domingo, 29 de abril de 2012

EL UVA (ULTRALOCA VELOCIDAD AUTOMOTORA), 2003


Aunque la Alta Velocidad Española data de la década de los noventa, Ibáñez aprovechó la ampliación de la red a principios del nuevo milenio, salpicada de irregularidades y chapuzas, para elaborar esta parodia del AVE, El UVA, cuyas siglas justificó de forma un tanto forzada de la siguiente manera: Ultraloca Velocidad Automotora. 

                En principio, destaca del álbum su extensa introducción, que ocupa casi seis páginas concretas. Ibáñez ironiza al respecto con un recurso no demasiado habitual en su producción: sus personajes se quejan del rato que llevan esperando. Concretamente, Filemón es el que reclama a Ibáñez mientras que Mortadelo, más terrenal, prefiere gozar del asueto, en un divertido juego metaficcional.  En dicha introducción encontramos algunos aspectos reseñables. En ella, Ibáñez aprovecha plenamente las ventajas de no estar bajo la mirada de la censura, de forma que podemos intuir cómo una pareja de cavernícolas hace el amor, amén de observar numerosos miembros masculinos al aire. Lo cierto es que estos están dibujados de forma tan cómica que resulta difícil que nadie se sienta ofendido. Estos recursos, muy criticados por algunos seguidores de Ibáñez, permiten al dibujante conectar con los niños de hoy, para los que no resultan en absoluto extraños, si bien es cierto que restan elegancia al humor del dibujante, haciendo hincapié en la sal gruesa. 

                Algunos de los momentos más memorables de la introducción son la enésima explicación que el autor aporta para explicar la extinción de los dinosaurios, su peculiar versión del invento de la rueda y los vehículos (algo que ya abordó en El cochecito leré [1985]), la simpática viñeta en la que se observa la distribución de clases sociales en el tren, etc. Destaca la habilidad de Ibáñez para dibujar máquinas de distintas épocas, otorgándoles a todas su inconfundible estilo caricaturesco sin renunciar a cierto realismo en las formas. 


                De lleno ya en la TIA, el Súper logra vencer parcialmente su desesperación y explica a los agentes la misión: investigar las obras del UVA, dadas las irregularidades que se están encontrando. Durante seis páginas nuestros hombres tendrán que visitar la estación de Benicochínez, todo un ejemplo de cutrez, como prueba su periplo en vagoneta. Así, Mortadelo y Filemón observarán los vagones, las pobres instalaciones, el recorrido mal diseñado, el imposible sistema de frenado, etc. Precisamente en esto consiste uno de los principales fallos del álbum: Mortadelo y Filemón son meros observadores de la incompetencia de otros.  A estas alturas, Ibáñez es un autor lo suficientemente experimentado como para conocer la mecánica del gag, que funciona mucho mejor cuando el personaje lo prepara y recibe finalmente las consecuencias de su estupidez. Aquí, Mortadelo y Filemón son meros testigos de los disparates de los responsables del UVA. De este tramo, destaca gráficamente la viñeta llena de dinosaurios que retrata una de las fosas con las que se han encontrado durante el proyecto (pág. 11). Tras algún curioso gag absurdo, como el del extraño método que tiene Mortadelo para sentir fresquito, aparece el Súper quien, con un comentario desafortunado, acaba siendo víctima de la venganza de sus agentes.

                Las siguientes 11 páginas trascurrirán investigando en la estación de Valdecaquita, donde ha habido varias irregularidades. Destaca , por laboriosa, la viñeta cinco de la página 17, además  del simpático gag de “La Servanda”. Por lo demás, una serie de gags relacionados con la torreta de señales y , cómo no, el que tiene que ver con el pie de Filemón, que se vuelve a pillar entre las vías. Este gag ya ha sido usado en otras ocasiones, como podrán ver aquí. Destaca, por su carga irónica, el chiste del falso túnel (pintado para que los políticos pudieran salir en la televisión inaugurándolo), con el que Ibáñez vuelve a poner de manifiesto las carencias de unos políticos más preocupados por “salir en la foto” que por conseguir logros para una nación. 


                Las planchas siguientes nos ofrecen buenos ejemplos de la capacidad de Ibáñez como dibujante. En el curioso gag en que un labriego levanta las vías del tren para que pase un anciano por debajo destaca la plasticidad que el autor imprime a su dibujo, como se ve en las dos últimas viñetas de la página 24. Observen cómo el pueblerino alza las vías en la primera y cómo las deja caer en la segunda. La elasticidad, la naturalidad que Ibáñez confiere al dibujo potencian el efecto cómico del gag  que, de otra manera, perdería contundencia.

                Hay que tener en cuenta la ingenuidad de la que Filemón hace gala en estas páginas, pues todavía confía en la eficacia de los trabajadores en la línea del UVA, aunque la realidad le dará más de un chasco. Sobresale la última viñeta de la página 25, en la que la vía adopta la forma de una noria o montaña rusa, ya que fue diseñada por un especialista en parques de atracciones. Reseñable es la mención de Mortadelo a Pepe Gotera, quien, dada la temática de este álbum, es raro que no haya aparecido en la historia, con su compañero Otilio. Cierran este tramo algún chiste ya utilizado, como el de “la vía muerta” (que recuerda a uno de Va la TIA y se pone al día [1989]) y los gags que demuestran que la cutrez del UVA afecta también a su interior.
                Durante la siguiente fase del álbum, nuestros hombres habrán de interceptar el tren que ellos mismos han puesto en marcha y que va sin control. A lo largo de seis páginas, los protagonistas darán muestra de su estupidez supina, con escenas delirantes como aquella en la que se tiran ellos solos por un terraplén. Finalmente, el tren toma un desvío y los reproches del Súper desencadenarán la ira de los agentes.
                A partir de aquí, llega la mejor parte del álbum. En la estación de Pelusa del Sobaquillo se reúnen varios dirigentes para tratar el asunto del UVA. Se tratan, entre otros, de José María Aznar y el por entonces ministro Álvarez Cascos. Como es costumbre, Ibáñez retrata a los poderosos como seres opulentos que, entre puros y bebidas, marcan los designios del UVA guiados no por el afán de encontrar la opción más conveniente, sino por sus intereses personales. Ignoramos por qué en la segunda viñeta de la página 37, que ilustra la escena antes mencionada, el parlamento de uno de los personajes está escrito con otro tipo de letra, diferente de la habitual y de una forma bastante chapucera. 

                La caricatura que Ibáñez hace de Aznar, por más que él se empeñe en decir que no hay nada personal, es demoledora.  Aparece retratado como un gobernante déspota, ególatra, más pendiente de las elecciones que de hacer bien su trabajo, desdeñoso con el pueblo (se refiere a Mortadelo como “un gilipo…”), incapaz de asumir sus errores (le echa la culpa a Zapatero), y sumamente autoritario. De hecho, la represión policial de la época Aznar es reflejada por el dibujante mediante un robusto policía que aporrea a cualquiera que no esté de acuerdo con el por entonces presidente del gobierno, incluyendo al único político que muestra reservas con respecto a las obras del UVA. Al igual que en el álbum La vuelta (1999), Ibáñez se permite hasta la gozada (seguro que lo disfrutó) de cortarle un dedo a Aznar.


                El clímax del álbum llega cuando Mortadelo y Filemón vuelven a poner en marcha el tren, que se llega a salir de la vía. Este frenético tramo final tiene como punto destacado los simpáticos efectos colaterales que el desvío del tren va produciendo entre los personajes secundarios. Algunas viñetas, como la tercera de la página 42 son un ejemplo, además del dinamismo del lápiz de Ibáñez, de su habilidad para dibujar vehículos.  Finalmente, el tren acaba atropellando a Aznar y a todos sus ministros, en una viñeta de  notable contenido anárquico y provocador. La postura de Ibáñez queda bien clara cuando, excepcionalmente, el Súper, en la última viñeta, no sabe si castigar a sus agentes o darles un premio. 

                Desde el punto de vista gráfico, el álbum muestra las características propias del periodo en que fue realizado, con lápices de Ibáñez y acabado y tinta de Juan Manuel Muñoz. Destaca el dinamismo que impregna toda la historia, así como algunas viñetas (ya reseñadas) particularmente difíciles de dibujar. En cuanto a los diálogos, aparte de algún fallo puntual, como es el uso del plural del verbo haber cuando este funciona como auxiliar (viñetas 8 y 9 de la página 26), destaca cierto gusto por lo soez, con expresiones eufemísticas como “mierdica”, “cagüentó” o el verbo “descohonarse”. 

                El punto fuerte del álbum es el tramo final, por su gran crítica política, amén del canto a la chapuza ibérica. Sin embargo, en conjunto, no acaba de funcionar.  Mortadelo y Filemón, como ya ocurrió en Parque de atracciones (2003) no son los que desencadenan los desastres, sino que es la incompetencia de los demás la que los lleva a aparecer como meros testigos de los mismos, lo cual merma el efecto cómico. Se puede decir que este es el principal lastre de un álbum átono (a pesar de sus virtudes, fundamentalmente gráficas) que, sin duda, no se cuenta entre los mejores de la serie.

domingo, 22 de abril de 2012

EL CASANYES MÁS TELEVISIVO

Si hace algunas semanas publicamos una entrada sobre las historietas cortas de Mortadelo y Filemón que transcurrían en un estudio de televisión, hoy queremos hacer lo propio con "El aniversario", historieta guionizada y dibujada por Ramón Mª Casanyes en la que, al igual que en las de Ibáñez, nuestros agentes visitan un estudio de televisión. Consideramos que la historia en cuestión contiene los suficientes elementos distintos como para dedicarle un comentario, además de ser una magnífica demostración del talento que esgrimió Casanyes a la hora de imitar el estilo de Ibáñez.

En esta aventura, los agentes de la TIA deberán capturar a un saboteador que pretende echar a perder la celebración del 25 aniversario de Radio Televisión Española. La historia comienza con un gag brillante en el que el Súper sopla un inmenso cuerno para llamar a Mortadelo y Filemón. Lo que el lector no espera es que los agentes estén echando una siestecita precisamente dentro del cuerno vikingo. A continuación, se suceden un par de gags en los que nuestros hombres muestran su ignorancia con respecto a lo que significan las siglas RTVE, algo que saca de quicio al Súper; un gag en la mejor tradición de Ibáñez. También hay que destacar el gag de las "letras del coche", que evidencia la estupidez congénita de Mortadelo.



Al igual que en las historietas "televisivas" de Ibáñez, nuestros agentes consiguen entrar haciéndose parar por famosos de la pantalla del momento: concretamente Gaby y Fofito, mientras que el malo lo hace caracterizado como Miliki. Tampoco falta la referencia a los mostachos del señor Íñiguez, una de las referencias de las historietas cortas de Ibáñez de esta misma temática.  Los sabotajes del villano de turno, cada cual más divertido, amenizan la investigación de nuestros agentes (solo de cara a los lectores, claro).

Sin embargo, uno de los puntos álgidos de la historia lo encontramos cuando aparece el propio Francisco Ibáñez, caricaturizado por Casanyes, que acude a los estudios de RTVE para que le hagan una entrevista. Aquí es donde el autor de esta historieta despliega toda su guasa y regocijo, mostrando a un Ibáñez que llega en un coche plagado de billetes, aludiendo al hecho de que ya no sabe dónde meter tanto dinero. Tampoco falta la escena hiperbólica en la que la gente pugna por conseguir un autógrafo de Ibáñez mientras otros se pliegan a su paso. Durante todo momento, Ibáñez adopta una actitud de divo que él mismo ha cultivado socarronamente en historietas cortas como Hacer un extraordinario...¡Jo, menudo calvario!, cuya reseña pueden encontrar a su derecha, al tratarse de una de las entradas más populares del blog.



Tampoco falta la cariactura de la supuesta cicatería de Ibáñez, que él mismo ha parodiado en alguna historieta. Así, cuando por obra del saboteador cree que lo secuestran, el famos dibujante grita "¡Que nadie pague rescate!" Aunque Casanyes siempre ha negado que sus historietas contuvieran ninguna indirecta hacia el padre de Mortadelo, en este mismo blog hemos reseñado algunas otras alusiones a la esclavitud de Ibáñez ante el tablero y al sueldo que gana con sus historietas. Pueden encontrarlas aquí y aquí. De lo que no cabe duda es de que Casanyes sabe heredar la ironía socarrona de Ibáñez y, por qué no, un puntito de mala leche a la hora de hacer caricaturas, para mayor regocijo del lector. Por otra parte, la historia se salda con nuevas muestras de la habilidad de Mortadelo, quien no solo consigue atrapar el malo, sino que da una solución a sus ansias de protagonismo, consiguiendo que se contente con salir en las pantallas de los paneles de seguridad de la penitenciaría donde lo ingresan.



La figura del villano, muy entusiasta y vital, nos recuerda irremediablemente a la de otro personaje de Ibáñez: el pequeño agente de la KGB de Moscú 80 (1980). En algunas de las siguientes ilustraciones, presentamos imágenes originales de Ibáñez que, seguramente, les recordarán a las que reprodujo Casanyes en su historieta corta, una de las más reseñables de su carrera, por cierto.





domingo, 15 de abril de 2012

14 de ABRIL: REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE IBÁÑEZ

Ayer sábado, como cada 14 de abril, los medios de comunicación se hicieron eco del día de la República. Fieles a la actualidad, hemos querido hacer un repaso de las menciones que Francisco Ibáñez ha hecho en su obra de la II República.

Siendo más concretos, lo cierto es que Ibáñez no habla directamente de la República, pero sí de los republicanos.La primera mención que tenemos de ellos aparece en el cómic El 35 aniversario (1992), en el que Ibáñez cuenta su vida en clave de humor y, dado que nació en 1936, no es de extrañar que dibuje a varios miembros del ejército republicano persiguiendo a un sacerdote. Estamos, claro está, en plena Guerra Civil Española.

Más recientemente, Ibáñez caricaturiza a un soldado republicano que ha permanecido durante más de setenta años en una vieja trinchera aprovechada por la TIA como pasadizo secreto.Esto se aprecia en Eurobasket 2007 (2007). El anciano soldado está "acompañado" de un difunto camarada, llamado Rojíllez.

Sin embargo, la aparición más memorable de los republicanos en un cómic de Mortadelo y Filemón la tenemos en Siglo XX...¡Qué progreso! (1999), aventura en la que Mortadelo casi es fusilado por los republicanos en plena guerra civil, mientras que a Filemón le ocurre lo propio en el bando fascista.

                             


La caracterización de ambos frentes es delirante: el líder republicano aparece vestido de rojo y porta una pistola vieja y un hacha, a la vez que es secundado por un campesino simbólicamente portador de una hoz. Su ejército, con la vestimenta típica, lleva trabucos y sierras. Por su parte, el líder del bando nacional es un orondo militar con pistola y sable, acompañado de un capitalista ricachón que, puro en mano, presenta una nariz de gorrino. Los soldados del bando nacional parecen más disciplinados y mejor armados, e incluso se sirven de tanques, en lugar de la cabra que llevan los republicanos.

Nótese el paralelismo entre ambas escenas, propio de un autor como Ibáñez que siempre ha preferido no mojarse políticamente.Dicho paralelismo abarca tanto la composición gráfica de ambas viñetas como los diálogos, que reproducen un mismo esquema. Y es que el humor de Ibáñez no pretende cambiar el mundo, tampoco tiene como objetivo principal criticar (aunque es, a menudo, un humor crítico). Nuestro dibujante se contenta con la recreación jocosa de la realidad, explotando los tópicos y exagerándolos, creando un clima de hilaridad que trasciende a cualquier ideología maniquea, incapaz de ofender a cualquiera con un mínimo sentido del humor.

En eso consiste el humor de Ibáñez. Sin más lecturas.

Saludos, amigos.

domingo, 8 de abril de 2012

ANTONIO MINGOTE: HOMENAJE A IBÁÑEZ

Como ustedes sabrán, queridos lectores, Antonio Mingote, el popular humorista gráfico, falleció durante esta semana.

Desde Corra, jefe, corra, queremos recordar al dibujante. En su día, ya pusimos una entrada en la que tanto Ibáñez como Mingote se dedicaban elogios mutuos. Pueden verla aquí.

Hoy, recordamos otro homenaje que Mingote le dedicó al padre de Mortadelo y Filemón.



Como se puede observar, con su inconfundible trazo, Mingote retrató para ABC un tema de candente actualidad en su momento, como fue la fuga y desaparición de Luis Roldán, director general de la Guardia Civil.
Recordaremos que también Ibáñez dedicó un álbum entero a este caso, titulado Corrupción a mogollón.

Dejamos la viñeta para que los lectores disfruten del inconfundible trazo de Antonio Mingote.

Descanse en paz.

domingo, 1 de abril de 2012

MORTADELOS, FILEMONES Y OTRAS MANIFESTACIONES

Como los lectores sabrán, recientemente hemos vivido en España otra huelga general, en la que pudimos ver las calles llenas de gente con pancartas, banderas y reivindicaciones varias. Como casi todos los elementos de la realidad, este factor ha sido aprovechado también por Francisco Ibáñez para hacer humor en sus cómics, en los que, cada vez con más frecuencia, encontramos manifestaciones, revueltas y levantamientos populares, abordados, por supuesto, desde el punto de vista cómico. Haremos un repaso por las más destacadas.

Una de las primeras que se registran la encontramos ya con la llegada de la democracia (durante la Dictadura, esto de manifestarse como que no estaba muy bien visto, oigan).Concretamente, en la historieta El cacao espacial (1984), que cuenta con una brillante introducción (lo más destacado del álbum) en la que observamos un grupo de pacifistas enarbolando pancartas de oposición a la violencia, lo cual contrasta con su actitud. La representación de estos personajes cae en el tópico de mostrarlos desaseados, descuidados y con pobladas barbas. La incorrección política de Ibáñez va más allá, mostrando a los manifestantes como individuos ansiosos de salir en televisión y que no predican, precisamente, con el ejemplo, ya que se aporrean unos a otros. Si Ibáñez ha criticado el cinismo y la doble moral de los distintos grupos sociales a lo largo de los años, los pacifistas no serán una excepción. En cuanto a las pancartas, nuestro autor todavía no ha desarrollado el humor típico basado en las rimas. Sí hay algún juego de palabras, como el de "Guerra no, Morán tampoco", en alusión a dos conocidos políticos del momento.



En el álbum de Chicha, Tato y Clodoveo Pero...¿Quiénes son esos tipos? (1986) Ibáñez muestra un grupo más heterogéneo de personas, cada una de la cual constituye un gag en sí misma, y mezcla personajes humanos (un enterrador, un homosexual, un enano...) con animales (como la oveja y el murciélago). Destaca la pancarta del individuo que la tiene en blanco con un cartel de "se alquila", debajo. Otro ejemplo de personaje oportunista que carece de ideales y que vende sus reivindicaciones al mejor postor.

Pero será en Los verdes (1997) cuando Ibáñez descubra realmente el potencial cómico de las manifestaciones. Serán varias las concetraciones de ecologistas que muestre Ibáñez en su álbum. Los manifestantes erán representados  también como personas alternativas, con barbas y pelo largos, descuidados y desaseados. En este álbum, Ibáñez explota el recurso de combinar personas con animales manifestantes e incluso con seres mitológicos como las sirenas. El dibujante descubre el potencial cómico de las pancartas, con rimas un tanto forzadas que, precisamente por ello, tienen su encanto: "Defenderemos cual fieras los árboles y sus fieras". Tampoco faltan las alusiones a los políticos: "La caprina no se fía del Aznar ni de su tía". Otro recurso empleado consiste en omitir las palabras malsonantes, que quedan tapadas por otra pancarta, aunque su sentido resulta obvio: "Los residuos, ministro Angulo, te los pones en el c...". Ibáñez ha descubierto un filón.

Más anecdótica será la manifestación feminista de Impeachment (1999), en la que un grupo de mujeres se rebelan contra el supuestamente machista de Vicente, el Superintendente. "A la fogata el tío rata", reza uno de los lemas. No deja de ser jocosa, aunque políticamente incorrecta, la representación de algunas de las feministas, con el pelo corto, pantalones y cara de mala uva. También anecdótica es la primera manifestación anti-peaje que nuestros agentes presencian en Siglo XX, ¡qué progreso! (1999).



Pero será Okupas (2001) quien recoja el testigo directo de Los verdes. En esta aventura se suceden las concentraciones populares de los estereotipados okupas, con un sentido del humor que explota los recursos cómicos que ya señalamos en el álbum anterior, en especial en las pancartas de los manifestantes. Algunas de ellas son inolvidables como "Nosotros, los mariquitas, también queremos casitas" o las que hacen referencia a los personajes de la misma TIA : "A la Ofelia, por favor, el hangar de un trimotor". Ibáñez está tan satisfecho de su relativamente reciente recurso que la última viñeta del álbum estará ocupada por una larga serie de pancartas reivindicativas.

Un tanto forzada es la presencia de pancartas en Misión: Triunfo (2002), donde los votantes de cada uno de los candidatos a ganar el concurso apoyan a sus favoritos con jocosas divisas. Desgraciadamente, los tiempos de crisis que vivimos han llevado a que el recurso de las manifestaciones y pancartas sea usado por Ibáñez con más asiduidad. Un ejemplo de ello es Por Isis...¡llegó la crisis! (2009) donde se mantienen las constantes de Los verdes y Okupas, aunque esta vez centrados en el tema de la penuria económica y los expedientes de regulación de empleo. Vemos manifestarse a enterradores, sacerdotes e incluso al rey Juan Carlos. Algunos de los lemas estremecen por su apego a la triste realidad: "La familia no va al cine, ni tiene pa calcetines".

También abundan las manifestaciones populares en Jubilación...¡A los noventa! (2011), uno de los últimos álbumes, hasta la fecha, del autor. En él, la gente protesta por la ampliación de la edad de jubilación. Algunos de los carteles no están exentos de cinismo: "¡Dadnos la jubilación al hacer la comunión!". La predilección de Ibáñez por este recurso cómico se demuestra al volver a llenar la última viñeta del álbum con las jocosas consignas reivindicativas del pueblo.


Como hemos podido comprobar, el recurso de las concentraciones populares y las pancartas, aunque tenía antecedentes, llega a su expresión más conseguida en Los verdes y, a partir de dicha obra, Ibáñez lo repite en diferentes historietas, siguiendo siempre el modelo de referencia. Ibáñez, como de costumbre, no toma partido y en los lemas de las pancartas se aprecia tanto el ataque hacia los poderosos como cierto cinismo por parte de algunos de los manifestantes. Nada más alejado de la visión de las manifestaciones que ofrecen otros autores de la casa, como es el caso de Jan, más comprometido con las distintas causas que aparecen en sus cómics.

 Nosotros, por nuestra parte, agradecemos a Ibáñez que no pretenda aleccionar a su público y que no albergue otra meta que la de hacer reír a sus lectores, que no es poco, oigan.