lunes, 31 de diciembre de 2012

¡FELIZ 2013, LECTORES!

Estimados amigos, como otros años, hoy en Corra, jefe, corra, pasaremos la Nochevieja con Rompetechos. Aprovecharemos que nuestro querido personaje se ha dado cuenta de que hoy es San Silvestre, o lo que es lo mismo, 31 de diciembre, para desearles a ustedes toda clase de dichas y bienandanzas para los próximo 12 meses.

Sin embargo, como se trata de Ibáñez, no podemos olvidar que estamos ante un pesimista irredento, por lo que no es de extrañar que la última viñeta con la que nos obsequia en la historieta de 4 páginas  "Reveillón" accidentado, sea la de un Rompetechos amargado felicitando las fiestas desde lo alto de la cima de una montaña.


¿Qué quieren que les diga? Yo, al menos, veo algo de poético en la figura de este ser solitario que, coloreado en negro, se funde con el paisaje que lo cobija y protege de una sociedad que ni entiende ni lo entiende. Como siempre, Rompetechos empezó la historieta con el mejor de los ánimos, pero sus frustraciones cotidianas lo llevaron al estado de aislamiento que vemos en la viñeta. Es el drama de este ser ingenuo y solitario: el contraste entre su visión del mundo y la de los demás...¿Acaso no somos todos un poco Rompetechos?

¡Pero bueno, hoy es noche de fiesta y alegría, y no quiero dejarles con este mal sabor de boca! Disculpen la reflexión anterior, y para paliarla, les invito a que compartan el espíritu del que hace gala nuestro personaje al principio de la historieta.


¡Ya saben, amigos! ¡Disfruten como vacas y que 2013 les colme con todo tipo de alegrías!

¡Un abrazo a todos, lectores!

lunes, 24 de diciembre de 2012

NAVIDADES CON LA FAMILIA...TRAPISONDA

Sí, amigos, esta noche es Nochebuena, noche de paz, amor...y familia. Noche de reunirnos con los seres queridos, pero también con cuñados, suegros, sobrinos y demás especímenes de esa ralea. Es por ello que a veces se cumple el tópico de que en más de una familia acaban peleados (momentáneamente, en el mejor de los casos) en tan señaladas fechas.

Siento ser tan escéptico, pero es que a mí me crió Francisco Ibáñez, un señor que en Su vida privada (1998), define a la familia como un "ejército de ocupación". Él mismo ha plasmado su forma de ver las cosas en las historietas de La Familia Trapisonda, donde Pancracio y Leonor (que pasaron de esposos a hermanos) no dejan atrás sus desavenencias ni en Navidad.

Esperamos que no sea este su caso y aprovechamos para desearles una Feliz Navidad en compañía de sus seres queridos. Solo esperamos que no acaben como Pancracio en esta viñeta.



Deseamos, también, que disfruten de este Ibáñez tan escéptico como francobelga.

¡Feliz Navidad a todos!

domingo, 16 de diciembre de 2012

EL ANSIA DE PODER (1989)

Tan solo seis años después de El ascenso , una de las historias más recordadas por los fans, Mortadelo y Filemón vuelven a lidiar con la ambición propia y ajena en El ansia de poder, que junto con la historieta anteriormente mencionada y con Hay un traidor en la TIA (1983) constituye la trilogía de historietas en que los agentes de la organización pugnan entre sí, bajo el signo de  la competencia o la desconfianza. Estaríamos ante una de las que hemos llamado "historietas sin misión", ya que el Super-intendente no asigna ningún cometido a Mortadelo y Filemón a lo largo de las 44 páginas del álbum. De hecho, nuestros agentes deambulan haciendo trabajos menores por los pasillos de la TIA, sin ningún objetivo concreto salvo la ambición personal de medrar. Es por ello que apenas salimos de la organización, conformando así una "historieta de interiores", de las que tanto abundan en esta época.

Centrándonos en el contexto, estamos dentro de lo que se ha dado en llamar "etapa negra", época que va de 1987 a 1990 y que se caracteriza por la desigual participación de Ibáñez en su propia obra. El ansia de poder, de hecho, ha sido dibujado íntegramente por Juan Manuel Muñoz, si bien es cierto que las tintas corrieron a cargo de manos menos expertas. La firma de Ibáñez es la característica firma-tampón con la que se adornan varias de las historietas de este periodo.

El trabajo de Muñoz, como siempre eficaz, llevó a que durante muchos años la aventura fuera considerada, incluso por los fans más avezados, como un "Ibáñez auténtico". Solo rasgos apenas perceptibles para el ojo experto relativos a la composición de alguna viñeta o al hieratismo de alguna figura, delatan que no estamos ante una obra de Ibáñez. También se nota en algunos de los disfraces, campo en el que los distintos dibujantes que han intentado imitar al maestro no logran destacar como él. Algunos ejemplos los tenemos en los disfraces de ciempiés (pág. 4), lata, (pág. 8), morcilla (pág. 11) o guitarra (pág. 12). No obstante, Muñoz, discípulo aventajado del maestro, logra algunas caracterizaciones muy conseguidas, como la del Mortadelo-demonio, en la página 9.

Como corresponde a muchas aventuras de esta época, El ansia de poder se compone de seis capítulos de seis páginas y uno de ocho, serializados en los números comprendidos entre el 119 y el 125 de la revista Mortadelo en Ediciones B. El primer episodio comienza con un breve prólogo que es una declaración de intenciones con respecto a lo que será el álbum: una disección del ansia de poder del ser humano, de su ambición insana por llegar a la cúspide pisando a quien haga falta. La visión del guionista Ibáñez no está exenta de crítica, cuando presenta los medios agresivos gracias a los cuales se ha intentado medrar a lo largo de la historia, no sin antes señalar que el cerebro humano ha sido el menos utilizado.



La historia comienza con Mortadelo vestido con un disfraz inusual, el de Goliath, que no será el único disfraz bíblico que encontremos en el álbum. Al principio del capítulo sexto, se disfrazará de profeta, con un físico que recuerda al futuro álbum El profeta Jeremías, cuyos dibujos también corresponden parcialmente al lápiz de Muñoz. En este episodio vemos a un Filemón especialmente responsable, que llama a su subordinado para pedir un expediente al agente Venancio, al que ambos (cosas veredes) critican por vago. Este es quien les informa de que el director general va a jubilarse y está buscando sucesor. Mortadelo y Filemón no se lo piensan: el puesto debe ser suyo, aunque parece que no les mueve otra motivación que la de jorobarse mutuamente. En las páginas siguientes, sus intentos de peloteo hacen quedar mal al Súper, con simpáticos equívocos que parece que dan ya por muerto al director. En estas páginas vemos de nuevo la sorprendente faceta resposable de Mortadelo, que pretende arreglar la alcantarilla general de la TIA, y la detallista de Filemón, que le lleva un ramo de flores a Ofelia por su cumpleaños. 

En cuanto al diseño del director general,que aparece por primera vez en este capítulo, no se corresponde con los arquetipos que normalmente suele dibujar Ibáñez: el señor de las cejas y bigote poblado o el de las gafas redondas. Esta vez se trata de un personaje creado ex profeso, quizás porque se sabía que no volvería a ser utilizado: en él se destaca su aspecto avejentado y achacoso, para justificar su pronta jubilación. La TIA ya tuvo otro director bastante anciano en Concurso-Oposición (1975).

En el segundo capítulo, los agentes tratan  que el Súper quede mal delante del director general. En lugar de intentar acumular méritos propios, la naturaleza ruin de Mortadelo y Filemón los lleva a echar por tierra a los demás. Por otra parte, hay que decir que los medios por los que intentan promocionar en El ansia de poder son bastante menos meritorios que los de El ascenso. En la historieta antigua, los agentes basaban su progreso en puntos que iban acumulando de misiones resueltas. Ahora se basan en el mero pelotilleo al superior, que es igualmente responsable de esta actitud de sus hombres, ya que basa sus criterios de aprobación en detalles superficiales y nada profesionales. Lo hilarante de este capítulo es que los intentos de dejar mal al Súper se vuelven contra Filemón, y solo al final el Super-intendente se verá desprestigiado ante el director general.

El capítulo tres comienza con un disfraz original de Mortadelo: el de cinco pesetas de vellón. En esta ocasión es Ofelia la que intentará prosperar, influida por las mujeres de las revistas que lee. El machismo de este fragmento no se limita al director general,que queda prendado de la bella Irma a pesar de que es Ofelia la que lleva la voz cantante; la misma Ofelia también recurre a tópicos machistas, ya que pretende prosperar mediante sus dotes culinarias y su actitud servil ante el varón. Este capítulo tiene como subtrama el dolor de pies de Filemón, que volverá a meter la pata ante el director al final del episodio, aunque Ofelia ya habrá quedado totalmente desprestigiada ante él. El fragmento contiene una subida de tono que prefiguraba los álbumes más modernos: el director, con una viga de hierro le dice a Ofelia en la página 17 que él sí que le va a dar "una cosa ferruginosa", a lo que ella responde calificándolo de atrevido, por decirle eso a una chica soltera. En este caso, la alusión sexual es clara para el público adulto, aunque pase inadvertida para el infantil.


En el cuarto capítulo, descubrimos de nuevo la ambición de Bacterio, que ya mostró en El ascenso. Eso sí, el científico pretende prosperar por méritos propios, mostrando sus inventos al director. El esquema del episodio será el siguiente: Mortadelo y Filemón se los birlarán al científico para presentarlos como propios al director, con el subsiguiente desastre. Resulta paradójico que, dada la desconfianza que las invenciones de Bacterio han suscitado siempre a nuestros hombres, ellos le enseñen a su superior los inventos sin haberlos probado antes. Una estupidez tan grande como la del propio Bacterio, que a lo largo de todo el capítulo no ha caído en la cuenta de que le birlaban los inventos...justo después de hablar con Mortadelo y FIlemón. En el episodio destacan la imagen del mosquito gigante,que remite a El sulfato atómico (1969), la mención explícita de una marca comercial, como es el Cola-Cao y el fallo del colorista que deja en blanco una lámina que, según se especifica en los diálogos, debía de haber sido roja.

El quinto episodio cede el protagonismo a Gilifláutez, personaje pequeño y apocado que, sin ser fijo en la serie, resulta un remedo de Migájez, el celebrado secundario de El ascenso. El hecho de reutilizar el arquetipo demuestra la conveniencia de que Ibáñez hubiera dejado como personaje fijo a Migájez, un agente al que todo le sale bien, en la línea del Feliciano de Vázquez, y que hubiera sido un buen contraste con el resto del personal de la TIA. En este tramo encontramos algunos de los gags más ingeniosos del álbum, como el de la daga malaya, el whisky y el cristal de bohemia, el del cuadro de Picotazo...Lo hilarante es que aquí todos los intentos de dejar mal a Gilifláutez redundan en su beneficio. De hecho, el capítulo acaba con unos Mortadelo y Filemón desesperados y un director encantado con Gilifláutez, por lo que no sabemos por qué no le da el puesto a él directamente.

El sexto episodio nos muestra a Mortadelo y Filemón como un equipo, ya que van juntos a hacerse los simpáticos ante el director. Su principal competidora en esta ocasión será la señorita Irma, que aquí ya no parece la mujer decidida que conocimos como encargada de la sección de terrorismo en Terroristas (1987), sino que es mucho más cursi en su forma de hablar, se asusta de las armas y no sabe reconocer ni siquiera una granada. Poco queda ya de esta antigua experta en terrorismo, ahora rebajada a mera secretaria. Algunos gags presentan gran ingenio, como el del agujero del cinturón o la forma en que descubren al traidor Cabrítez. Lo que en realidad es temeridad, como escribir con un cartucho de goma 2 en la máquina, es valorado como valentía por el director, que por otra parte se decepciona cuando Irma se asusta de una araña. Esto confirma el carácter voluble y el criterio poco riguroso del director general, que incluso piensa en llamar de nuevo a Mortadelo y Filemón (él también los considera un equipo), aunque ya tiene motivos de sobra como para descartarlos como sucesores.



El séptimo episodio, de ocho páginas, es un "todos-contra-todos" en el que destacan algunos gags divertidos como el de la trampa de ratones, el del hueso en el suelo del despacho, etc. No obstante, desde el punto de vista del guion encontramos algunas anomalías, como en la última viñeta de la página 40, en la que Ofelia le pregunta al director qué le ha parecido su regalo. Lo esperable es una reacción (burra,todo sea dicho) por parte del "dire", pero al volver la página encontramos que hemos cambiado de escena y que nos quedamos sin la viñeta que todos esperamos de Ofelia siendo agredida por el director. 

Finalmente, encontramos un gag reutilizado de Misión de perros (1976), cuando Mortadelo consigue atrapar a un can disfrazado de hueso gigante, algo que ya hizo el Anacleto de Vázquez a principios de los setenta. El clímax humorístico del episodio llega con la hilarante escena en que el Súper, Bacterio, Ofelia e Irma van a llevar cada uno un regalo al director. Acto seguido, Mortadelo realiza el cambiazo y se crea un gran efecto cómico, pues ha sustituido los presentes por un bulldog, lo cual hace que las palabras de los lisonjeros resulten paradójicas y llenas de comicidad. Puestos todos ellos fuera de combate, Mortadelo y Filemón creen que son los únicos candidatos, por lo que nos preguntamos: ¿qué pasa con el resto de la organización, incluido el mismo Gilifláutez?

Sin embargo, el director general parece pensar igual que ellos, pues desvela el misterio de su sucesión solo a los protagonistas del álbum. Finalmente, el elegido es Popeye, cuyas apariciones en la serie ya fueron reseñadas por Mortadelón en su blog. Esto desata el furor de los miembros de la TIA contra Mortadelo y Filemón, que acaban perseguidos por todos ellos. ¿Por qué un personaje como el director general, que llega a ser co-protagonista de esta historia no vuelve a aparecer en la serie? Fácil, señores, porque se ha jubilado.

El ansia de poder presenta un guion adecuado y superior a la media de los de la etapa negra, aunque no haya sido así reconocido aún por la mayoría de los seguidores de la serie. Existen algunos fallos ortográficos, como "almohadón" sin "h" en la viñeta 9 de la página 31 o "habían" como verbo principal en la viñeta 3 de la página 44. El guion, aunque es de Ibáñez, seguramente fue transcrito por Ana María Palé, lo cual puede explicar algunas expresiones impropias del autor, como "idiótilo" o "locatis", esta última mucho más propia de Martz-Schmidtz.

En conclusión, podemos decir que estamos ante un álbum bastante simpático, que entre risa y risa nos muestra la amarga naturaleza del espíritu humano. Quienes hayan tenido alguna experiencia laboral en este sentido, podrá haber comprobado que el ansia de poder desata lo peor, las miserias del alma humana. Ibáñez, siempre certero, disecciona a la perfección esta mezquindad y la plasma en un álbum que, sin llegar a la categoría de El ascenso, arrancará seguro más de una sonrisa. El mismo autor lo cita como uno de los álbumes que le recomendaría a Felipe González (así como a sus predecesores y sucesores), junto a El atasco de influencias (1990) o Corrupción a mogollón (1994),en una ingeniosa respuesta a una insidiosa pregunta de un periodista.

 No en vano es este el único álbum de la "etapa negra" que, sin haber sido dibujado por Ibáñez, fue adaptado para la serie de televisión de BRB internacional en 1994. Cabe destacar que en la versión animada, el personaje final que aparece no es Popeye, sino Dartacán, por cuestiones obvias de derechos de autor. El acertado guion y la habilidad de Juan Manuel Muñoz para recrear en papel el universo de Ibáñez hacen de El ansia de poder una obra digna de ser rescatada y revisada.


domingo, 9 de diciembre de 2012

UN CARADURA EN CASA DE LOS TRAPISONDA

Se acercan las Navidades, y con ellas las inevitables visitas de los parientes. Algunas son bien recibidas...y otras no tanto. Un ejemplo de este segundo tipo lo retrató Ibáñez en una historieta de 1960 de La Familia Trapisonda. 

Y es que a este grupito, como si no le bastara ya con ser la monda, se le agregó un nuevo pariente: el tío Manolo. El quid de la historieta radica en que mientras que Pancracio cree que es un tío de Leonor, su esposa (sí,porque en esta historieta no eran hermanos, sino matrimonio, tal y como era la idea original de Ibáñez) pensaba que el susodicho era tío de su marido.

Si los personajes hubieran sido hermanos, el gag habría sido imposible, ya que en tal caso ambos conocerían a los parientes del otro...¡porque hubieran sido los mismos!

La cuestión es que el tito de turno campó a sus anchas por la casa de la familia, devorando todo cuanto encontraba a su paso. Solo al final se dará cuenta de que iba a otro piso y que no era pariente de ninguno de los habitantes de la casa.Pero llegados a ese punto ya será demasiado tarde, pues el individuo ya habrá arruinado por completo a los Trapisonda.

El caso es que, si analizamos la fisonomía del tito en cuestión...¿No les recuerda a nadie? Esa matilla de pelo mal peinado, esa barriga cervecera, el bigotejo desaliñado, las pecas de la nariz... Los mejor pensados dirán que, como mucho, se trata de Manolo, el habitante del ático de 13, Rue del Percebe. Y no irán del todo descaminados, no. Los más avispados ya habrán visto que se trata de Vázquez, con quien comparte también nombre el personaje.

Vemos que, ya desde sus inicios, Ibáñez utiliza el gag del propio Vázquez de incluirse en sus historietas cada vez que aparece un personaje pícaro, caradura y algo sinvergüenza.

Sabiendo ya de quién se trata, desconocemos si, finalmente, el tito Manolo tenía algún pariente en el edificio de los Trapisonda, o si ese sobrino Pepe , que supuestamente vive en el piso de arriba, no es sino una excusa para entrar a gorronear a otra casa.



A ustedes, lectores, les deseamos una feliz semana y ¡mucho ojo con los tíos caraduras!

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA GRIPE U (2009)



La gripe “U” es un álbum dibujado en 2009, época en la que el mundo estaba atemorizado, supuestamente, por la famosa gripe “A”,  que según los medios más sensacionalistas (es decir, todos), acabaría originando una pandemia de proporciones catastróficas y apocalípticas. A nivel popular, muchas personas se dejaron llevar por algunos ramalazos paranoicos, llegando incluso a alterar algunos de sus hábitos, en pos de evitar sucumbir ante tan temida gripe que, finalmente, se quedó en prácticamente nada.     

                  La nueva aventura comienza con una nueva introducción histórica en la que vemos una irrespetuosa versión de los primeros capítulos del Génesis, incluida la enésima versión de los motivos de la desaparición de los dinosaurios, en una lujosa y monumental viñeta en la que apreciamos la pericia de Ibáñez en el dibujo, así como el acertado remate y entintado de Juan Manuel Muñoz.  También veremos en esta introducción una nueva revisión del mito de Adán y Eva, tan retratado por el autor Destacan de esta introducción también el chiste con los griegos, con alusiones nada sutiles al tamaño de los genitales, que casi se le ven a un personaje en la viñeta 3 de la página segunda. Algunas escenas más tópicas relacionadas con la Inquisición dan paso a una nueva aparición de Hitler y Franco, así como a una original viñeta acerca de las vacunas personalizadas.

                Las siguientes dos páginas narran los avatares del Superintendente de la TIA con la gripe, lo que da paso a la explicación de la misión, ya que se cree que alguien está esparciendo bacilos a porrillo…en la propia organización. Es por ello que las seis páginas siguientes transcurren en la TIA, donde los personajes viven malentendidos que convierten en víctimas a la Ofelia, al Bacterio, al contable y al propio Director general, que aquí tenemos la rara ocasión de ver persiguiendo a Mortadelo y Filemón. Se hace alusión al anterior Director, que amaba tanto la organización que quiso que sus cenizas fueran esparcidas por la TIA. En general, encontramos gags algo forzados, con excusas no demasiado brillantes para explicar el porqué de la actitud de los sospechosos, ninguno de los cuales, por descontado, era realmente culpable. Tampoco los disfraces de Mortadelo brillan a su mejor altura, con una extraña caracterización de Mortadelo como troglodita (sorprendentemente gordo) y otro no demasiado bien conseguido disfraz de ordenador.

                Tras afrontar el consabido castigo por los problemas causados, las siguientes 6 páginas y media se desarrollan en el hospital, lugar ya aparecido en álbumes como A la caza del cuadro (1971), El otro “yo” del Profesor Bacterio (1973), Los secuestradores (1976), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super MortadeloProtegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a verlo en La Gomeztroika (1989),La tergiversicina (1991) El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993) y en El dopaje…¡Qué potaje! (2006). También Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987).



                El hecho de que lleven un muñeco para disimular su paso por la clínica recuerda al robot de El SOE, creando así gags relativos a las piezas que se le desencajan al pelele, algunos de ellos simpáticos, pero que se quedan a medio gas por lo repetitivo del escenario. Igualmente repetitivo es el siguiente, un zoológico donde pasarán las 9 páginas posteriores. Este escenario lo hemos encontrado ya en Operación ¡Bomba! (1972), El otro “yo” del  Profesor Bacterio, Pánico en el zoo (1975), La elasticina, Testigo de cargo (1984), El jurado popular (1995), Okupas! (2001), El kamikaze Regúlez (2005) y El dos de mayo (2008). Así, encontramos aquí escenas típicas, como aquella en la que Filemón queda encerrado dentro de la boca de un animal, en este caso un pelícano, y las ya clásicas con el gorila y el león. Los chistes chuscos y escatológicos pueblan esta parte del álbum con la alusión a la caca de la morsa, el gag de la ventosidad y el fuelle, y la recreación de un chascarrillo popular referido a la inconveniencia de succionar el veneno de serpiente cuando esta te pica en según qué partes, gracieta que se refleja casi de forma similar en El dopaje…¡Qué potaje! Entre lo más destacable de este tramo está el momento en que Filemón rompe el pacto de ficción, hablándole directamente a los lectores, en la página 26.

                Las siguientes ocho páginas transcurren en un escenario menos visto: unos grandes almacenes, en este caso de El corte Angolés. Años antes, nuestros agentes ya habían estado en El corte Berebere (A la caza del cuadro) y en El corte Senegalés (Operación ¡Bomba!). Nuevamente encontramos equívocos tan forzados como confundir a una señora llamada Bacteria (como el célebre profesor) con un bacilo de verdad y pifias por el estilo. La incompetencia de Mortadelo y Filemón los llevará a acabar castigados nuevamente por el Súper ( y llenos de “remordimientos”).



                Las siguientes seis páginas transcurren en un restaurante lujoso, lugar que hemos encontrado ya en otros álbumes como Los secuestradores, Contrabando (1978) y Prohibido fumar (2004), con algunos chistes algo flojos relativos al desastre que supone Mortadelo como aparcacoches o asesorando vestimentas para la mujer de un cliente. Al final del álbum conocemos que el criminal que buscan nuestros hombres no es otro que el Kamikaze Regúlez, villano del álbum homónimo. Lo normal es que Ibáñez incluya, cuando quiere sorprender con el malhechor, algún personaje famoso, real o “modificado”, pero en esta ocasión encontramos una auto-referencia, lo cual es inusual en el autor, por lo que los lectores lo agradecen más.  No sabemos por qué Ibáñez “rescata” a Regúlez, quizás porque el autor lo considerara especialmente carismático, a lo cual pudo influir su grotesco y acertado diseño gráfico.

 Sin embargo, hay una paradoja en cuanto a la continuidad, ya que en El kamikaze Regúlez, el personaje, después de haberle tocado la lotería,se retira a una isla paradisiaca. No obstante, aquí lo encontramos de vuelta en la civilización, con un plan rebosante de megalomanía que recuerda a los grandes villanos de Vázquez, que el propio Ibáñez imitó en algunas ocasiones. Parece ser que Regúlez ha dilapidado su fortuna, pues ahora no tiene dinero para la ansiada operación de estética. El personaje ha cambiado sus motivaciones: del odio a sus semejantes por resentimiento acumulado con los años, ha pasado a tener un móvil económico para delinquir. En cierta forma, el personaje se ha envilecido aun más, con tan prosaico fin.

El plan de Regúlez no es otro que esparcir bacilos que extrae de las urracas— de ahí lo de gripe “U”— para luego vender una vacuna hecha de mostaza y bicarbonato y forrarse con ello. La alusión al bicarbonato nos recuerda aun más a la historieta de Vázquez Conspiración blanca, publicada  en el Almanaque para 1970 de Din Dan y protagonizada por Anacleto. En ella, el malvado Vázquez tiene un plan que recuerda al de Regúlez, también relacionado con bicarbonato.



A pesar de estar ante un álbum discreto, Ibáñez acierta nuevamente al señalar que la famosa gripe fue provocada deliberadamente y con un fin económico: vender las vacunas. No son pocos los que afirman que también la Gripe A surgió en un laboratorio y que las vacunas que compraron los gobiernos enriquecieron notablemente a la industria farmacéutica, a pesar de que luego resultaron no ser demasiado útiles. Con gran acierto, Ibáñez llama “Murtinasioná farmaseutica” al almacén donde opera Regúlez. Nuevamente, la afilada pluma del maestro acierta de nuevo. Finalmente, Regúlez se contagia de la gripe que él mismo propaga y acaba en un hospital, conectado a una máquina respiratoria para los restos. Todo acaba bien para Mortadelo y Filemón, aunque un estornudo de un elefante (que no sabemos qué hace en el hospital) los mande, seguramente, a la Patagonia.

Desde el punto de vista gráfico, el álbum tiene las características de todos los de la época, aunque tal vez en este haya más viñetas en las que vemos a Mortadelo y Filemón más cabezones y achaparrados. El lenguaje, en su intento de reflejar la realidad de la calle, peca de cierta vulgaridad, con expresiones como “l’ peazo nazi” (pág. 26, viñeta 10), “¡Váyase a la boñiga!” (página 23, viñeta 11) o “¡Qué ristra de leshes!” (pág. 32, viñeta 1). Solo la acertada crítica de Ibáñez a la industria farmacéutica y la reaparición del Kamikaze Regúlez salvan del todo un álbum átono, que no se cuenta entre los mejores firmados por su autor.