el resultado final tampoco es positivo para el Súper, que por obra y gracia del Bacterio, ha desarrollado una enorme barriga.










El motivo que da pie al quinto capítulo es un cuerno que le ha salido al Súper en la cabeza. A pesar de que en la década posterior lo hubiera hecho, Ibáñez no hace referencia al tema de la infidelidad (¿se puede interpretar en ese sentido el comentario de Mortadelo de la viñeta cinco de la página 27?). Esta vez, el ingrediente que le falta a Bacterio es una piedra que sólo tiene (no sabemos cómo lo saben) una afamada condesa. Sin embargo, con quien habrán de vérselas Mortadelo y Filemón será con la criada, muy similar a la aparecida en Terroristas (1987) y a la de Las tacillas volantes (1989), este último también dibujado por Juan Manuel Muñoz. Los gags se basan en que la cegata fámula acaba agrediendo, sin querer, a los indefensos agentes de la TIA, con escenas que ya nos suenan: se arroja comida que va a parar a la cara de los protagonistas (Terroristas), confusión de una persona con un busto (A la caza del cuadro, 1971, y Las tacillas volantes, nuevamente), equívoco al confundir a Mortadelo con una cucaracha , al igual que le pasó a Rompetechos en A la caza del cuadro, etc. Como se ve, el tramo de esta antigua aventura de los setenta fue, probablemente, la inspiración de este capítulo de La maldición gitana. Obviamente (¿hace falta decirlo?) el antídoto de Bacterio tampoco da resultado esta vez y el cuerno del Súper se ve cubierto por una espléndida chumbera.





En el sexto episodio, al Súper le han crecido unos larguísimos brazos, a modos de cuello de jirafa. Al Bacterio se le ocurre que un brebaje que dota de elasticidad puede ser la solución. El problema se da cuando Filemón, por error se lo bebe, convirtiéndose en una especie de chicle humano, dando lugar a gags como los que vimos en la historieta corta La chiclemicina (Super Pulgarcito, nº 4) y, posteriormente, en La elasticina (1980), con algunos gags idénticos, como el del choque de cabezas por efecto de la inercia. No deja de ser curiosa la reacción más o menos violenta del casi siempre pacífico Bacterio hacia Filemón, y el afán de Mortadelo por proteger a su jefe. También la señorita Irma hace su aparición en este episodio, recibiendo un golpe tremendo al caer por la ventana junto con Filemón, lo que confirma que en el universo Ibáñez todos reciben casi por igual. El episodio es un tanto discordante con el resto de los capítulos, pues en esta ocasión no han de salir en busca de antídoto alguno, contiene algunos gags deficientemente resueltos, como el choque de Filemón contra el muro recién levantado por Mortadelo, que falla en su puesta en escena. El Súper terminará este tramo con unos brazos inusitadamente cortos, por arte y gracia del Bacterio.



El séptimo episodio, este de ocho páginas, empieza con un Súper con lengua de camaleón. Al no poder hablar, es el barbudo profesor el que da las órdenes. En este caso, se trata del enfrentamiento con la villana en su propio campo: un campamento gitano. No sabemos cómo, Bacterio ha averiguado que se trata de Ramona “La Faraona”, un nombre que es una clara alusión al supuesto origen egipcio de los gitanos, así como a la figura de la popular artista Lola Flores. Mortadelo y Filemón visitan, pues, un campamento gitano que hoy en día se podría tachar de políticamente incorrecto, por la visión arquetípica y aculturalista que se da del pueblo gitano. El más hiriente tópico (desde la óptica moderna) consiste en la estampida de los gitanos al ofrecerles trabajo un Mortadelo hábilmente disfrazado. En el campamento encontramos algún gag utilizado en más de una ocasión por Ibáñez cuando sus personajes visitan grupos tribales supuestamente menos avanzados, como los negros o los indios de Las embajadas chifladas (1991), consistente en menospreciar los conocimientos y adelantos tecnológicos de los distintos grupos.








El capítulo se resuelve con la captura de la Faraona, quien muestra, a su vez, el habla arquetípica y caricaturesca de los gitanos y que lanza simpáticos e ingeniosos hechizos que muestran a Mortadelo y Filemón que no es una enemiga fácil de roer. Una vez amansada la antagonista, el Súper da una muestra de ingratitud muy propia del universo de Ibáñez, pues acepta repartir sus grotescos atributos, productos de la maldición, entre sus dos agentes y el Bacterio, para quedar él inmaculado y libre del hechizo. Aunque esta actitud miserable es característica de los personajes del autor, la conducta del Súper parece especialmente reprobable, pues acaba perjudicando a las únicas tres personas que han luchado por su vuelta a la normalidad durante 43 páginas.




En conclusión, podemos decir que La maldición gitana (1989) es un álbum aceptable, en el que Juan Manuel Muñoz, sin llegar al nivel de Francisco Ibáñez, se desenvuelve de forma notable en el dibujo, hasta el punto de que durante muchos años la historia se ha considerado como un “Ibáñez auténtico”. Destaca, desde el punto de vista del guion, el uso de los juegos de palabras, hilarantes en muchos de los casos, aunque en el conjunto de la “biografía” de los personajes, estemos ante una historieta menor.




No deja de ser curioso que, hoy en día, la aventura no aparece en el catálogo de Ediciones B. al igual que tampoco lo hace “El rescate botarate” (1989). Desconocemos el motivo de tal exclusión. No parece que se deba a su carácter apócrifo, ya que sí se incluyen otros títulos igualmente realizados por Muñoz y otros autores, bajo la supervisión de Ibáñez, e incluso una historia de Casanyes, “El caso de los párvulos”, en la que nuestro autor no tuvo nada que ver. Ni la calidad gráfica ni de guion del álbum justifica su exclusión;ni siquiera lo hace el hecho de que en la actual colección Olé se publicara como “relleno” de otras aventuras la rgas, pues lo mismo pasó con Robots bestiajos (1993) y Timazo al canto (1994),que después fueron recopilados en volúmenes individuales.



Una hipótesis puede ser el carácter racista del que se podría tildar al último episodio, que, aunque resultaba jocoso e inofensivo a finales de los ochenta, puede herir algunas sensibilidades hoy en día. Sin embargo, parece una explicación insuficiente. En primer lugar, porque a lo largo de toda su trayectoria Ibáñez ha arremetido con sorna y acierto contra todo grupo urbano, clase social, etnia, religión, raza, etc., y, desde luego, ninguna otra de sus obras ha sido censurada. Tampoco refuerza esta teoría la exclusión de El rescate botarate, que, en principio, no parece herir ninguna sensibilidad, ni ahora ni hace veinte años.





Aprovechamos esta reseña para solicitar a los editores de Ibáñez que consideren incluir estas aventuras en su catálogo actual, de manera que las nuevas generaciones de lectores puedan tener una visión completa de la obra de Francisco Ibáñez.

domingo, 16 de enero de 2011

ENTREVISTA A LURDES MARTÍN GIMENO


Hasta hace unos meses, no sabíamos nada de ella, pero desde hace poco tiempo, Lurdes Martín Gimeno se ha convertido en un nombre clave para todos los aficionados a Mortadelo y Filemón y otros personajes de Ibáñez. Empezó siendo contratada por Ramón María Casanyes y terminó realizando historietas bajo la supervisión y el consentimiento de Ibáñez. Sacarino, Chicha, Tato y Clodoveo, 7, Rebolling Street... son algunas de las series que han pasado por sus manos.
Hoy, veinte años después de todo aquello, Lurdes ha accedido a conceder una entrevista a Corra, jefe, corra.


Sus palabras nos ayudarán a conocer algo más acerca de la producción de los personajes de Ibáñez en los confusos ochenta, además de servir de reconocimiento a tantos autores anónimos que ahora empiezan a salir a la luz.


Disfruten.



1.- Antes de dedicarse profesionalmente a ello, ¿era aficionada a los tebeos? De ser así, ¿quiénes eran sus personajes y autores favoritos?


Era una lectora de tebeos insaciable.Me los tenía que esconder debajo del colchón, mi padre decía que eran antiestudios. A mí me gustaban todos los personajes, pero las revistas para chicas eran mis preferidas: Lily, Esther y otras más antiguas que también leía: Claro de luna, Azucena...




2.- ¿En qué año, aproximadamente, empezó a trabajar con Ramón María Casanyes? ¿Por qué se decidió a contestar al anuncio que éste puso en el periódico solicitando dibujantes?


En el 77-78, por ahí. Yo tenía casi 20 años. Yo no decidí contestar. Mi padre me llevó con su taxi y estuvo esperando hasta que acabé la prueba. Él me convenció de que podía hacerlo, yo no estaba tan segura. Además a él no le gustaban los cómics...



3.- ¿Cómo recuerda el ambiente de trabajo en casa de Casanyes? ¿Quiénes más componían el equipo en aquellos tiempos?



Yo no tenía el sentido del humor muy al día, no entendía los chistes a la primera. Era muy infantil y a Casanyes eso le ponía bastante de los nervios. Pero eso fueros dos días, enseguida hicimos migas él y yo. Hace tiempo que no le veo , pero lo considero más que un amigo.
En aquella época, estábamos otra chica, Isabel y un chico, más mayor que nosotras, no recuerdo su nombre, porque duró bien poco.

Yo con Casanyes me sentía como en mi casa.



4.- Según este autor, en cierta ocasión, consiguieron “colar” una historieta corta “firmada” en la que los personajes recorrían varias calles que hacían alusión a su nombre y dos apellidos (“Lurdes Martín Gimeno”). Los fans hemos intentado encontrarla sin éxito, ¿Recuerda el título de dicha historieta corta?



No, no recuerdo el título, pero sí lo de mi nombre y los apellidos. Lo siento.




5.- Con el paso del tiempo, mientras que a otros dibujantes como Juan Manuel Muñoz se les especializó en historietas de Mortadelo, usted realizó algunas aventuras largas de Sacarino. ¿A qué obedeció este “reparto” de los personajes? ¿Qué recuerdos guarda de algunas de estas espléndidas aventuras del botones, como El escarabajo de oro o En el País del Petrodólar?


Dibujé Sacarino con Casanyes alguna vez. Pero, por ejemplo "Sacarino y el escarabajo de oro", y esto es cierto del todo, es guion y dibujo míos.Totalmente. Además, lo dibujé para Alemania. Contratada por una persona que lo hizo sin permiso de Ibañéz. Podría haber ido a la cárcel si el autor me hubíera puesto una querella. Pero Ibáñez me conocía y me creyó a mí. Por cierto, la revendí a Bruguera. En aquellos años, el autor no trabajaba para la editorial.



6.- Llegó un momento en que, de trabajar para la editorial, empezó a trabajar directamente para Ibáñez, completando su dibujo a lápiz. ¿Cómo fue que el dibujante entró en contacto con usted para ello, a mediados-finales de los 80?



Esta vez, sí que fui yo la que llamó a Ibáñez y le pedí trabajo directamente. Él me había dado su número, pero lo que menos se imaginaba es que yo le fuera a llamar.Enseguida quedamos y me enseñó a dibujar sus nuevos personajes. Chicha, Tato y Clodoveo. Me encantaron. Pero eso fue en el 86. Y también dibujé un montón de Rebollings.




7.- Esta segunda mitad de los ochenta resulta una época confusa para los aficionados a Mortadelo, pues gran parte del trabajo se hizo en equipo. Es la época de El estropicio meteorológico, Terroristas, Los superpoderes, La Gomeztroika… ¿Recuerda en qué aventuras de este periodo participó usted y en qué consistía exactamente su trabajo? Si no se trata de estas,¿ en qué álbumes supervisados por Ibáñez colaboró?


Yo sólo colaboré con Ibáñez en los personajes que he mencionado.




8.- ¿Qué tal fue Ibáñez como jefe durante aquel periodo? ¿Recuerda alguna anécdota simpática en relación a su colaboración con él?


Ibañéz siempre me trató muy bien . Antes, le conocí cuando las protestas en editorial Bruguera, él también venía a las manifestaciones. Allí conocí a casi todos los buenísimos dibujantes de la época. Hacían el vermut en un bar al lado de Bruguera y yo con ellos.Ibañéz me llamaba "Mortadela", para mí un honor.





9.- ¿Por qué finalizó su trabajo con las series de Ibáñez? ¿No siente la necesidad de que su trabajo, tan difundido en distintos países y a lo largo de tanto tiempo, sea reconocido?



Dejé de trabajar para él dos meses antes de casarme.No nos peleamos, supongo que yo quería dibujar otras cosas. Dibujos para chicas, y al final lo conseguí.Por cierto me hizo un gran regalo en métalico. Aún sigue cayéndome bien.He dibujado muchos personajes después de los del "genio", pero hasta que no menciono a Mortadelo y Filemón, no me hacen ni caso. Además, tengo que demostrarlo dibujándolos o no me creen. Ya hace más de 20 años que no los dibujo y siguo teniéndoles por la mano, vaya que no he olvidado nada de lo que aprendí en la escuela Ibáñez- Casanyes.Tengo mi propio estilo, pero la gracia, la velocidad en los gags, el movimiento lo aprendí de ellos.




10.- Por último, ¿a qué se dedica actualmente? ¿Tiene algún proyecto relacionado con el mundo del dibujo?


Lo último que dibujé fueron unos libritos de tapa dura para niños, para Susaeta ( Madrid), pero de eso hace mucho tiempo. He pedido trabajo en muchas partes, pero no me lo han dado. Ahora me aburro como una ostra.Espero que cambien los aires.




Eso esperamos también nosotros, pues a lo largo de estos años, Lurdes Martín Gimeno ha demostrado su talento realizando con eficiencia todos los trabajos que se le han encomendado.


Aprovechamos esta entrevista para hacer un modesto reconocimiento de su labor y le agradecemos el tiempo que nos ha dedicado.

miércoles, 5 de enero de 2011

NI EN REYES...

Pues, a juzgar por la portada, ya lo ven, amigos, ni en Reyes deja Mortadelo de meter la pata. Para una vez que el Súper tiene un detalle, ya ven cómo acaba. Atención al chiste del extremo inferior derecho referido a los Reyes de Oriente.

Sin duda, otra portada estupenda.

Esperamos que los Magos sean generosos con ustedes, y si el regalo tiene algo que ver con el mundo mortadelero, les invitamos a comentarlo en este su blog.

Un afectuoso saludo.